La Casa del Madroñal, construida en 1870. |
El otro día se me ocurrió darme una vuelta por la Sierra del Oro y por la Fuente del Madroñal y cuál no fue mi extrañeza al ver que ésta no mana ni una sola gota de agua, y no solo eso, sino que por el aspecto debe de encontrarse seca desde hace mucho tiempo; y lo peor de todo: da la impresión de que los propietarios no tienen intención de poner remedio a los desperfectos de la conducción del agua y hacer que esta histórica fuente vuelva a dar alegría a aquel rincón de la naturaleza y vida agrícola a la finca. Digo histórica por haber sido conocida y visitada por personas de toda índole durante muchas décadas; uno de sus más ilustres visitantes, por ejemplo, fue el tenor Miguel Fleta, en la cumbre de su fama.
Ay, pensé, ¿qué clase de interés, o desinterés, puede dar lugar a esta desidia…? Casi ciento cincuenta años cayendo el chorro constante de esta buenísima agua de manantial, de la que todo el mundo bebía y se aprovechaba, además de utilizarse en el regadío de aquella tierra que durante años fue ejemplo de agricultura sostenible. Y ha tenido que llegar el triste momento en que se deje perder este inestimable recurso natural…
Miren, la Casa del Madroñal fue construida al parecer en 1870, y estrenada por mis tatarabuelos con y su prole, quienes llegados de la villa de Abarán se instalaron en ella y comenzaron a trabajar denodadamente para convertir aquel rincón de las faldas de la Sierra del Oro en un vergel. Lo primero que hizo aquel abaranero emprendedor fue recoger el agua desde el mismo nacimiento (con anterioridad existía un limitado aprovechamiento de los ameros que afloraban por el barranco). El manantial se halla en mitad de la cara norte de la sierra y desde allá arriba hasta la gran balsa que construyeron en la cabecera de la finca, mi tatarabuelo y sus hijos realizaron la conducción del agua mediante tejas de cañón (como las de los tejados). ¡Cientos, miles de tejas!, hubieron de ser traídos con el carro desde una tejera del paraje y, a lomos de bestia, subirlos por sendas escabrosas, e ir acoplando éstas, una a una, para que la preciosa agua llegara sin merma a la fuente.
Mi bisabuelo, en época posterior, comenzó a sustituir algunos tramos por tubería de hierro, más lo recursos eran escasos y había que seguir echando mano del ingenio para que no se perdiera ni una gota del preciado líquido elemento. Por entonces ya había adquirido fama la calidad de esta agua, a cuya fuente acudían a cogerla personas de los parajes vecinos, gente del pueblo de Cieza y hasta algunos de Abarán.
Más tarde, cuando mi abuelo se hizo cargo de la hacienda del Madroñal, a mitad de los años veinte del siglo pasado, en parte de la conducción del agua se sustituyeron los viejos tubos oxidados por tubería de gres (barro cocido) soterrada, pensando que era lo mejor. De modo que el chorro del agua nunca dejó de caer, pues en cuanto se producía una avería, inmediatamente la reparaban. ¿Qué hubiera sido del Madroñal sin su famosa agua…? Nada.
Bastantes años después, en 1956, mi padre compró al suyo los derechos de aparcería de la finca y se constituyó en el nuevo mediero del Madroñal. Por entonces ya venía comprobando el fracaso de la tubería de gres, pues las raíces de los pinos lograban introducir un finísimo capilar por las juntas de los tubos y se reproducían dentro para absorber el agua, formando unas madejas enormes de capilares que obstruían la conducción. Mi padre, en 1958, viajó primero al Puerto de Cartagena a buscar tubos de relance de los barcos; y luego halló un proveedor en Murcia que le suministró los varios cientos de metros de tubería de hierro necesarios para garantizar al máximo el aprovechamiento del agua.
Fue pasando el tiempo. Y hasta que a mi padre le llegara el momento en que por su edad octogenaria ya no pudiera cargarse un capacico de pleita a la espalda con la herramienta y ascender las empinadas sendas de la sierra para reparar las averías y roturas, hasta ese día, jamás dejó de manar el agua en la Fuente del Madroñal. ¡Jamás!
Sin embargo vino luego un periodo de abandono y deterioro progresivo. La casa fue saqueada, las arboledas perdidas por falta de cuidados y la cañería del agua entró en fase de deterioro; no obstante había “almas caritativas”, como el cura Antonio Yelo, de Abarán, que por amor a la naturaleza, hacía reparaciones de urgencia como Dios le encaminaba para que el caño de la fuente no cesara de verter la preciada agua.
Cuando mi padre rondaba los noventa años (noventa y tres cuenta en la actualidad), hubo un cambio de titular de la finca, y, quizá por desconocimiento de los peligros que acechan en la sierra, pues hacía bastantes años que en los montes ciezanos habían introducido los dañinos jabalíes, estos nuevos propietarios colocaron en toda la bajante tubería de PVC (plástico), cosa que a los jabalíes les encanta romper con sus feroces colmillos para hocicar y revolcarse en el barro.
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 19/05/2017 en el semanario de papel "EL MIRADOR DE CIEZA"
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