Foto de grupo realizada por Pascual B.L. |
Entre las cosas que nos hacen ser lo que somos en este mundo, sin duda alguna están los recuerdos, el saber en todo momento quiénes somos, de dónde venimos y cuál ha sido nuestra trayectoria vital a lo largo del tiempo. Nuestra memoria, en definitiva, es lo que nos hace personas.
Pero también está la memoria colectiva, la que compartimos con amigos y compañeros, la que se complementa entre todos juntos cual piezas de un gran puzle invisible y nos da personalmente el placer y la seguridad de pertenencia a grupo.
Parece que fue ayer tan solo, aunque hace nada más y nada menos que 50 años, cuando comenzamos el bachillerato en aquel instituto, llamado entonces “Laboral” (aunque por aquel tiempo la gente mayor aún no había perdido la costumbre de decir “Los Salesianos”, por el frustrado proyecto original de colegio religioso de artes y oficios), que se hallaba en el confín del pueblo, más allá del ensanche, junto a las oliveras, y al que se llegaba por unas calles recién trazadas, llenas de barro con las lluvias de invierno o polvorientas y plagadas de cagarrutas de los ganados de cabras el resto del año.
Mas entonces apenas éramos unos niños, algunos con diez añicos recién cumplidos, unas criaturas, cuya afición en cualquier rato libre no era otra que jugar a la pelota en los patios de recreo del instituto, en los descampados y solarones o en el mismísimo atrio de la iglesia de San Juan Bosco. Sin embargo, ahora constatamos con asombro que el tiempo ha pasado, dejando huella en el alma de todos (y en la cara que es su fiel espejo). Pero aun así insistimos en comprobar con emoción, a través de nuestra amistad imperecedera y de nuestros recuerdos compartidos, que nosotros, los de entonces, quizá todavía en algunos aspectos, sigamos siendo los mismos.
Por ese motivo el día 25 de noviembre de 2018, un grupo de aquellos alumnos de la clase de Primero A, del curso 1968-1969, nos reuníamos para celebrar una comida fraterna. También se unían a este gozoso evento otros compañeros que, llegados en su día de otros colegios de enseñanza secundaria de Cieza, formarían parte de nuestra promoción. Y todos juntos atesoramos “proindiviso” una memoria colectiva: la correspondiente a aquella aventura de los años que pasamos en el instituto, de la convivencia y los lazos de amistad que se desarrollaron entre nosotros, del conocimiento y la experiencia que recibimos de parte de aquellos profesores que, a su manera los pobres, nos encaminaron a ser hombres. (Huelga decir que no existían las clases mixtas, y, ni siquiera en el recreo podíamos compartir zonas comunes, cuya frontera invisible entre ambos espacios no podíamos traspasar bajo ningún concepto).
En dicha comida de hermandad tuvimos la suerte de poder compartir afectos y fiel camaradería los siguientes compañeros: Pascual B.L., Manuel B.A., Fernando A.A., Mariano L.O., Paco M.R., Paco M.E., Juan L.M., Juan L.L., Ángel L.M., Jose Antº B.H., José C.C., Andrés M.M., Juan M.M., Félix Cesáreo G. de L., Rafael P.E., Francisco A.L., Antonio C.L., José Luis D. de A., Jesús G.V., Juan G.M., Jesús B.A., Melchor A.M. y yo mismo.
Antes del inicio del ágape, tuve el honor de leer un breve discurso introductorio para recordar, principalmente, los nombres de aquellos alumnos de nuestra promoción que han sucumbido en el azaroso camino de la existencia humana. Estos inolvidables compañeros, cuyo recuerdo propuse honrar con especial cariño, no como el de los hombres que llegaron a ser luego en la vida, sino como el de los alumnos que un día fueron entre nosotros en aquel lejano curso de hace ahora la friolera de diez lustros. Ellos son: José Luis. M.B., Jesús C.M., Constantino E.T., Pedro G.S., Lorenzo G.S. y Paco C.G.
Durante unas horas compartimos el mejor ambiente de confianza y alegría, nos hicimos fotos, contamos anécdotas y yo, humildemente, leí a los postres un breve resumen biográfico para citar a nuestros inolvidables profesores que nos impartieron las materias, mientras nuestro inestimable compañero Pascual B.L. nos hacía un reportaje de lujo.
Además tuvimos la suerte de que apareciera fortuitamente en el lugar mi amigo Fernando Galindo, quien gustosamente nos hizo unas fotografías.
Luego, mientras el sol buscaba la noche por las crestas del Almorchón, nosotros, despacio, enredados de abrazos y buenos deseos de volver a vernos en el futuro, nos fuimos despidiendo con el firme propósito de repetir el encuentro.
©Joaquín Gómez Carrillo
* Ver galería fotográfica y primer vídeo
* Ver segundo vídeo del encuentro
* Ver artículo "Qién recuerda 1968?"
* Ver segundo vídeo del encuentro
* Ver artículo "Qién recuerda 1968?"
(Los vídeos han sido realizados por Pascual Ballesteros lópez, siendo estos por tanto de su autoría y propiedad).
Extraordinario comentario amigo mío. en tus letras está el poso que deja el recuerdo, y que tú con tu rica prosa sabes como nadie plasmar. Sirvan pues tus palabras para que los lazos de amistad queden prietos para siempre
ResponderEliminarMuchas gracias Manolo por tu amable comentario. Alguien dijo que individualmente somos perecederos y todos juntos, inmortales. Mas la verdadera amistad durará siempre, como la hierba.
ResponderEliminarUn abrazo fraternal.