INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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26/7/17

Nunca es tarde

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Lavadero de la Fuente del Ojo, rescatado del olvido y con la reconstrucción de una nueva cubierta parecida a la original.
He visto la reconstrucción del histórico lavadero público “La Fuente del Ojo” y, como decía mi abuela: “Nunca es tarde si la dicha es buena”. ¿Cuántos años llevaba eso caído, convertido en basurero, sepultado, olvidado…? Durante décadas, que se dice muy pronto, eso ha sido el exponente del abandono y la desidia más absolutos. Pero menos mal que ha llegado el momento de rescatar del olvido y del subsuelo el lavadero de la Fuente del Ojo. ¡Bien! También hay que decir que se empezó a trabajar en ello hace unos cuantos años mediante una escuela taller, quizá por el 2008, y fue una labor importante el desenterrar intactas las pilas de lavar: las dos largas (longitudinales) y el aclarador al fondo (transversal).
         He visto que no se ha recuperado el “Ojo” o lugar del manantial, donde se bañaban en cueros vivos los chitos de los Casones o se metían con las enaguas algunas jóvenes lavanderas cuando les apretaba la calor. Pero claro, el Ojo no era más que un agujero natural entre rocas por donde afloraba el caudaloso manantial cuya agua, tras abastecer el lavadero, movía el Molinico de la Huerta y llenaba el “Pantano”, un gran embalse del que partía una kilométrica red de regueras a través de las cuales se regaban por tanda cientos de tahúllas de olivares; pero eso era antes de que se esquilmara mediante profundas perforaciones el riquísimo acuífero que había bajo la Sierra de Ascoy, y todo para un regadío agrícola insostenible.
         He visto que tampoco se ha reconstruido la casa del guarda de la Fuente, que formaba parte del conjunto arquitectónico y era un elemento explicativo de cómo funcionaba el lavadero en aquellos tiempos, en los que la afluencia de mujeres era tal, que a veces el vigilante tenía que dirimir disputas sobre los lugares a ocupar en la pila u otras circunstancias.
         Y he visto que se ha prescindido de dos elementos nobles en la reconstrucción: el ladrillo moruno con que estaban levantadas las pilastras originales que soportaban la cubierta y la madera que formaba el armazón sobre el cual iba el tejado de tejavana; por lo que, así a primera vista, da un aspecto de “chambao”. Menos mal que han utilizado la teja plana, como en el tejado original, porque, ¡anda!, que si llegan a poner uralitas, apaga y vámonos…
         Pero en líneas generales, yo, que tanto he criticado en mis artículos y relatos la dejadez y el abandono por muchos años de La Fuente del Ojo, estoy contento. Al menos se ha rescatado lo esencial y queda a salvo del olvido. Otras cosas, ¡qué lástima!, se perdieron para siempre...
         Ahora creo que se debe de cuidar y echarle un vistacico de vez en cuando para que no se deteriore ni sea objeto de actos vandálicos, de los que nunca estamos libres. Y creo que debe de enseñarse a las nuevas generaciones para que encuentren sus raíces ciezanas en lugares que son testimonios del tiempo, pues el que más y el que menos ha tenido una abuela, bisabuela o tatarabuela, que se ha deslomado allí, hincada de rodillas, lavando. Como el lavadero original tenía alumbrado: unas “peras” de 125V colgadas del maderamen de la techumbre que el guarda encendía y apagaba a sus horas, las mujeres podían ir a lavar de noche, y eso desde los tiempos en que aún estaba el cementerio de Cieza en lo que ahora es el colegio Cristo del Consuelo, pues mi abuela se acordaba de que, chiquitica ella, acudía con su madrastra a lavar de noche por una sendica oscura en mitad del olivar, que pasaba junto a la tapia de dicho camposanto. Eran sobre todo las picadoras, que cuando tenían el turno de día en las fábricas de mazos de picar esparto, debían de cargar con la ropa sucia de toda la familia, como Cristo cargó con nuestros pecados, e ir de noche a lavar a la Fuente.
         Allí, en la faena del lavote, los mejores puestos eran los de la cabecera de las pilas y los peores los de la cola, por razones obvias, ya que el agua iba corriendo y se iba llevando las “miasmas” de unas ropas sucísimas de aquellos mudaos que se llevaban al cuerpo como mínimo durante una semana. El proceso corriente que realizaban las mujeres sobre las losas de piedra era: el “enjabonado”, el “restregado”, el “golpeado”, el “echado en polvos” (sólo para ropa blanca) y el “aclarado”; finalmente se hacía el “torcido” o “retorcido”, equivalente al centrifugado de las lavadoras; seguidamente, si había tiempo, se tendía en el losado cercano para que se oreara. Luego, barreño a la cabeza y vuelta para el pueblo.
         De todo esto se deberían colocar carteles para la memoria histórica. Y también sobre la bonita costumbre que existía de ir a la Fuente, personas de todas edades, en Viernes Santo por la tarde: una muchedumbre, como si se tratase de una romería. La gente vestida de limpio, despaciosa, y por allí, el carrito de las pipas, de las rajas de coco, de las manzanas de caramelo rojo con palo, el tío del arrope calabazate, el de las milhojas y, si hacía calor, el de los chámbiles.
©Joaquín Gómez Carrillo

(Publicado en el semanario de papel "EL MIRADOR DE CIEZA"

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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"