INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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17/8/09

¡A las diez, en Madrid!

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Para entonces, Don Antonio Salas había cambiado el Seiscientos por un Cientoveinticuatro, que aparcaba en el atrio de la iglesia, y en el cual solía llevar de acá para allá a algunos de los alumnos más allegados a la Parroquia. No obstante, me sentí halagado cuando, tras las norabuenas por haber hecho el cuarto de bachiller por libre en verano y pasar a quinto en el curso 1971/72 que empezaba, el cura me invitó, junto con los otros compañeros con los que había hecho un viaje por Andalucía, y nos llevó en su coche a convidarnos al Mesón del Moro.

En dicho curso, tanto había aumentado la población estudiantil del instituto que se establecieron turnos. Así que a los de quinto nos tocó dar las clases por la tarde, de las tres a las nueve y media. Y ya, el que más y el que menos, empezábamos a acompañar a las muchachicas (el año antes se había abolido el “apartheid” por razón de sexo en el recreo y podíamos sentarnos juntos en los ventanales, que entonces no tenían rejas). Otros se ennoviaron prematuramente y se les puede ver por ahí todavía de la mano, unidos para siempre, como las golondrinas.

También llegaron profesores de otros centros para engrosar la plantilla de docentes del instituto: entre otros, Don Ambrosio, Doña Pepita Semitiel o Don Julián Garro, quien en la actualidad tiene el record de caminar paseos (el “paseo”, en Cieza, es una unidad de longitud, como lo era el “estadio” en la Grecia antigua). En aquel quinto curso me cupo la suerte de tener de profesor a Don Aurelio Guirao, que el hombre era filósofo y poeta, pero que en la puerta de su casa, en un humilde letrerito bajo el nombre, ponía: “Romanchista”.

La iglesia de San Juan Bosco seguía polarizando en alguna medida la vida estudiantil, siendo como una prolongación del instituto. Y aunque el barrio iba cambiando paulatinamente, la Parroquia continuaba ocupando el confín del pueblo urbanizado. Pues más allá de la Avenida Juan XXIII, y hasta el Campo de Fútbol (donde ahora se sitúa la Plaza de la Bola), seguían estando los huertos de oliveras, regados por tanda con la balsa redonda que había frente al Molinico de la Huerta, la cual se llenaba con aguas del manantial de la Fuente del Ojo. Y entre los olivos, algún que otro reducto de la indrustria de la espartería: gente que andaba para atrás en su trabajo.

Por la Gran Vía aún discurría todo el tráfico de la nacional Madrid-Cartagena y se había colocado el primer semáforo en el pueblo: entre la esquina del Sordo y el bar Buenamar, que era por donde teníamos que cruzar la mayoría de los estudiantes del instituto en los turnos de mañana y tarde. Y en cuya acera, mal pavimentada, había siempre un montón de ferrallas del taller de hierros de Pedro Antonio, y más adelante, con su coche de bomberos, estaba muchos días el Largo revisando las mangueras.

Por Santo Tomás de Aquino, además de la ceremonia religiosa en San Juan Bosco, se organizaban partidos de fútbol, balonmano y baloncesto. El más importante era el que enfrentaba a profesores contra alumnos, que se jugaba en el Campo de Fútbol (me acuerdo de Hoyos y de Mariano).

Durante quinto, sexto y COU, tuvimos otros profesores de Religión, pero eran los años de los curas progres, y en clase y fuera del Centro éstos se empezaban a rodear de grupillos de alumnos en los que había caído la semilla de la política. Curas que nos mostraban señuelos de libertad en un plano aparte de los Evangelios, como en poemas, canciones o películas que elogiaran cualquier cosa prohibida o denostada por el régimen franquista.

Sin embargo, el ambiente de San Juan Bosco seguía siendo fiel a sí mismo: liberal, sin consignas ideológicas; acogedor, sin discriminación política; solidario, sin compromisos; fraterno, sin sectarismo; y cristiano, sin exigencias de fe. Y la única recomendación de Don Antonio Salas, que yo recuerde, es que viésemos la película “Las sandalias del Pescador”.

De aquellos tres últimos cursos del bachillerato tengo otros recuerdos que empiezan a ser divergentes con la Parroquia. Principalmente mi experiencia como espeleólogo del grupo GECA. De modo que en los veranos, tras la temporada de trabajo en la fábrica de los Guiraos (la que estaba en la Estación), que nos pagaban a tres duros la hora echando cajones de fruta a las máquinas, me permitía la aventura de la montaña.

Los sucesos vividos en dichos cursos darían para rellenar muchas páginas, pero sólo quiero citarles dos, de polos muy opuestos:

El 20 de diciembre de 1973, los malditos terroristas de la ETA volaron literalmente a Carrero Blanco. Por la tarde teníamos FEN con el Señor Mendoza y el hombre, confuso, pues desde la dirección del Centro se quería aparentar normalidad, nos dijo por su cuenta y riesgo: “¡señores, vámonos ahora mismo, pues no se puede estar dando clase con el Presidente del Gobierno asesinado!”

El otro hecho ocurría tres tardes a la semana. Don David Templado, director de la banda de música de Abarán, sabía de números por los codos, pero era el hombre más campechano del mundo y, como buen sabio, se distraía con una mosca. Yo no recuerdo qué tren pasaba siempre a la hora de Matemáticas, pero él dejaba de escribir fórmulas en la pizarra, se aproximaba a la cristalera y se quedaba fijo mirando. Entonces, invariablemente decía (y nosotros coreábamos con él): “¡A las diez, en Madrid!”

(Continuará)

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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"