INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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30/11/19

Un bando oportuno

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Río Segura a su paso por la bella ciudad de Cieza. Al fondo, el Cerro del Castillo y el Pico de la Atalaya
He leído el último bando del Alcalde de Cieza sobre el uso de los puntos de recogida de residuos sólidos urbanos y me ha parecido de lo más oportuno. Pues desde hacía mucho tiempo ya me pronunciaba yo sobre la necesidad de una publicación, por parte de los responsables municipales, que fuese informativa y de advertencia a la vez. Siempre he escrito que el tema de la limpieza en nuestro pueblo había que atacarlo desde tres líneas distintas: información, concienciación y sanción (hay otra línea, desde luego, que supera a las tres anteriores, pero es de carácter general y con ella no haría falta otra cosa: educación). No obstante, por algo se empieza y los usuarios, con este bando del Alcalde, tenemos ya que darnos cuenta que esto va enserio, que nuestras calles no pueden seguir con montoneras de residuos por el suelo en los puntos de recogida. No podemos permitir que por la indolencia de unas pocas personas, la mayoría de la población tenga que soportar las situaciones de falta de decoro y aseo urbano.

El mentado bando es informativo, pues indica horarios para depositar dichos residuos; indica que cuando un contenedor esté lleno, debemos de buscar otro punto cercano (porque no se puede depositar nada fuera de los contenedores); e indica que para sacar a la calle muebles viejos, electrodomésticos o enseres varios, hay que avisar previamente al teléfono de la empresa que los recoge (el que viene en el bando) y, muy importante: seguir las instrucciones que nos digan. No podemos sacar basuras a la hora que nos dé la gana ni dejar enseres en la vía pública cualquier día y a cualquier hora, que hay que ver lo deprimente que resulta la presencia de colchones viejos por las calles. De modo que esa es una información valiosa que se facilita a través del bando.

Yo, en mis artículos, que ustedes bien conocen, siempre he ido un poco más allá. Pues creo conveniente el poner en cada punto de recogida un cartel con las normas básicas de uso; muy resumidas, pero muy claras. Y creo importante informar que los residuos deben de ocupar el menor volumen posible, es decir, que los envases, en la medida que se pueda, hay que aplastarlos y sacarles el aire para que no se llenen los contenedores amarillos con una docena de bidones; esto es fácil de hacer: a las botellas y a los bidones de plástico les quitamos el tapón y, bien con las manos, o pisándolos con el pie, los chafamos completamente; después roscamos el tapón de nuevo y estos quedan reducidos ocupando diez veces menos en el contenedor. Esto es muy importante, pues se evita que dichos contenedores amarillos estén muchas veces llenos hasta arriba y, la gente «despachada», deje los envases fuera.

Algo parecido se puede hacer con los residuos orgánicos. La basura también se puede «apretar» o comprimir en la medida de lo posible, pues a veces, si dejamos ciertos deshechos «fofos» en la bolsa, esta se llena en seguida y luego sacamos al contenedor verdaderos «sacos» de residuos orgánicos con cuatro cosas que abultan mucho, pero que apretándolas se quedan en nada. (Yo comprimo mis residuos orgánicos y saco al contenedor una bolsa bien prieta cada cuatro o cinco días). Miren, este asunto lo tienen solucionado en el municipio suizo donde vive mi hija: allí las bolsas de basura orgánica, que cada cual ha de sacar a su puerta (no hay contenedores, salvo los de otros residuos, que están localizados en un punto para todo el barrio) no pueden ser otras que las homologadas del propio ayuntamiento (rojas y con el escudo corporativo), de manera que al comprar la bolsa ya se paga una parte de la tasa por la recogida, y cada cual, por la cuenta que le trae, comprime sus residuos para gastar solo las bolsas justas; ¿entienden?

Otro asunto que siempre he criticado en mis artículos es el de los envases de los comercios. Los locales con actividad pagan una basura especial para que un camioncico pase por las tardes y recoja los cartones en su puerta. ¡Pues no señor! Hay tenderos, que los he visto yo, que no desmonta sus cajas y esperan a que pase dicho camión, sino que cuando les viene en gana, a cualquier hora del día, sacan sus envases (sin desmontar siquiera) y los echan a los contenedores, si es que caben, y si no, los dejan en la vía pública. Miren, esto no puede ser. A estas personas hay que informarles bien que «así, no».

Por último el bando, oportunamente, recuerda a los vecinos que el no cumplir las normas de ordenanza puede dar lugar a las correspondientes sanciones; con lo cual, ya sabemos a qué atenernos: o somos curiosos por las buenas o tendremos que rascarnos las cartera. De modo que, a grandes rasgos y sin entrar en demasiados detalles, creo que el bando del Alcalde es oportunamente informativo. ¿Pero crea conciencia? Bueno, no mucho. Yo siempre he dicho que ese tema se puede abordar por diversos medios: trípticos, buzoneo, cartelería, radio, televisión, internet, etc. Las campañas coercitivas nunca son eficaces al cien por cien, pues siempre habrá fulanos y fulanas que, cuando no los ve nadie, hagan de su capa un sayo. Por eso es importante concienciar, lograr que todos los vecinos nos impliquemos por convencimiento de que una ciudad hermosa, como lo es Cieza, merece estar limpia y ser un lugar digno donde dé gusto vivir.

Además, en el campo de la Educación (con mayúscula), hay que incidir mucho en la educación cívica y el respeto a las personas, a los bienes (privados y públicos), al medio ambiente y al aseo de los espacios urbanos
©Joaquín Gómez Carrillo

24/1/19

Fumaderos

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Valle de Arán, 2018
Dicen que con la ley se hizo la trampa. ¿Quién pensó que fumar en las terrazas de los locales, al aire libre, estaba bien? ¿Quién creyó que dichas terrazas se podían cubrir con toldos? ¿Quién interpretó que los mencionados toldos se podían prolongar por los extremos hasta el suelo, fijar con estructuras permanentes y dar como resultados cerramientos de los espacios públicos para lucro particular? ¿Y quién autorizó finalmente que dentro de esos cerramientos se podía seguir fumando a tumba abierta?

 Resulta que con la “ley zapatera” (no recuerdo cosa mejor que hiciera el hombre de las cejas circunflejas), la que prohíbe fumar en el interior de los locales, los adictos al tabaco comenzaron a salirse a la calle para intoxicar a placer sus pulmones. Bien. No tengo nada que objetar. En la calle, al aire libre, los malos humos se difuminan y se los lleva el viento. Mientras tanto, dentro de los locales se puede respirar el aire relativamente limpio. Así quien quiera tomarse un café oliendo y saboreando a café, puede hacerlo sin otras molestias; y quienes deseen aspirar humo de tabaco, que no solo contamina los pulmones, sino que embota los sentidos del gusto y el olfato, tornando apestoso el aliento, también pueden hacerlo, en la calle. ¿Dónde está el problema? No lo hay. No en la ley, desde luego, sino en la trampa.

 Pues a raíz de la promulgación de dicha ley, y para atraerse a la clientela fumadora, muchos locales empezaron a “apañar” sus terrazas, sobre aceras y calzadas, con el fin de procurar espacios protegidos de las inclemencias del tiempo y que los clientes, que la ley echaba fuera del local, se refugiasen con sus cigarros al repecho. De resultas, aparecen estructuras sólidas con anclajes permanentes y cubiertas con lonas, que, salvo que apriete la calor, llegan hasta el suelo formando una especie de “nave”, un anexo externo del local, donde cuando llega la hora del cierre y se va cada mochuelo a su olivo, con alguna salvedad, apilan mesas, sillas y cachirulos, hasta el día siguiente. ¿Eso es de ley? Pues una cosa es colocar mesas y sillas, con autorización y pago de tasas municipales, en espacio público y retirarlas completamente a la hora de cierre del local, dejando las aceras y calzadas despejadas y expeditas al paso y al uso de todo ciudadano, y otra cosa es lo mencionado antes. Mas, si es o no de ley, se hace; y los espacios públicos quedan permanentemente “tomados” por particulares, como forma barata de ganar metros para lucro se su negocio. ¿No es así?

Pero aparte de lo dicho, en esas “naves”, cerradas o semicerradas, la ley antitabaco ha perdido su sentido. Y lo grave es que estos fumaderos atentan contra la salud de niños y bebés de forma considerable. ¿Cómo es posible?, se preguntarán algunos de ustedes. ¿Acaso son los niños y bebés usuarios de terrazas cubiertas, cerradas y semicerradas, de locales del bebercio? No directamente. Los llevan sus mamis y sus papis, los arriman o los sientan a la misma mesa donde lo hacen ellos fumando como carreteros, y no solo ellos, sino el resto de fumadores de las mesas de al lado. ¿Quién defiende a estos niños y bebés de la actitud irresponsable de sus mamis y sus papis? Nadie. ¿Qué autoridad se mete con este asunto y llama la atención a los fulanos y fulanas que llevan a sus críos a estos fumaderos, en cuyo ambiente irrespirable se puede cortar la nicotina con un cuchillo? Pues de momento, nadie.

La ley zapatera, la estupenda ley antitabaco, a lo mejor es que tiene algún agujero por donde se cuelan estas trampas. No sé. Pero quizá los poderes públicos, alguien que defienda la salud de todos, pero mucho más la de los niños pequeños y bebés (Consejería, Concejalía…), deberían fijarse en esta indolencia por parte de padres adictos al jodío tabaco.

Ya entiendo que vivimos en una sociedad trasgresora, y excesivamente permisiva, pues va uno por la calle y constantemente va viendo infracciones: gente que deja el coche o la moto donde le sale de las narices, conductores de vehículos que circulan con una mano al volante y la otra con el móvil en la oreja, o gente sana como una manzana que estaciona el coche en plazas para minusválidos con la tarjeta de la abuela, o sin tarjeta. Pero miren, cuando se trata de niños de corta edad y bebés, la cosa es seria. Ellos no pueden defenderse de sus progenitores en lo relativo al humo del tabaco. Y seguramente que estos fuman dentro de sus casas en presencia de los críos, y a lo peor lo hacen también en el coche llevando a los hijos. Todo es censurable. Pero lo de los cerramientos para clientela fumadora de los locales, debería estar vigilado de alguna manera por la autoridad y llamar la atención al respecto, y desmontar la trampa de la ley.

Miren, en ámbitos del derecho se suele distinguir entre lo que es la letra de la ley (lo que dice el texto) y lo que es el espíritu de la ley (lo que quiere decir entre líneas); es por eso que los jueces, atendiendo muchas veces al "espíritu", interpretan la ley más allá de lo que expresa su articulado. Si la ley antitabaco prohíbe que se fume en parquecillos infantiles, aun estando éstos completamente al aire libre, es porque su espíritu, de acuerdo con la Constitución, es proteccionista con la infancia. Por tanto, desde ese punto de vista (¡atención, poderes públicos!), no se debería reglamentar una permisividad y consentir, aunque sea por omisión, el acceso de niños y bebés a los fumaderos de los bares. ¿No creen ustedes?
©Joaquín Gómez Carrillo

3/6/17

Enseñar al que no sabe

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Plaza de los Carros, un rincón típico de Cieza
Mi abuela decía que quien no sabe es como el que no ve. Y en esta sociedad nuestra, tan cambiante, hay que aprender algo nuevo todos los días, o se corre el riesgo de no actuar de la manera adecuada al funcionamiento de las cosas.

Miren lo que les voy a decir, existen ciertos problemas en lo tocante a cómo y cuándo sacar la basura a los contenedores. Y aunque los responsables municipales ponen corazón y alma en ello, no lo tienen nada fácil ante la ignorancia, principalmente, en el hacer de muchas personas.

No les voy a referir ahora los tiempos en que se producía muy poquica basura en las casas y apenas se sacaba a la puerta un calderico cada varios días, y pasaba el camión y se la llevaba al vertedero, que normalmente se trataba de tirarla a un barranco. No, ahora la cosa ha cambiado y mucho. Hoy en día se generan muchísimos residuos. (Creo que cuando dentro de diez mil años se estudien las edades de la historia, según los restos arqueológicos a la nuestra llamarán la “Edad de la Basura”).

Bueno, en el presente artículo voy a pasar por alto otras actitudes que no sean las de la pura ignorancia. Pues pienso que hay una gran masa ciudadana que no tiene información precisa acerca de qué hacer y cómo hacer con la basura. Vamos a ver, está muy claro: Lo primero es separar los residuos; ya saben: orgánica, envases de plástico, cartón y papel, y vidrio. Tenemos a nuestro alcance los medios para separar la basura en cuatro grupos, y el no hacerlo, perdónenme que se lo diga, es un pecado medioambiental y una falta de civismo.

Bien, una vez que hemos separado, hay que reducir la basura. ‘¿Cómo...?’, dirán ustedes. Sí, han leído bien: “reducir” (¿no reducen las cabezas los jíbaros...?, pues igual nosotros, pero con la basura); es decir, aplastar o plegar todas las cajas, chafar todos los envases y “apretar” en lo posible la orgánica. Si hacemos eso, sólo tendremos que sacar las bolsas cada tres o cuatro días, y éstas ocuparán mucho menos espacio en los contenedores. Tengan por seguro que si somos capaces de aprender y practicar esto que les digo, estaremos colaborando en la limpieza y en la decencia urbana de nuestro pueblo.

Hay otro asunto: No sé si saben ustedes que los locales comerciales pagan un tarifa especial por la recogida de la basura; pagan mucho más que un domicilio familiar, porque tienen derecho a que pase un camioncico a ciertas horas de la tarde y les recoja de la puerta del negocio las cajas y envases que tengan preparados (sin dejarlos de cualquier manera y que los esturreen los chitos, ¡ojo!) Sin embargo, ¿cuál es el problema entonces? Pues que muchos comerciantes, por la razón que sea, no lo hacen así, sino que sacan sus cajas y envases (sin reducir ni plegar) a cualquier hora del día y llenan y colman los contenedores verdes de la orgánica, o lo que es peor: los dejan en el suelo. ¿Qué ocurre cuando son las siete de la tarde (porque la basura hay que sacarla a partir de las siete, ¡cuidao!) y otras personas van con su bolsica de basura domiciliaria? Pues que ya no cabe en el contenedor y la tienen que dejar fuera. Y no les cuento si dicha basura domiciliaria también la sacan a cualquier hora del día. Entonces, como se pueden imaginar ustedes, ya tenemos el pastel en torno a los contenedores: cajas de cartón o madera, cachirulos de plástico y basura domiciliaria esturreados. Un panorama idílico de contemplar.

Y volviendo a la necesidad de reducir la basura, si no se hace y metemos en los contenedores amarillos los bidones y botellas de plástico sin aplastar y sin sacar de ellos el aire, lógicamente se llenan aquellos en un santiamén, y ya tenemos el espectáculo bochornoso de los residuos que no caben por el suelo.

Resumiendo: ¿Qué tenemos que aprender y llevar a cabo? Primero separar, luego reducir, después sacar la basura a su hora, y los comerciantes, que mantengan los envases en sus comercios hasta que pase el camioncico y se los lleve; ¿de acuerdo? De esta forma habremos dado un paso importante para tener Cieza un poquico más limpia.

Y para terminar, los enseres y trastos viejos, no hay que sacarlos a cualquier hora, sino que hay que avisar previamente al servicio gratis de recogida de los mismos que tiene el Ayuntamiento. (Pienso que la gente que saca a la vía pública los colchones y otros trastos viejos a su antojo y sin avisar al servicio de recogida es porque no sabe más, o porque es tan insensible que le da igual que su ciudad ofrezca un aspecto deprimente).

En fin, estimados lectores, que a ver si vamos corriendo la voz y entre todos aprendemos a tener más cuidaico en la limpieza del pueblo. Y ustedes responsables municipales, hagan campaña por todos los medios, y enseñen al que no sabe, que eso, como decía mi abuela, es obra de caridad.
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 27/05/2017 en el semanario de papel "EL MIRADOR DE CIEZA"

20/8/16

La libertad respetuosa

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Basuras arrojadas desde hace años en el entorno protegido de la Atalaya
El otro día voy caminando por la acera de una popular avenida de Cieza (yo casi siempre me desplazo de una parte a otra de la ciudad andando; el coche, mejor en su cochera, guardaíco), en donde hay terrazas de cafeterías con clientes charlando animadamente, donde existen bancos públicos para sentarse, los cuales están ocupados las más de las veces por personas mayores, que refieren siempre las mismas cosas del pasado mientras contemplan atónitas el discurrir del presente (fue un acierto, cuando hace unos años la concejalía de servicios municipales mandó colocar en todo el pueblo bancos de hierro, algo incómodos para el trasero, pero resistentes y a prueba de vandalismo). Entonces oigo un estruendo terrorífico que aumenta al acercarse hasta producir daño en los tímpanos. Se interrumpen las conversaciones de la gente y algunas personas se llevan las manos a taparse las orejas. “¿Qué será esto, Señor, que parece que llega la fin del mundo...?” Era un “quart”, o como demonios se llame a esa especie de motos de cuatro ruedas que algunos de los que les sobra el dinero se compran para ir molestando. El fulano, en actitud gamberra, circulaba a escape libre atronando la vecindad, consciente de que a su paso arruinaba la paz y el derecho a la calidad urbana de vida de las personas.

Tiempo atrás, en mi recorrido casi todas las tardes hacia la orilla del río, paso junto a un punto de recogida de residuos urbanos; consta de cuatro contenedores soterrados: orgánica, cartón, envases y vidrio. No hace falta explicar a nadie donde debe echar cada cosa, ya somos grandecicos para saberlo. Entonces veo aun hombre que viene arrastrando una especie de cubo de basura con ruedas; se acerca a las bocas de los depósitos, levanta la tapa donde pone “orgánica” y vierte el contenido de su carrito: son botellas, varias decenas de botellas. Le manifiesto al hombre “mi confusión”, relativa a los letreros y al vertido de vidrio que acaba de hacer en el contenedor de orgánica. Entonces, casi furioso, despotrica contra el Ayuntamiento por la supuesta falta de un contenedor de vidrio de los de “campana”, por eso tira las botellas “donde le sale de los cojones” –dice.

Hace un par de meses, estoy sentado con mi padre en un parque público, viendo plácidamente ocultarse el sol por el Almorchón, mientras él no deja de contarme historias, acumuladas en su cabeza desde hace 92 años. Y Observo unas zagalas que pululan más allá, por donde hay unos parterres con rosales floridos. Entonces veo que una de ellas va provista de unas tijeras y está cortando las rosas a placer, quizá para llevárselas a su casa y ponerlas en un florero. “¡Oye, eso no está bien!” –le protesto. “¿Son tuyas acaso...?”, responde descarada, y continúa con su proceder.

Más de un año hará, al salir una tarde de mi casa observo que viene por la acera un señor con un perrazo pastor alemán; el animal va suelto, sin correa ni collar, y camina varios metros delante de él. Me paro en el poyo a ver qué ocurre y, está claro, el perro viene flechado a sumar su generosa meada al quicio de mi puerta, donde otras personas han permitido a sus mascotas dejar sus sucias “marcas” día tras día. Entonces hago un aspaviento al animal para que no levante la pata y prosiga su camino. El señor se molesta de que yo “moleste” a su perro. Le digo que lo que debería hacer es llevarlo ataíco al menos, “que esto es una vía pública”. Me manda a paseo y me dice que “me meta en mis cosas”.

¿Es esta la sociedad que queremos? ¿Estamos progresando hacia unos modos de convivencia más respetuosos, o todo lo contrario? ¿Cuando los dirigentes hablan de “progreso”, utilizando algunos incluso el término como marchamo político, a qué progreso se refieren? (No sé qué general solía decir que sus tropas nunca retrocedían en la batalla: cuando tenían que batirse en retirada, daban media vuelta y seguían “avanzando”). ¿Esta sociedad, en algunos aspectos, ha dado “media vuelta” y sigue “progresando” hacia atrás? Miren, no basta el progreso en lo económico ni en permisividad para gozar de todas las libertades habidas y por haber. Una sociedad no puede entenderse como progresista si ampara o se despreocupa del “retroceso” en lo personal de sus individuos, retroceso en valores tan importantes como el respeto. Creo que el primer mandamiento de una democracia es el respeto, en el sentido pleno e integral. Pero entonces hay que admitir la paradoja de que en una sociedad “libre”, las libertades están condicionadas: no existe una libertad absoluta, pues sería el caos que llevaría a la decadencia. Y los condicionantes de las libertades no son otra cosa que las propias normas cívicas. De manera que si los individuos no adquieren, o no han mamado, la suficiente educación en valores para aceptar y respetar las reglas de convivencia, la sociedad tiene que reaccionar con sus leyes y sus mecanismos coercitivos y protegerse.
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 20/08/2016 en el semanario de papel "EL MIRADOR DE CIEZA"

12/3/16

Cieza, o un lugar donde dé gusto vivir

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Monumento a Félix Rodríguez de la Fuente en el Parque de Medina Siyâsa, a medio destrozar (solo quedaba el lobo, que tampoco se libraría del vandalismo)
Tengo delante de mí el tríptico ese que la Concejalía de Servicios está repartiendo a los ciudadanos de este pueblo para ver si, en lo tocante al respeto por las normas más elementales de civismo, vamos entrando un poquico en verea. Ustedes, los que habitualmente me leen en “El Pico de la Atalaya”, saben que es mi obsesión el que seamos civilizados y cuidemos las cosas de nuestro pueblo. De forma que me parece acertado que desde los poderes públicos se empiecen a tomar ciertas medidas (sencillas y baratas) encaminadas a la concienciación de la gente.

Siempre lo he escrito en mis artículos, que lo importante es la educación y la concienciación, y en último término sancionar a los infractores. Siempre he dicho que es más barato poner carteles que reponer elementos urbanos rotos por el vandalismo, que cuesta menos advertir del buen uso de los espacios públicos que contratar un ejército de barrenderos para que vaya detrás de cada uno de nosotros recogiendo lo que tiramos al suelo, y que es económicamente más rentable educar a las personas que aumentar la plantilla de la policía para que los agentes vigilen y multen los comportamientos incívicos. ¿Qué papel tiene pues la educación en este sentido? Todo. Enseñar, por ejemplo, que existen hábitos de comportamiento más saludables, más higiénicos y más respetuosos de cara a nuestros conciudadanos; que se pueden tener perros bien tenidos y sin causar molestias al vecindario con sus cacas y orines en las aceras, que es posible no arrojar suciedad en la vía pública, que podemos hacer un uso y disfrute adecuados de los elementos urbanos (papeleras, bancos, farolas, señales de tráfico, jardines, parques infantiles, etc.) sin que estos salgan perjudicados; que, en definitiva, hay unos modos de vivir y compartir la ciudad más respetuosos y deseables. En cuanto a la concienciación, es bien sencillo: solo tenemos que darnos cuenta de que este es nuestro pueblo, al que amamos y del que podemos sentirnos orgullosos, y como tal debemos cuidarlo; pues nuestros son los espacios públicos que compartimos, los parques y jardines que lo embellecen o el mobiliario urbano que le da atractivo y funcionalidad. Desde ese punto de vista, cada cual ha de sentir como suyo cada elemento y cada rincón de Cieza.

Miren, he viajado un poco por España y he visto cómo funcionan otros pueblos, cómo desde el buen gobierno han sabido estimular a sus ciudadanos para lograr entornos limpios y embellecidos, cómo le sacan partido a lo que poseen y cómo la gente del lugar se siente orgullosa de lo que es, de lo que tiene y de lo que puede ofrecer al visitante. Pero Cieza es una ciudad agradable, con un trazado urbano excelente y situada en un enclave geográfico perfecto. ¿Qué hace entonces que, desde que yo me conozco, este pueblo adolezca un poco de suciedad en sus calles, un poco de elementos urbanos maltratados o un bastante últimamente de tener alrededores con terrenos desidiosamente descuidados, incultos y llenos de malezas? Pues ni más ni menos que la actitud indolente de los propios ciezanos (y perdonen la generalización, donde me incluyo). De modo que por mucho que se esfuercen los servicios municipales, si no hay respuesta positiva de la ciudadanía, es de todo punto imposible. Es como el “paño de Penélope”: aquello que los gestores “hacen” (con coste económico para todos), algunos van y lo “deshacen”, destrozan o ensucian.

Ahora tenemos nuevecicas las obras de acondicionamiento del Segura a su paso por Cieza; ya veremos lo que duran. Nunca se había llevado a cabo una actuación de tal magnitud en el río. Está claro que a unos les gustará más y a otros menos, pero la realidad es que la Administración del Estado ha invertido muchos millones de pesetas en nuestro pueblo (por otro lado, parece ser que la Administración Regional correrá con nuestra parte; mejor, así no tenemos que poner ni un duro y podemos destinar más recursos para afrontar trampas como la sentencia de los migasecas). Pero lo importante quería decirles es que cuidemos dichas obras, que respetemos las plantaciones de arbolicos y arbustos destinados a embellecer el entorno fluvial, que tengamos respeto a las personas que pasean por allí, no ensuciando esos lugares ni maltratando sus elementos.

En fin, asegura el refrán que “bien está lo que bien acaba”, pero también sería válido decir que está bien lo que bien se empieza. Y para empezar, el tríptico que el concejal Francisco Saorín está divulgando entre los ciezanos es algo sencillo y razonable, que de una manera cordial y estimulante invita al buen civismo y a que, entre todos y para todos, logremos hacer de este pueblo un lugar donde dé gusto vivir.
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 12/03/2016 en el semanario de papel "EL MIRADOR DE CIEZA"

29/2/16

Miedo

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Astorga (León), Palacio episcopal, obra del genial Antonio Gaudí
En otro tiempo ocurría que las personas pacíficas tenían cierto temor a los delincuentes, y estos a su vez temían a la justicia como el diablo al agua bendita; de forma que existía una especie de «equilibrio» entre las víctimas (o las víctimas potenciales), los malhechores y la intervención de la autoridad, cuya sola presencia imponía respeto a todos. Pero ahora la cosa ha cambiado de forma sustancial: los trasgresores de la ley temen bastante menos, ¡o no temen nada!, la acción de la justicia y mucho menos al ejercicio policial de la autoridad (es lo que tiene la libertad mal entendida). De modo que se ha roto ese «equilibrio» que les decía. Lo cual supone más «miedo social» entre las personas de bien a ser agredidas o molestadas en su vida normal.

El caso del fulano ese que agredió estos días atrás, de forma bárbara, a un pacífico ciudadano por defender este el buen uso de un parque público de nuestro pueblo, eso clama al cielo; sin embargo no es nada nuevo. Es una desgracia el que haya en esta sociedad gente tan violenta y de tan mala índole, pero es lo que hay. Roguemos a dios que no tengamos ningún conflicto –de forma involuntaria– con personas de semejante ralea.

Entonces, ¿qué debemos hacer?: ¿no sacar la defensa por nada?, ¿no llamar la atención a nadie que se esté comportando incívicamente en nuestra presencia?, ¿no prestar ayuda a quien se halle sufriendo agresión, menosprecio o avasallamiento por parte de individuos que no respetan las cosas ni las personas?, ¿tenemos que hacer la vista gorda?, ¿apartarnos?, ¿ahuecar el ala?, ¿seremos de alguna manera, por miedo a meternos en camisa de once varas, cómplices tácitos de quienes estropean la normal convivencia social?

Miren, a Don Quijote lo inflaban a palos también por salir en defensa de los oprimidos, de los cautivos, de los indefensos o de los menesterosos. Pero Don Quijote no sentía miedo porque su ser pertenecía a otro mundo, al de las ideas, donde no existe el temor humano. Cuenta el libro que cierto día, cuando el caballero andante oyó los gritos de un muchacho que estaba siendo agredido impunemente, no se escabulló por otro camino, no fuera a ser que se metiera en un fregao sin comerlo ni beberlo; no señor; Don Quijote, valientemente, se fue derecho hacia donde venían los lamentos; y allí se encontró con que el rico Juan Haldudo, un menda lerenda de mucho cuidao, estaba azotando al pobre Andrés de manera inhumana (la criatura se hallaba amarrada a un árbol y con el torso desnudo). Entonces el hidalgo conminó al agresor a que depusiera inmediatamente su actitud inmoral, y no le valieron prendas al maltratador sus falsas acusaciones contra el pastorcillo. Así que Don quijote puso las cosas en su sitio mediante juiciosas razones de caballero (obviamente, no había lugar a presentar denuncia ante la «Santa Hermandad» de aquel delito flagrante que se estaba cometiendo en mitad de un descampado). Aunque la lástima fue que el bandido de Haldudo no era caballero como Don Quijote creyó de buena fe, sino un vulgar mangarrián con dineros y poca humanidad hacia el desdichado Andrés, y mintió como un bellaco prometiendo que lo iba a dejar en paz (su palabra, como la de algunos políticos actuales, valía menos que «caca de la vaca»). Mas quiso Cervantes, en su burla literaria contra la vocación caballeresca de su personaje del libro de caballería más famoso de la Historia, que una vez ido del lugar el pobre Alonso Quijano, el malvado Haldudo continuara propinando una soberana tollina al muchacho.

Pero en nuestros días ya no hay lugar para quijotes («...se murió aquel manchego, aquel estrafalario fantasma del desierto…», aseguraba León Felipe), y pocos se atreven hoy en día a dar un toque de atención al infractor ante conductas antisociales o delictivas. Si alguien dice a alguien: «oiga, coja esa cosa de su perro que ha dejado en la acera», alguien se puede llevar una fresca, porque los caraduras, en su terreno, ganan a los prudentes; si alguien advierte a algún zagal: «nene, deja el arbolico del jardín, que te lo vas a cargar», alguien puede tener que tragarse una respuesta descarada del gamberrete que ya apunta maneras, cuando no un insulto del progenitor, en su caso. Y no digamos ya si el asunto es de mayor calado y, por meterte a redentor, te chupas una agresión física, como el pobre lituano, mentado arriba, por hacer una defensa del sentido común. En resumidas cuentas, que hay un comprensible miedo a ponerse uno en evidencia, pues nunca se sabe...

Pero esto no debería de ser así; desde lo más leve hasta lo de mayor gravedad, aparte de denunciar donde proceda, hay que advertirlo al infractor; de lo contrario, la convivencia social y la calidad de vida se resiente y se tambalea, mientras los maleantes campan por sus respetos.
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 27/02/2016 en el semanario de papel "EL MIRADOR DE CIEZA"

14/4/15

Las Balsas de Migaseca

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Antiguas balsas de cocer esparto de Migaseca
Para algo sirve hoy ese descampado sucio, descuidado y lleno de malezas y basuras, en el límite urbano del barrio de Santa Clara, frente a “la cumbre airosa donde la Ermita se alza”. Para algo sirven esos terrenos incultos, abandonados y todavía sin urbanizar (por desgracia y porque algo se hizo mal, su urbanización va a conllevar un alto y absurdo coste económico para las arcas municipales por sentencia judicial, ¡qué desastre!)
         Pero miren por dónde, alguna utilidad debían tener ahora esas viejas balsas en ruinas donde otrora se cocía esparto para la industria de la espartería. Está claro para qué sirve tan feo lugar en los aledaños del Colegio Cristo Crucificado y en la cercanía del templo más simbólico y querido de Cieza: la Ermita del Cristo del Consuelo. Sirve, ¡qué pena!, para que acudan allí masivamente los chitos y las chitas a pimplar bebidas alcohólicas en días señalados, como en Domingo de Ramos, en Viernes Santo o en Domingo de Resurrección, sin ir más lejos. Para eso sirve...
         Antes en Viernes Santo por la tarde –muchos de ustedes se acordarán–, decían los curas y las beatas que estaba el Señor muerto. Por tanto se cerraban los bares y los cines; en la radio ponían música sacra o gregoriano, y en la tele, que nada más que funcionaba una cadena (luego pondrían la UHF, pero muchos de aquellos televisores de lámparas que instalaban Ortuño y Marconi, ni siquiera podrían sintonizarla), echaban alguna película piadosa, como “Marcelino Pan y Vino” o “La Túnica Sagrada”. Pero emborracharse en la calle en día tan señalado hubiera sido un escándalo público, ¡un sacrilegio merecedor de la excomunión!
         De modo que como la gente no tenía donde ir, tomó la sana costumbre de marchar a la Fuente del Ojo. Entonces, personas de todas las edades, cual en una romería civil, iban paseando espaciosas por el camino; llegaban hasta aquel lugar del lavadero público (hoy está en proyecto su reconstrucción, ¡menos mal!), y, en una relación de convivencia pacífica y exenta de vicios, subían por los losados hasta la cercanía de los Casones. Mas ahora, tergiversando el sentido de la Semana Santa, en un día de tan honda religiosidad, como es Viernes Santo, en el que lo propio sería el recogimiento (y el no creyente nada tiene que celebrar ni observar), se tiende a adoptar por el contrario conductas desinhibidas y báquicas por parte de muchos jóvenes, lo cual choca también con el derecho al descanso y al uso normal de la vía pública del resto de la ciudadanía.
         Sin embargo algunas gentes, ante las quejas del escándalo que monta y de la marranería que deja a su paso esta muchedumbre botellonera y gritona, argumenta “que es que la juventud no tiene donde ir”. ¿No tiene dónde ir a qué…?, pregunto yo. Pues todo el mundo puede ir a todas partes siempre que  vaya bien ido. Otras gentes se refieren a que no hay una zona apartada y preparada al efecto, donde estos muchachos y muchachas puedan organizar sus fiestorros sin que los veamos tirados por los poyos de las casas, meando o vomitando entre los coches o en mitad de aquel erial de los terraplenes de la Ermita. Es verdad, no lo hay. Pero yo creo que esa no es la cuestión y que de esa manera estamos desviando el fondo del asunto. A esos jóvenes de ambos sexos que buscan los efectos etílicos como forma de pasar el rato, no hay que apartarlos como apestados y dejarlos que se emborrachen en aquel sucio lugar (la administración tiene, pero que mucha, responsabilidad en esto). Ni tampoco hay la necesidad de proporcionarles un área ex profeso para desarrollar su alcoholismo sin molestar la visión y la conciencia a los vecinos. No, no. No es por ahí.
La cosa es que ha habido una gran pérdida de valores en general y esto es muy serio y preocupante. De modo que lo que hace falta es “rebobinar” un poco y saber hacia dónde va esta sociedad; qué cultura hemos trasmitido a las generaciones que llegan detrás y qué valores podrán transmitir los niños y adolescentes de hoy en día a los que vengan después. Algunas gentes afirman también que es que los jóvenes tienen que divertirse. De acuerdo. No solo los jóvenes. Todos tenemos derecho a divertirnos y pasárnoslo bien. Claro que sí. Pero algunas gentes están confundiendo la velocidad con el tocino y admiten como verdad universal que divertirse es beber alcohol tirado en el suelo y que pasárselo bien es emborracharse en un sucio terraplén de la Ermita.
Miren, lo que hace falta es recuperar valores cívicos y humanísticos y que tengamos claro qué es lo que nos hace personas y qué es lo que nos degrada y nos anula la educación y el civismo. El alcohol está ahí para disfrutarlo, en la dosis justa; pero no para emborracharse y perder la dignidad en mitad de la calle o en las Balsas de Migaseca. ¡Qué pena!
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 11/04/2015 en el semanario de papel "EL MIRADOR DE CIEZA")

17/9/11

La tradición de la Romería

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La gente se desparrama por el Cerro del Castillo
Un año más llega la Romería y el traslado a la Ermita de la Atalaya de la imagen de la Virgen del Buen Suceso, copatrona de Cieza. (En realidad el patronazgo de este pueblo, en atención a la devoción popular, estaría formado por una trinidad: San Bartolomé Apóstol, la mentada advocación de María la madre de Jesús y el Santo Cristo del Consuelo).

La Romería es ya una tradición ciezana que se remonta a casi cincuenta años de existencia, desde que empezó a realizarse por los años sesenta. Antes de eso, en el Collao de la Atalaya no había nada (únicamente una cruz de madera en lo alto del Pico, que luego desapareció y en su lugar fue izada la torreta del repetidor de la Segunda Cadena). De hecho, con anterioridad a decidirse el emplazamiento de la actual Ermitica, estuvieron valorando otros lugares del término, como por ejemplo la zona del Madroñal; pero al final se quedaron en nuestro monte más emblemático: la Atalaya. De modo que construyeron a pico y barreno el camino de la solana (en ese tiempo todavía no se utilizaba la maquinaria pesada para tales trabajos, sino cuadrillas de obreros que cobraban jornales irrisorios), y, sobre el cabecico que había entremedio del Cerro del Catillo y el Pico de la Atalaya, explanando su cima, construyeron la Ermita.

Y entonces tuvo inicio la “tradición” de la Romería, que cada vez se halla más arraigada entre los ciezanos. Por eso, en estos últimos años, cuando oigo que muchas personas denuestan las fiestas de moros y cristianos bajo el pretexto de que “¡eso nunca ha sido tradición en nuestro pueblo!”, yo pienso que, como todas las cosas, las tradiciones también tienen un inicio. De manera que cuando llevemos a las espaldas cincuenta años de moros y cristianos, ya hablaremos.

Mas siguiendo con el asunto de la Romería al Santuario de la Atalaya, al principio subían pocos vehículos, ya que casi nadie poseía coche (las clases medias, antes de empezar a disfrutar del Seiscientos, se solían mover en Vespa). De forma que no había problema de circulación ni de aparcamiento allá arriba: la gente peregrinaba en sana paz, oía su misa, o no, almorzaba con la bota del vino o el butano de cerveza y regresaba a casa más contenta que unas pascuas.

Pero conforme aumentaba el parque móvil de los ciezanos, la cosa se fue complicando poco a poco. Así que tuvieron que ponerse manos a la obra en la regulación del tráfico y construir algunos aparcamientos en los aledaños de la Ermita.

Cuando pocos años después los coches tampoco cabían ya en los aparcamientos ni podían circular con fluidez por el camino de la solana, pensaron hacer un nuevo acceso para lograr un circuito de sentido único. De manera que, por donde iba el “Segundo sendero” (el que partía desde el Rincón de Mula y llegaba justo hasta el Collao), ya esta vez con tractores oruga, construyeron el camino de la umbría, destrozando pinadas y no previendo la necesaria contención del terreno para evitar desprendimientos, cuyo resultado en unos pocos años salta a la vista. Y de paso hicieron más aparcamientos arriba, descuajando mayores superficies de terreno agreste. Pues la vida moderna está condicionada a la presencia cada día mayor de los coches, en las carreteras, en las ciudades y en cualquier parte donde queremos ir siempre montados en el auto.

Pero otro problema creciente evolucionó parejo: el aumento de las basuras en nuestras vidas. Conforme avanza nuestra sociedad, producimos más basura; y lo peor es que la llevamos consigo a todas partes en forma de envases: bolsas de plástico, latas metálicas, botellas de cristal o de plástico, tetrabriks, papel de aluminio, cartón, etc.

Además, y por si faltaba algo, una tercera plaga también ha hecho acto de presencia entre nosotros en las últimas décadas: la mala educación en general y la falta de respeto hacia el medio ambiente y a los espacios públicos, ya sean naturales o urbanos.

¿De modo que cuál es la situación actual en relación con este evento? Pues hoy por hoy, y haciendo un balance prudente, podríamos decir que la tradicional Romería constituye el mayor ataque al medio natural que recibe anualmente nuestra querida Atalaya. ¿Quiere eso decir que para proteger nuestro más emblemático monte, habría que suspender la Romería? Yo no me atrevo a decir eso. ¿Quiere decirse entonces que se deben de replantear las maneras de llevarla a cabo? Yo creo que sí.

Simplificando: por una parte el pueblo tiene derecho a materializar su devoción con fiestas y celebraciones religiosas, y por otra está la responsabilidad de todos de preservar el medio ambiente y de respetar nuestros espacios naturales. Pero ay, si para gozar de tales expansiones, atentamos contra un patrimonio tan sensible como es el propio Monte de la Atalaya, mal vamos. Sepan ustedes que en la actualidad no hay rincón, barranco, peña o repecho en toda la zona del Collado de la Ermita y aledaños, en los que no se encuentren basuras de todo tipo, procedentes de las sucesivas romerías anuales. Además del consiguiente destrozo de la flora autóctona a causa del “pateo” fuera de los senderos por miles de personas año tras año. Es lo que hay...
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 17/09/2011 en el semanario de papel "El Mirador de Cieza")
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(Ver artículos anteriores de "El Pico de la Atalaya")

27/11/10

Los buenos modales

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Plaza de España de Cieza
Hay personas que, sin haber ido nunca a una universidad, sin contar apenas con formación académica y sin ejercer un empleo o profesión que les relacione con grupos de gente “instruida”, poseen un sorprendente nivel cultural y un perfecto “amueblamiento” de su cabeza que para sí quisieran muchas otras que se las dan de importantes. Una de estas personas, amiga mía y vecina de otra localidad, a quién yo, por razones de mi anterior oficio, visitaba en su taller de vez en cuando, hablando del modo de ser de la gente y de la idiosincrasia de ciertas sociedades, me confesó un día con tristeza: “¡me da vergüenza de ser de este pueblo!” (del suyo, se refería el hombre con pesar).

De entonces acá han pasado unos cuantos años y, en ciertos aspectos, las cosas no han ido a mejor. Posiblemente, igual que ocurre con los altibajos de la economía, que tras las vacas gordas suelen venir las flacas, la actitud social de la gente ante la vida también está afectada por ciclos; de hecho la historia nos muestra ejemplos de ello, ya sea a niveles nacionales, ya a una escala mayor (uno de los grandes cambios sociales que registran los libros fue el paso de ciertas culturas de la “edad oscura” al renacimiento). Pero yendo a lo local, al ámbito que directamente nos afecta, pues roza y hasta colisiona a veces con la educación que se esfuerzan en dar muchas familias a sus hijos, Cieza posiblemente se halle en un periodo de decadencia social, ¡cuidado!

Es cierto, y ustedes me darán la razón, que hay una pérdida de valores en general, y que los gobernantes incapaces, cada vez más inclinados por la ingeniería social que por el respeto a las tradiciones que armonizan con las leyes naturales, recurren muchas veces al ilusionismo engañoso de ofrecer nuevos derechos, sacados de la manga, para distraer al pueblo que sufre la carencia de aquel bienestar esperado, o prometido. Es cierto que, como ocurre en la “Canción del Pirata”, de Espronceda, cuyo personaje poético contiene las esencias puras de los “antisistema”, y habiendo vagado nuestro país durante cuarenta años por el desierto del pensamiento único, parece que en la actualidad más mediática no hay mayor dios que la Libertad. Y es no menos cierto también que aquellos hijos, educados en la ruptura del “renacimiento” español de finales de los setenta, cuando pasamos de golpe del “todo prohibido” al “todo permitido”, ahora tienen responsabilidades de educar a otros hijos, y muchas cosas, antes asentadas por principios que venían de nuestros padres y nuestros abuelos, parece que se les han escapado de las manos.

No se trata, centrándonos una vez más en nuestro pueblo, de ofrecer todos aquellos avances materiales que se consiguen con dinero (buenos paseos, magníficas aceras, excelentes servicios, adecuado urbanismo, suficientes infraestructuras o variadas programaciones culturales y festeras, por ejemplo), que eso está muy bien si se hace bien, pero que aparte hay algo más a tener en cuenta que incide en el bienestar social y en el elemental progreso humanístico de la gente: la buena educación y los buenos modales. Pues si no, ¿adónde camina una sociedad que, aun teniendo a su alcance toda clase de oportunidades, pierde el respeto y los buenos modales? 

Algunas personas mayores añoran los viejos tratados de urbanidad. Pero la vida, en general, ha cambiado y quizá ahora son otras las formas, mas el fondo es siempre el mismo: el tener claro qué está bien y qué está mal. No se han parado a pensar algunos padres sobre el efecto que puede producir en sus hijos un mal ejemplo en el ámbito familiar. No se han parado a pensar algunos docentes el daño social que están provocando cuando permiten a sus alumnos (niños y adolescentes de ambos sexos) que les tuteen y les traten como a “coleguillas”, arruinando la disciplina en las aulas y rebajando a la nada la figura capital del maestro. Cuando eso ocurre, lo demás puede venir luego por añadidura. Y lo demás puede ser el fracaso escolar, cuyos individuos serán carne de paro en el día de mañana; la violencia verbal, y a veces física, contra los maestros y profesores, la predisposición al vicio (alcoholismo y otras drogas), el maltrato de los bienes privados y públicos (suciedad y destrozo en las calles como signo evidente), dificultad para relacionarse y exigir sus derechos como ciudadanos ante las instituciones, nula conciencia del cumplimiento de sus deberes y falta de respeto al semejante.

Yo no llego al pesimismo de aquél, mi amigo, pero un poco de vergüenza ajena sí que he sentido en algún momento cuando personas de otros lugares han llegado a Cieza por primera vez. (Si supieran cómo un chico argentino, venido de un instituto público de Buenos Aires, contaba sus impresiones al llegar a un instituto público de aquí...) 

Mas me pregunto, ¿tienen responsabilidad en esto las administraciones, a través de sus servidores públicos? ¿Cuál es la vía para regenerar ciertos valores perdidos? ¿Cómo hacemos comprender que el vicio en la juventud de hoy es la puerta de muchos males en el futuro? ¿Podemos aspirar los ciezanos a una sociedad con mejores modales? 
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19/1/08

Por una Cieza limpia



Educar, concienciar y limpiar. Lo voy a decir otra vez: educar, concienciar y limpiar. ¿Es que no hay forma de que Cieza deje de ser un pueblo sucio, en comparación con otros de nuestra Región? ¿Es que es eso tan difícil? ¿Es tan complicado que a la gente le entre en su cabeza que no hay que tirar porquería por la calle, ni en el entorno del casco urbano? Volvemos a lo mismo: no basta con tener un ejército de barrenderos, aunque en otros pueblos los he visto a cualquier hora del día y en cualquier día de la semana. Pero aún así no basta si la gente de aquí es completamente desaseada, por decir una palabra fina.

Llevo veinte años, qué digo veinte, ¡toda mi vida!, viendo y viviendo una Cieza sucia: antes eran los cagajones de las bestias y las cacarrutas de las cabras, cuando estaba medio pueblo sin asfaltar y éramos todos mucho más pobres; y ahora son lo zurullos de los perros por las aceras; las manchas de los chicles tirados sobre el pavimento; las cáscaras de las pipas que la gente come por todas partes y escupe como los hámster; las colillas; los papeles y bolsas de plástico de toda clase; los panfletos publicitarios del buzoneo, que constituyen una nueva contaminación; los desperdicios de las mesas de algunas terrazas céntricas; los residuos de basura esturreados por el suelo en muchos puntos de recogida, con sus manchurrones correspondientes en el pavimento y su mal olor; las botellas dejadas junto a los contenedores del vidrio en lugar de echarlas dentro de éstos; los chorretes de helado o de bebida desparramados; los orines de los perros, o de los fulanos sin pudor; y hasta las vomiteras de los borrachuzos de fin de semana (disculpen la crudeza de los términos, pero es lo que hay).

Miren lo que les digo: la gente de aquí está tan desconcienciada sobre este asunto que ha llegado a pensar que esto es la normalidad (a lo mejor necesitaría ver otros pueblos para que se le abrieran los ojos). Les cuento: Esquina del Convento, señora con niño de la mano saca el último cigarro y tira el paquete al suelo como lo más normal del mundo, le llamo la atención: “señora se le ha caído”; responde ella: “lo he tirao, está vacío”, y me mira como a un bicho raro. Otra: bancos bajo la pérgola de la Esquina del Convento, pareja joven con perrazo enorme, sacan un bote de potingue y se lo vacían al can sobre el pavimento para que se lo coma a lengüetazos, les llamo la atención, ellos, mirándome como a alguien que no está bien de la olla, intentan recoger el potingue con un papel, empringando mucho más las losas de granito.

Aquellos zagales que no fueron educados en este sentido, son ahora padres incapaces de transmitir valores de los que carecen. Educar, concienciar y limpiar, por ese orden, si no, no llegaremos a ninguna parte; de lo contrario no sacaremos nunca los pies de las aguaderas. Resulta que aquellos zagales, a los cuales sus padres no supieron educar en este sentido, se han hecho hombres y mujeres, y son ahora padres de otros niños a los que ellos son incapaces de transmitir ciertos valores que no mamaron. Alguien tendrá que romper la cadena. Los poderes públicos, como el médico, sabrán lo que tienen que hacer. Los resortes sociales están ahí, sólo hay que saber tocarlos. Los medios públicos están ahí, basta con saber utilizarlos. Lo primero de todo educar, para enseñar a quienes no saben distinguir aquello que está bien de aquello que está mal; después concienciar, para que nos sintamos orgullosos y libres de pasear y de habitar en una Cieza hermosa y aseada; y por supuesto limpiar sin demora, para hacer ver a quienes ensucian que ése no es el hábitat urbano o paisajístico que queremos, ni el que los ciezanos nos merecemos. He dicho.
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5/1/08

Deseos para la ciudadanía


Creo que es fundamental para el buen comienzo de este año 2008, el proclamar los mejores deseos para todos. Aparte de la salud, que es primordial, y del amor en todas sus vertientes (“ama y haz lo que quieras, dijo San Agustín”, y se quedó tan fresco), el dinero es lo de menos, y si no que se lo pregunten a los ricos, o a lo políticos bien apalancaos, como el Solbes ese, que aunque suban los precios de los productos básicos una barbaridad, él está tan feliz y dice que no hay que darle mayor importancia al asunto, que comamos conejo, aunque sea el de la Loles.

En fin, un buen deseo para este año que empieza sería el que no muriesen más mujeres a manos de hombres desalmados. Aunque este gravísimo asunto, mal que nos pese, no se esté tratando por parte de los poderes públicos con la suficiente eficacia. Y si no, hagan ustedes la prueba: llamen al 091 y digan que han visto a un terrorista: un etarra o un morazo, da lo mismo, ya verán el operativo que se monta en un pispás; pero si la denuncia es porque un fulano está maltratando a su mujer, incluso con reincidencia y con amenazas de muerte, la cosa se toma con más calma. ¿No debería considerarse legalmente este género de violencia como una de las formas más abyectas de terrorismo?

Otro buen deseo para el año nuevo es que no se mate la gente en los accidentes de circulación, aunque aquí hay que distinguir entre los que se matan ellos solicos por su mala cabeza, los que tropiezan con la fatalidad del destino, y los que mueren por culpa de otros. Ya sé que el Gobierno gobernante ha echado las campanas al vuelo por el descenso de víctimas en el 2007, pero aún son demasiadas muertes y demasiada violencia sobre el asfalto, teniendo en cuenta que en una gran parte de los casos, éstos deberían tener el tratamiento de homicidios.

Y ya otras menudencias serían: que tengamos trabajo para todos; que los promotores de viviendas se encuentren con el agua al cuello de los pisos sin vender y tengan que bajarse de la burra; que los gobernantes gobiernen y no se pasen el tiempo haciendo oposición a la oposición, ¡y no se encoraginen tanto con los obispos, leñe!, ¿o es que esperaban de la Iglesia mayor adhesión al orgullo gay?; que sea verdad que conceden más becas a los estudiantes que lo necesitan y no estemos hambreando en estos temas tan importantes para el futuro de nuestra sociedad; que se mejore el sistema educativo y el Gobierno cumpla la promesa que hizo de poner en los colegios un ordenador por cada dos alumnos; y que llueva para todos, incluso para los catalanes y los aragoneses, que no permiten darnos ni una sed de agua. Ah, y que leamos más libros, porque eso nos hará más libres.

Y para este pueblo nuestro, qué quieren que les diga: que los padres eduquen bien a sus hijos, que los maestros enseñen cada vez mejor a sus alumnos, que seamos respetuosos con el prójimo y con el medio ambiente, que a los representantes de la ciudadanía les ilumine el bien hacer, y que la gente tenga un poco de vergüenza y no permita que sus perros caguen por las aceras para que no tengamos que llevar cada ciezano un poco de mierda en los zapatos. ¿Es mucho desear?
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29/4/07

Los falsos derechos



Hay una cosa que deseo comentarles esta semana y que a mí últimamente me llama mucho la atención: se trata de las personas o grupos de personas que se creen con derecho a algo, coartando la normal libertad del prójimo; que piensan poseer derechos para hacer ciertas cosas o para actuar de determinada manera, aunque esto colisione con la elemental calidad de vida de los demás. Y no me refiero a colectivos profesionales, ni a formaciones políticas o religiosas (no está el horno para bollos), ni a grupos de individuos de determinada orientación sexual o que se buscan la vida comerciando con sus cuerpos (dios me libre), ni a cualesquiera agrupaciones de personas que les une cierta actividad o afición en la vida.

Me vengo a referir más bien a la gente corriente, a las personas que uno se topa en cualquier sitio, ya sea yendo por la calle, ya en locales públicos, o ya en lugares fuera del pueblo.

¿Qué derecho creen tener, por ejemplo, los conductores de los vehículos que obstaculizan los accesos para discapacitados de las aceras? ¿Por qué piensan ellos que su coche tiene primacía sobre las personas? Y yo no creo que los hombres o mujeres con discapacidad tengan derechos especiales en ese aspecto: simplemente poseen el derecho natural a poder moverse y entrar o salir de los locales públicos; como todos los demás; nada del otro jueves. Sin embargo, y ahí es donde voy, quienes estacionan sus vehículos en las esquinas, taponando el libre tránsito de peatones, a lo mejor lo hacen en aras de un derecho que cree poseer; a lo mejor piensan que como pagan impuestos por sus “carros” (me gusta el español de América), pueden coartar a su antojo la libertad de desplazamiento de las personas. ¡Pues no! Están equivocados. Y lo mismo de equivocados están los que colocan sus motos sobre las aceras, interrumpiendo el paso de las personas (no digamos de los ciegos, que también poseen los mismos derechos a caminar por las vías públicas peatonales). Y exactamente igual de equivocados están los que invaden con los coches las aceras y obligan a los peatones a caminar por la calzada. ¿Qué derecho cree que le asiste al fulano que sube el todoterreno encima de una acera mientras va a tomarse una caña, a sacar una película del “videoclub” o a comprar tabaco? Pero claro, como algunas veces parece que aquí no hay ley…

Es un error. No hay distintos derechos de fumadores y de no fumadores, como no hay distintos derechos de “empinadores de codo” y de abstemios. ¿Qué derecho suponen tener quienes molestan adrede con los ruidazos de sus asquerosas motos? Están muy equivocados. El que no les meta mano de una vez la policía y les obligue de forma coercitiva a cumplir las correspondientes normas sobre contaminación acústica, no les da ningún derecho a causar molestias a las demás personas.

¿Qué derechos se han creído que tienen los que sacan los perros para que hagan sus necesidades en la vía pública, o en los parques donde van a jugar los niños? ¿Por qué piensan ellos, en su torpe ignorancia, que las demás personas están obligadas a soportar las meadas y las cagadas de sus animales? Si desean tener perro, que lo enseñen para que todo quede en casa, y si no, a la Atalaya, que hay anchura. El que ni dios se meta con ellos, no quiere decir que les asista algún derecho sobre los sufridos viandantes.

¿Y qué derechos creen tener las personas que fuman, cuando se permiten viciar el aire en ciertos lugares donde tenemos que respirar los demás? ¿Cómo se les ocurre a algunos hablar de “derechos de los fumadores”? Es un error. No hay distintos derechos de fumadores y de no fumadores, como no hay distintos derechos de “empinadores de codo” y de abstemios. Todas las personas poseen el derecho natural, y constitucional, a respirar aire limpio. El que alguien, voluntariamente, se “coloque” inhalando humo tóxico, se ponga a gusto pimplando con una litrona o practique el onanismo al sol, no le da ningún derecho especial ante los demás, ni mucho menos sobre los demás.
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LOS DIEZ ARTÍCULOS MÁS LEÍDOS EN LOS ÚLTIMOS TREINTA DÍAS

Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"