INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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9/4/11

Nostaljia con jota

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Más vieja es la Atalaya y echa flores
En el Diccionario de la Real Academia Española, que es la herramienta a través de la cual se expresa la autoridad lingüística del español, se le atribuye a la nostalgia una connotación, si no negativa, sí al menos poco gozosa: se dice que la nostalgia es una “pena” y también una “tristeza”. Yo, como en algún otro caso que ya les he comentado en mis artículos de “El Pico de la Atalaya”, disiento del poco matiz que nuestros sabios del idioma son capaces de expresar. Es más, añadiría una tercera acepción que comenzara diciendo: “Sentimiento humano de plenitud...”

Pero en la inmensa riqueza de nuestra lengua, que es la de Borges, Delibes, García Márquez o Cervantes, hay una palabra que posee rango superior a la nostalgia: “la nostaljia” con jota. No sé si a muchos de los célebres poetas de la lengua española se les podría definir con tan solo un vocablo. Yo lo he estado pensando y no me atrevo con Lorca, León Felipe, Machado, Miguel Hernández, etc., pero sin embargo no tengo ninguna duda con Juan Ramón Jiménez. Al poeta de Moguer bien puede otorgársele la inmortalidad de las letras por haber regalado al idioma español una hermosa palabra: “nostaljia”, así con jota de Jesús.

¿Cuántas veces habré leído ese maravilloso poema, que es “El viaje definitivo”...? Esperen; ahora voy a la estantería de los libros amigos y tomo el de “La Segunda Antolojía Poética”, amarillento ya y medio descuadernado por el manoseo de la vida (¡veinte años tenía yo cuando me lo compré en Madrid!), y les copio a continuación).

“...Y yo me iré y se quedarán los pájaros cantando;
y se quedará mi huerto con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará, nostáljico...
Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido...
Y se quedarán los pájaros cantando.”

Si quieren que les diga la verdad, yo creo que cuando el escritor andaluz vaticina ese “errar nostáljico de su propio espíritu” tras la muerte necesaria e ineludible del cuerpo, y máxime sabiendo que los “pájaros permanecerán siempre cantando”, no expresa pena ni tristeza, sino placidez, sabiduría y amor a la vida, pues al final de todo, el mundo sigue y seguirá girando, que en esencia no es otro el sentido de esos maravillosos versos. Juan Ramón Jiménez, que al final de su obra inmortal “Platero y Yo” llega a la afirmación convencida de que el “alma de su burro tan querido ya se encuentra en el Paraíso del Cielo de Moguer”, para su propio espíritu, en cambio, embalsamado en la dulce nostaljia de la poesía con la que siempre anduvo por el mundo, predice sólo un sencillo y casi doméstico más allá: “un rincón de su huerto florido y encalado.”

Pero la nostalgia, la común, con “ge” de gato, que sentimos el resto de los seres humanos, igualmente es bella y hasta necesaria para vivir. Ustedes y yo en muchos momentos hemos tenido nostalgia de algo o por algo. No conozco a nadie que no recuerde vivencias con cierta nostalgia. A veces con pena, es verdad, y para eso los gallegos supieron definir muy bien esa vertiente triste del alma e inventaron la palabra “morriña”. Pues lo mismo que los navegantes en la época de los descubrimientos sufrieron por primera vez escorbuto que diezmaba sus tripulaciones, cuando los gallegos tenían que emigrar a América forzados por la precariedad económica, descubrieron ese estado espiritual tan desalentador que es la morriña.

Mas ustedes y yo podemos sentir por lo común nostalgias benignas. Estos artículos que les escribo, sin ir más lejos, en su mayoría no están exentos de cierta nostalgia; por ejemplo, cuando recordamos a través de ellos algunas cosas que hemos perdido en Cieza, y que ineludiblemente irán siempre unidas a nuestra juventud gozosa (entonces, ¿recuerdan?, aún éramos libres como pájaros y teníamos regiones de la vida por descubrir). ¿Quién no recuerda con agrado el Solar de Doña Adela, o las noches del Capitol? Y aunque un grande y costoso edificio se levante ahora en lugar de éste último, ello no evitará jamás el recuerdo nostálgico del querido cine de nuestra memoria.

También ocurre a veces que, sin darnos cuenta, “maleamos” la palabra nostalgia, le arrancamos parte de su nobleza. Es el caso de cuando la trasplantamos a lo político, y decimos, por ejemplo: “los nostálgicos” del franquismo, señalando a aquellos que cíclicamente por el mes de los muertos pretenden revivir lo que no puede ser; o “los nostálgicos” del republicanismo, que se podría decir también de aquellos otros que por abril rebrotan como las higueras, pero que son incapaces, llegado el caso (y ahora tienen la oportunidad), de plantar candidaturas serias en unas urnas como hicieran aquéllos de 1931, porque éstos de hoy sólo sustentan una fachada “nostálgica”, y la nostalgia, sin jota además, es tan sólo un sentimiento efímero que se desvanece con la dura realidad.
©Joaquín Gómez Carrillo
(Artículo publicado en el semanario de papel "El Mirador de Cieza")
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(Pulsar AQUÍ para escuchar este artículo)
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(Ver artículos anteriores de "El Pico de la Atalaya")
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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"