INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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4/2/24

Canteras, hornos y yeseros

 .

Hornos en la antigua cantera de yeso de Los Villa, en la Punta del Ripión

Uno de los minerales, aprovechables desde el punto de vista de la industria, más abundante del término municipal de Cieza es el yeso. En la naturaleza se encuentra en forma de rocas, que contienen, en mayor o menor porcentaje, «sulfato de calcio hidratado». Esto es el yeso, cuya fórmula química es muy sencilla (SO4Ca+2H2O), pero esconde un misterio desde el día de la creación: cada molécula de yeso contiene atrapadas en su interior dos moléculas de agua, ¡qué cosa más chocante! Es por eso que la piedra del yeso, una vez arrancada de las canteras, a pico y barreno, hay que «quemarla», es decir, deshidratarla, hacer que se evapore el agua de sus entrañas moleculares; y es por eso que una vez obtenido el yeso en polvo (el que venden en saquitos), este tiene gran avidez por tomar esa agua que «echa de menos» en su composición química, de forma que en cuanto los albañiles lo amasan, fragua y se endurece con rapidez.

Desde antiguo se sabía eso anterior, aunque no se tuviera conocimiento exacto del porqué. Desde tiempos ancestrales se daba por seguro que la piedra de yeso había que quemarla en hornos durante horas, para que luego, machacada y precariamente molida, tuviera utilidad en la construcción. Hablamos de épocas en que no se manejaba el cemento (los romanos sí utilizaba un tipo de cemento de excelente calidad para sus obras: he ahí el Panteón de Agripa, en Roma, cuya cúpula de hormigón sin armadura sigue siendo, tras dos mil años y sus 43 metros de diámetro, la más grande del mundo) y los muros de piedra de las casas, tanto del campo, como las del entorno urbano, se levantaban a base de utilizar el yeso como mortero para unir la piedra. Es más, en edificaciones pobres: casetas del campo, corrales de ganados, cochiqueras para cerdos, tapias, muretes, vallas de obra, brocales de aljibes u hornos para cocer el pan, se le añadía tierra, arcilla, al yeso, resultando un mortero de peor calidad y menos duradero en el tiempo, pero que bastaba para la utilidad deseada.

¿Dónde tenemos piedra yesosa y vestigios de canteras? Pues en muchos lugares. En la misma zona de la Atalaya, el Cabezo del Molinero o el Cabezo de la Carrasca, existen, aquí o allá, reductos de pequeños hornos de yeso de utilización «casera», reducida, a pequeña escala; es decir, alguien de por esos andurriales necesitaba construir un establo, una tenada, o una marranera, pues se gobernaba un hornico, excavando en un desnivel del terreno y forrándolo interiormente de piedra caliza, cuyo resultado diera un cilindro, y ya estaba listo para quemar el mineral de yeso, que luego, machacado con un marro y garbillado, transportaba en capazos o en el serón de una mula. Y aunque el tiempo y la vegetación se han comido muchos de estos pequeños y antiguos hornos ocasionales, si nos fijamos bien, todavía son localizables algunos; también los hay en otros parajes; incluso en la Sierra del Oro se puede advertir que hubo aprovechamientos de piedra de yeso, quizá por gentes de la zona, que normalmente no transportaban la piedra cruda, sino ya «cocida» a pie de cantera.

Sin embargo, además de estas pequeñas «explotaciones» de particulares para sus pequeñas necesidades (la medina árabe de Siyâsa, en su paulatino crecimiento urbano en la abrupta ladera del Cerro del Castillo, es evidente que utilizó el yeso, en buena parte mezclado con tierra, para la construcción de sus casas), además —decimos— de esos aprovechamientos individuales, sabemos que hasta no hace demasiadas décadas, en Cieza hubo una gran tradición de industria yesera. Estas fábricas de yeso se encontraban en diversos lugares del pueblo y derredores (la última y más importante estuvo ubicada en el paraje Los Prados, a la izquierda de la carretera nacional, dirección Madrid, y perteneció a varios profesionales del ramo de la yesería, siendo «El Pavo» uno de los principales); cuya piedra de todas ellas procedía de la zona de la Herrada y monte de La Serreta, tanto en su cara sur, en la cima y en la vertiente norte, cayendo sobre las Maridías.

Por citarlas con un orden (cantera e industria), mentamos primero las de los Migaseca, cuya cantera y algunos hornos de quemar la piedra podemos ver, justo en el Collao del Ginete, por donde ascendía una vereda en tiempos de la trashumancia ganadera; y, aunque este industrial tenía también horno y molino a la salida del pueblo por la Carretera de Madrid, pasado el camino de la Ermita, allí, en el mentado Collao del Ginete, no era mal lugar para cocer el mineral con el combustible más a mano: la leña de propio monte que la rodea; luego, la piedra, ya deshidratada, la traían al pueblo con carros y la molían en su fábrica que hemos mencionado.

Otra importante industria era la de «Yesos la Carmen», cuya cantera, enorme, se hallaba en la cima de La Serreta, cercana al observatorio forestal; mientras que su horno y molino industriales estaban en un camino que nacía en la Gran Vía, por la esquina del Bar Perío, y que hoy es la calle Hermanos Templado. Otra importante cantera e industria (todo en el mismo lugar) era la de Chápuli, a la que se llegaba por la parte de atrás de la Casa de la Magdalena (luego y ahora, Casa del Tardío). Allí, en esta de Chápuli, que hace bastantes años pasó a ser una casa privada, donde se pueden ver los hornos conservados, la piedra quemada se machacaba en una era y se molía con un rulo, un poco a lo basto (eran tiempos antiguos).

Subiendo la Cuesta de la Herrada y pasando el paraje de la Fuente del Rey, a la derecha de la Carretera de Mula se hallaban la cantera y hornos de Los Villa, de los mejores conservados (allí están para verlos); aunque ellos tenían su industria en el Camino de la Estación. Y ya, como industriales potentes del yeso, estaban Los Pavos, cuyas industrias, con hornos y molinos, estaban en paraje la Fuente, junto a la vía, y cuyas canteras, dos grandísimas, estaban  también en la Herrada, cercanas al camino del Collao Ocasión (aún están allí los zulos de custodiar la dinamita); y otra tercera en la vertiente norte del monte, dando vista a la Casa de las Maridías.
©Joaquín Gómez Carrillo 

 

3/10/21

La Ruta del yeso

 .

Hornos de «cocer» piedra de yeso en el paraje Punta del Ripión

En Cieza son varios los parajes de nuestro término municipal en los que se puede encontrar mineral de yeso, incluso en forma de cristales, blancos, traslúcidos, que se rompen con facilidad (el yeso es el segundo mineral más blando en la escala de Mohs). ¿Qué es el yeso? El yeso es sulfato de calcio dihidratado (su fórmula, «CaSO4+2H2O», contiene dos moléculas de agua; es por eso que una vez deshidratado en hornos, el yeso en polvo tiene gran avidez por recuperarlas y fragua rápido con el agua).

Pues como decía, no es difícil hallar por muchos lugares trazas de pequeños hornos, construidos en otro tiempo, quizá con el objeto de obtener el suficiente yeso para levantar las tapias de un corral, los muros en basto de una casa, o quién sabe si tan solo una marranera. De tal manera que podemos ver restos de estos hornos por detrás de la Atalaya, por la zona de las Maridías, por la Sierra del Oro, etc.

Pero en mayor medida, los grandes filones de mineral de yeso se hallan en la zona de la Herrada y el monte de la Serreta, donde aún se conservan los vestigios de importantes canteras abandonadas y de viejos hornos de «cocción» de la piedra a nivel industrial. Sepan que Cieza tuvo un potencial en la industria yesera y fueron muchos, mujeres y hombres, los dedicados a la explotación de dicho recurso natural. Al respecto, no estaría mal limpiar y señalizar estos lugares, librarlos de basuras y catalogarlos de cara a que las nuevas generaciones de nuestra ciudad, o visitantes de otros lugares, fueran conscientes de esta riqueza y este potencial industrial extinto, del que ahora no queda absolutamente nada (el yeso necesario para cualquier obra lo han de traer de fuera).

En este sentido me atrevería a marcar una «Ruta del yeso» para conocimiento de todos: Subiendo por la carretera de Cieza a Mula, justo en el llamado «Collao de Ginete», podemos ver la cantera de los Migaseca y sus hornos. Pues algunos industriales yeseros, con criterio de eficiencia económica, «cocían» el mineral in situ, donde abundaba la leña; para luego transportar la piedra, ya deshidratada, al molino situado en su industria del pueblo, que en el caso de los Migaseca se hallaba junto a la Carretera de Madrid, pasado el camino de la Ermita, a la izquierda.

Continuando dicha carretera de Mula, un camino sube hasta lo alto del monte de La Serreta, y en un collado con vistas al el Cerro de las Beatas, y no lejos del actual «observatorio forestal», se hallaba otra importante cantera de yeso: la conocida como de «La Carmen», cuyo horno y molino industrial estaba en el pueblo, situado en lo que ahora es la calle Hermanos Templado, a la derecha según se entraba desde la Gran Vía, esta es una inmensa cantera con sus «zulos» blindados para los explosivos.

Siguiendo adelante, junto a la llamada en los mapas «Casa de la Magdalena» (habitada desde hace décadas por la familia de «el Tardío»), un camino se desvía por la derecha y nos conduce a la que fuera «Casa del Coto de Chápuli», con sus hornos de quemar piedra reconstruidos, donde antaño obtenían el yeso machacándolo allí mismo, a base de almainas y rulos en una especie de era; tras la casa y hornos está la cantera.

Continuando por el mismo camino en dirección al «Collado de Ocasión» y Presa del Cárcavo, nos topamos con las canteras de los Pavo, de las cuales, durante muchos años, estuvieron arrancando piedra de yeso y transportándola a diario con sus camiones hasta las industrias, que se hallaban en el paraje de la Fuente del Ojo; la una en alto, junto a la reguera que llevaba el agua al Molinico de la Huerta; y  la otra abajo, donde en la actualidad funciona como almacén de materiales de construcción. Durante un tiempo éstos medraron lo bastante en la industria del yeso y, en sociedad con otras personas del ramo, pusieron en marcha una fábrica en el paraje de Los Prados; la cual luego sería desmantelada y derruido el edificio.

Restos de otra cantera, con sus hornos de cocer la piedra in situ, se halla también junto a la misma carretera de Mula, en el paraje «Punta del Ripión», no lejos de la antigua «Venta de Palomín». De esta extraían la piedra «Los Villa», otros industriales ciezanos del yeso, que tenían su almacén de materiales, y hornos, en el Camino de la Estación.

He de apuntar que en las citadas canteras, hoy en día, desiertas y abandonadas por no existir ya en Cieza fabricación alguna de yeso, la roca era arrancada a pico y barreno, con explosivos. Los barreneros trabajaban de forma manual, con el marro, el puntero y la barrena (salvo en los últimos tiempos), picando pacientemente hasta horadar la piedra en los puntos adecuados para desgajarla; luego metían la carga de dinamita, atacaban los cartuchos con una barra que tenía la punta de cobre para evitar chispas y esperaban a la una de la tarde (ellos la llamaban la «hora de la pega»), cuando encendían todas las mechas y se ponían a cubierto. Entonces comenzaba a oírse en varios kilómetros a la redonda el rumor de un bombardeo procedente de todas las canteras, detonaciones que servían como señal horaria para dar de mano en las labores del campo y ponerse a comer lo que se llevara en la capaza del recado.

©Joaquín Gómez Carrillo

 

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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"