Hay una cosa que deseo comentarles esta semana y que a mí últimamente me llama mucho la atención: se trata de las personas o grupos de personas que se creen con derecho a algo, coartando la normal libertad del prójimo; que piensan poseer derechos para hacer ciertas cosas o para actuar de determinada manera, aunque esto colisione con la elemental calidad de vida de los demás. Y no me refiero a colectivos profesionales, ni a formaciones políticas o religiosas (no está el horno para bollos), ni a grupos de individuos de determinada orientación sexual o que se buscan la vida comerciando con sus cuerpos (dios me libre), ni a cualesquiera agrupaciones de personas que les une cierta actividad o afición en la vida.
Me vengo a referir más bien a la gente corriente, a las personas que uno se topa en cualquier sitio, ya sea yendo por la calle, ya en locales públicos, o ya en lugares fuera del pueblo.
¿Qué derecho creen tener, por ejemplo, los conductores de los vehículos que obstaculizan los accesos para discapacitados de las aceras? ¿Por qué piensan ellos que su coche tiene primacía sobre las personas? Y yo no creo que los hombres o mujeres con discapacidad tengan derechos especiales en ese aspecto: simplemente poseen el derecho natural a poder moverse y entrar o salir de los locales públicos; como todos los demás; nada del otro jueves. Sin embargo, y ahí es donde voy, quienes estacionan sus vehículos en las esquinas, taponando el libre tránsito de peatones, a lo mejor lo hacen en aras de un derecho que cree poseer; a lo mejor piensan que como pagan impuestos por sus “carros” (me gusta el español de América), pueden coartar a su antojo la libertad de desplazamiento de las personas. ¡Pues no! Están equivocados. Y lo mismo de equivocados están los que colocan sus motos sobre las aceras, interrumpiendo el paso de las personas (no digamos de los ciegos, que también poseen los mismos derechos a caminar por las vías públicas peatonales). Y exactamente igual de equivocados están los que invaden con los coches las aceras y obligan a los peatones a caminar por la calzada. ¿Qué derecho cree que le asiste al fulano que sube el todoterreno encima de una acera mientras va a tomarse una caña, a sacar una película del “videoclub” o a comprar tabaco? Pero claro, como algunas veces parece que aquí no hay ley…
Es un error. No hay distintos derechos de fumadores y de no fumadores, como no hay distintos derechos de “empinadores de codo” y de abstemios. ¿Qué derecho suponen tener quienes molestan adrede con los ruidazos de sus asquerosas motos? Están muy equivocados. El que no les meta mano de una vez la policía y les obligue de forma coercitiva a cumplir las correspondientes normas sobre contaminación acústica, no les da ningún derecho a causar molestias a las demás personas.
¿Qué derechos se han creído que tienen los que sacan los perros para que hagan sus necesidades en la vía pública, o en los parques donde van a jugar los niños? ¿Por qué piensan ellos, en su torpe ignorancia, que las demás personas están obligadas a soportar las meadas y las cagadas de sus animales? Si desean tener perro, que lo enseñen para que todo quede en casa, y si no, a la Atalaya, que hay anchura. El que ni dios se meta con ellos, no quiere decir que les asista algún derecho sobre los sufridos viandantes.
¿Y qué derechos creen tener las personas que fuman, cuando se permiten viciar el aire en ciertos lugares donde tenemos que respirar los demás? ¿Cómo se les ocurre a algunos hablar de “derechos de los fumadores”? Es un error. No hay distintos derechos de fumadores y de no fumadores, como no hay distintos derechos de “empinadores de codo” y de abstemios. Todas las personas poseen el derecho natural, y constitucional, a respirar aire limpio. El que alguien, voluntariamente, se “coloque” inhalando humo tóxico, se ponga a gusto pimplando con una litrona o practique el onanismo al sol, no le da ningún derecho especial ante los demás, ni mucho menos sobre los demás.
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