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Libro compuesto por cuatro relatos ficticios, independientes, aunque con algunos personajes en común, que tratan sobre cosas que sucedían en años de guerra y posguerra, en un pueblo de la España gubernamental
Hay libros que se hace necesario escribirlos e imprescindible leerlos; «Calle Libertad» quizás sea uno de ellos. No se trata de una obra inocente, ni tampoco partidista; su contenido no amplifica unos hechos poniendo sordina a otros; simplemente se trata de literatura de ficción basada en sucesos reales, objetivos. Es verdad que en el libro se habla de cosas que ocurrían en tiempos terribles de guerra civil y de posguerra, pero aquellos acontecimientos de hace casi noventa años han adquirido ya cierto rango literario, lo mismo que existieron animales con funciones vitales como nosotros y el paso del tiempo los convirtió en piedra, haciéndolos fósiles.
¿Qué encontramos en Calle Libertad? Los lectores van a enfrentarse con narraciones costumbristas que dan importancia a cómo se vivía en la época; con relatos que describen oficios y tareas de entonces; con situaciones que echan en cara los corsés sociales de las tradiciones antiguas, que reflejan las profundas brechas sociales entre ricos y pobres, entre señoritos y medieros o entre hombres y mujeres. Y todo eso tomando como eje argumental algunos de los hechos reales, incuestionables, que sucedían en aquellos años tan difíciles. Encontramos también a mujeres y hombres que luchan sencillamente por vivir, mujeres y hombres inmersos en una sociedad enferma y damnificada: la que imperaba en los pueblos de la España cicatera y analfabeta de los años treinta, que soñaba con despertar un día de ser pobre y se halló inmersa en una guerra.
En Calle Libertad descubrimos que hubo un tiempo de fracaso de la convivencia entre las personas y de ruptura de normas cívicas y morales, y hallamos con estupor que eso, hace ya la friolera de casi noventa años, ocurrió aquí mismo, en nuestra vecindad, en nuestro pueblo, en nuestra región, en nuestro país: fue la Contienda Nacional. Entonces la gente sencilla, la humilde, la trabajadora, vivía con el temor acuestas, pues en una guerra civil el enemigo puede ser tu vecino, tu hermano o tu propio amigo.
¿Cómo se gesta este libro? Calle Libertad es tan solo un fragmento de la gran literatura por escribir de un pueblo. Los relatos y las novelas se gestan en la cabeza durante años; a veces se crece con ellos. La raíz hay que buscarla en las abuelas, en las historias de junto al fuego de la niñez. Aquello era como viajar en el tiempo; muchos, así crecimos: escuchando, emocionados, el verbo de los viejos. Pues la historia de los pueblos adquiere verdadero valor literario con la transmisión oral de nuestros mayores; ahí comienza a formarse la verdadera literatura, en las faldas de nuestras abuelas.
El libro ya está a la venta en las librerías de Cieza. Algunas personas me dicen: «¿Habrás contao lo que hicieron en los dos laos?». Yo los veo venir: son los que se preocupan porque se diga todo, sin tapujos, tanto de tirios como de troyanos. Otras gentes no son de ese parecer y prefieren amplificar unas cosas y poner sordina a otras, pues aseguran que no hubo, ni hay, equidistancia entre tirios y troyanos. Luego existe una gran masa de población —lo he observado— que no anda en esas disquisiciones, es la misma que en el treinta y seis solo le preocupaba vivir. Posiblemente mi libro Calle Libertad no guste mucho a los dos primeros grupos, pero en su lectura disfrutará el tercero y último —estoy seguro—, pues además, leer también es vivir
¿Qué significado tiene el título del libro? —me preguntan—. Es tan solo un guiño a mi pueblo de entonces, un homenaje. El narrador cuenta estas historias pensando en aquella Cieza de los años 20, 30 ó 40, que en poco tenía que ver con la de ahora; eran otras gentes, otro pueblo, otra ciudad: con olor a balsa de cocer esparto, con ruido de mazos de picar esparto y oscuras mujeres haciendo lía con esparto. Pero una de las avenidas principales, que además era la travesía de la carretera nacional, llevaba el hermoso nombre de Libertad: «Calle Libertad» —hoy en día es el Camino de Murcia—. Por esta calle, donde existió la famosa Fonda del Tripa, a la que acudían las cupletista y los toreros, pasó en 1931 el rey Alfonso XIII, como un fugitivo a deshoras de la noche, camino de su exilio; por esta calle, en 1936, discurrió la caravana de camiones cargados con el tesoro nacional del Banco de España, con destino a Rusia; por ella pasó, en 1937, el convoy militar, que circulaba de noche y con las luces apagadas, transportando explosivos para aprovisionar al monstruo de la guerra, y cuyo último vehículo, un camión «ЗИС» ruso (un «Tres Hermanos Comunistas», que decían con guasa), cargado hasta arriba de bombas, chocaría con el tren Correo en el paso a nivel de Los Prados; y por la Calle Libertad, como un sarcasmo del destino de aquella España doblemente triste por violenta y pobre, llevaban a los detenidos a la cárcel, que estaba en la Calle Libertad.