INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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26/7/15

El milagro de los Corporales

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Baldaquino con columnas salomónicas de mármol negro, como el de San Pedro del Vaticano, en el altar mayor de la Colegiata de Santa María de los Corporales en Daroca, Zaragoza
En primer lugar les quiero decir que yo entiendo por verdaderos milagros muchas de las cosas cotidianas, y no solo los sucesos sobrenaturales que nos cuentan. Yo no digo que Jesús no convirtiera el agua en vino en la Boda de Canán; además, su madre creo que ya sabía de los poderes del Hijo, si no, a cuento de qué la sugerencia en privado de que se habían quedado sin vino para que Él “hiciera algo”, y la recomendación después a los criados de que “procedieran a hacer lo que su Hijo les indicara...” Creo que María lo conocía (nadie conoce mejor a nadie, que quien lo ha parido) y puede que en casa ya hubiese practicado el Muchacho algún milagrico, aunque fuera algo sencillo, por ejemplo: “Nene, que no hay pan pa’comer hoy, que na más que queda aquí este mendruguico...” “No se procup’usté, Madre, que yo lo multiplico en un pispás y convertido en un pan riquísimo.”

Así que, repito, no niego que hayan existido los milagros sobrenaturales (que al parecer escapan a las leyes de la física, la química y de toda ciencia conocida); lo que sí afirmo es que hay múltiples cosas que pasamos por alto en nuestra cotidianeidad y que se deben a auténticos milagros. Al respecto ya escribí un artículo titulado “El milagro del melón de agua”, donde dejaba patente el misterio de cómo una matita humilde, con unos tallos que se arrastran por la tierra, es capaz de procesar de tal manera el agua, los minerales del suelo y las partículas de la atmósfera para dar como resultado la maravilla de las enormes sandías que nos comemos. Les aseguro que no hay ciencia alguna en el mundo ni planta industrial capaz de realizar algo parecido. ¡Un milagro!

Pues bien, no hay pueblo ni ciudad donde no se cuente algún suceso, casi siempre en materia religiosa, elevado a la categoría de milagro. En Cieza, varios; desde el sudor de San Bartolomé, hasta la mula que no quiso continuar con el santo frente al Calvario para que se edificara la Ermita, hoy del Cristo del Consuelo; sin olvidar las cosas misteriosas que ocurrieron tras la Guerra en supuesto “castigo” por las barbaridades sacrílegas cometidas en el treinta y seis. Lo que pasa es que hay lugares en que se les saca partido a los “milagros”, y es el caso de Daroca.

Daroca es un pueblo aragonés en mitad de ninguna parte. Uno se deja la Autovía Mudéjar, la que va de Teruel a Zaragoza, y empieza a recorrer unos campos deshabitados hasta que la carreterucha desciende al valle del Jiloca, un afluente del Jalón y éste, a su vez, del Ebro. Y resulta que este pueblico metido en hondo, de tejados rojizos, con puertas y torres defensivas y restos de murallas terrosas, que parece no haber medrado desde hace siglos, tiene su gran milagro que contar y enseñar al turismo.

Llegamos al pueblo en torno al medio día, con un sol de puñales vivos sobre nuestras cabezas. El autobús, con aire acondicionado, nos dejó a nuestra suerte a las puertas del casco histórico. Allí una guía nos estaba esperando para explicarnos lo que sabía (que el Señor me perdone, pero la pobre hablaba como si llevara la boca llena de jarullo). Y en seguida nos metió en la iglesia principal del pueblo: la Colegiata de Santa María (los darocenses, en tiempos, llegaron a pedir al Papa que la declarase catedral, pero este dijo que nanay, que para eso había de tener residencia en la localidad el obispo). Al entrar, uno se da cuenta en seguida de la importancia del templo, que contrasta con un municipio no más grande que Ricote, aunque sí con más historia. Para empezar, posee un pedazo de órgano, entre los diez mejores de Europa, y su altar mayor está cubierto con un baldaquino, copia (reducida) del de San Pedro del Vaticano, con sus cuatro columnas salomónicas de mármol negro.

Pero en una de las capillas, donde cabíamos todos (unos cincuenta y pico), la guía nos deja en manos de una monja dominica, alta, que habla como los ángeles, la cual nos relata el “milagro de los corporales”, acaecido en los tiempos de las luchas contra los moros: “Cuatro hostias sangrantes”. Al finalizar, se ilumina una especie de sagrario y la monja cae de rodillas y comienza a rezar con fe. Llevados por la emoción, casi todos la imitan y siguen. Después nos hace pasar en fila india ante la reliquia: Tras un cristal, un pequeño lienzo con pinta de tener más años que Carracuca, se muestra con cuatro manchas rojas como cuatro perras gordas. La monja, como el que no quiere la cosa, ha dejado un receptáculo para que depositemos nuestra dádiva. Luego, toma el portante y se marcha a buen paso con un bolso colgado del hombro. Hasta nueva hornada de turistas, ante los que realizar su magnífica puesta en escena.
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 18/07/2015 en el semanario de papel "EL MIRADOR DE CIEZA")

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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"