INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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6/12/18

Bolsas

 .
Estamos arruinando el medio ambiente para el futuro
Alguien ha divulgado por las redes sociales un mensaje algo retorcido acerca del pago de las bolsas de plástico en las tiendas y en los súper. La idea propagada, un tanto simplona, y que mucha gente repite hasta la saciedad, es la siguiente: “Las bolsas de plástico contaminan, pero si las pagamos ya no contaminan”. ¿Ustedes han escuchado algo más tonto y con menos sentido? Pero miren, la frasecica lleva implícita una crítica mordaz. Y les diré por qué.

¿Cuál es el objeto de poner precio a las bolsas de plástico en los comercios? Muy sencillo: disuadir del uso abusivo de éstas. Al lumbreras correspondiente del Gobierno se le encendió una lucecica y dijo “¡ya está!, poniendo precio a las jodías bolsas de plástico, la gente va a huir de ellas como el diablo del agua bendita.” Pues no, mir’usté, porque si todo el poder disuasorio radica en los dos miserables centimicos, pues el efecto es insignificante (además, eso de cobrar las bolsas ya estaba inventado por algunas empresas comerciales y se venía haciendo desde tiempo atrás). Porque, ¿ustedes creen que ese precio disuade? Yo creo que no. Pienso que es más eficaz la simple pregunta de la cajera/o, cuando te dice “¿quieres bolsa?” En ese momento piensas ‘¡Ahí va, que me s’ha olvidao que ahora hay que traerse algo pa echar la compra!’ (O sea, la idea no es que el cliente se rasque el bolsillo y pague la bolsa, no, sino rescatar la costumbre de ir a comprar llevando una vasija). Y no es por los centimuchos, que hay gente que ni siquiera se agacha a cogerlos cuando los ven en el suelo, es porque al fin alguien ha pensado poner freno a esta barbaridad. Pues lo importante es concienciarnos de ir a comprar con una capacica o una bolsica o lo que sea, porque estamos poniendo nuestro pueblo, nuestro país y nuestro planeta, como unos zorros, con tanto plástico, ¡por dios!

También he observado que hay gente tan pazguata, que de pronto parece haber descubierto que “las bolsas de plástico contaminan.” Pues sí señor/a, contaminan y mucho; pero no solo las bolsas, sino bastantes cosas más que tiramos por doquier: los chicles, los envases de plástico en sus mil formas, las latas de bebidas, las colillas, las cajetillas de los cigarros, que por más que lleven mensajes disuasorios para dejar de fumar, ni dios hace caso; las pilas, que eso es veneno puro para la tierra; los vidrios de las botellas rotas y otros muchos objetos que dejamos descuidadamente por todas partes, sin conciencia de que no se autodestruyen, sino que van a permanecer ahí todavía cuando nos hayamos muerto, que la cosa tiene miga, que estamos arruinando el medio ambiente del futuro.

Así que volviendo un poco a la frase que corre por las redes sociales, en su simpleza, viene a poner en tela de juicio aquel viejo eslogan que decía: “Quien contamina, paga”. Aquel era, o es, un malísimo eslogan, porque se le puede dar la vuelta (“Quien paga, contamina”) y “autorizar” la contaminación a aquel que se permita pagarla. Porque cuántos empresarios no han echado cuentas al respecto y se han dicho a sí mismos: ‘¿Qué me sale más barato, una depuradora o el pago de una sanción, tras una serie de de recursos que se alargan en el tiempo…?’ De modo que por esa regla de tres, yo le podría decir a la cajera del súper: “Sí, quiero bolsas: diez bolsas” (total por veinte céntimos de nada…) Y pago, y contamino. Esa es la terrible denuncia del mensaje de las redes que les decía al principio.

Además, ustedes se habrán dado cuenta de que lo de menos es la bolsa de plástico, que de forma barata te pueden suministrar en la caja, sino que ya traes cuatro o cinco bolsas de la frutería, que ahí te las dan sin restricción ninguna: una para una garbica de cebollas, otra para dos pepinos, otra para media docena de tomates, otra para cuatro plátanos, otra para un pimiento…, amén de los productos que ya vienen estuchados en plástico: lechugas, espinacas, aguacates, etc.; las que traes de la charcutería, de la carnicería, de la pescadería. Todo eso parece que escapa a la ley, y sólo cuenta la bolsica que te suministra la cajera/o.

La verdad es que no he leído la disposición legal, pero así a grosso modo, creo que la pelota está también en el tejado del comerciante. Los tenderos tienen que ponerse las pilas y ofrecer alternativas. Por ejemplo, meter todas las frutas en una sola bolsa, y hacer lo mismo con todas las verduras. Oye, y luego la gente en su casa que las distribuyan en el frigo como le dé la gana. O por ejemplo, echar mano del papel (¿se acuerdan del papel de estraza?) Antes se vendía muchas cosas a granel y se entregaban al cliente envueltas en papel de estraza. Sin problemas.

Y lo mismo que se quiere poner freno a las bolsas de plástico, igual hay que hacer con tantos otros envases, también de plástico. ¿Por qué no se vuelve al vidrio? ¿Se acuerdan de cuando te cobraban el casco y había que devolverlo para recuperar las pesetillas? Pues aquella era una forma inteligente de evitar que las botellas fueran a parar a los ejidos y basureros; aquello sí que era disuasorio. Sin embargo, si nos vamos a centrar solo en la bolsa de plástico y pretendemos erradicarla por el efecto disuasorio de su coste, entonces había que ponerle de euro para arriba, digo yo.
©Joaquín Gómez Carrillo

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Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"