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No sé si ustedes se han dado cuenta de que últimamente a cualquier cosa se le pone la etiqueta de “sostenible”: desarrollo sostenible, agricultura sostenible, economía sostenible, urbanismo sostenible...
Mas yo me planteo dos cuestiones: primero, si es correcta la aplicación de dicho adjetivo para lo que se desea expresar, y segundo, si realmente es equilibrado, perdurable o autosuficiente todo aquello que pretenden calificar de “sostenible”. Es más, me pregunto también qué debemos entender por “sostenible”, pues desde la Revolución industrial acá, cuanto más desarrolladas son las sociedades, más se basan en la agresión a la naturaleza, en el derroche de recursos y en el desequilibrio económico de las personas. No obstante, les invito a echar mano de algunos ejemplos históricos para, de algún modo, comprender mejor el concepto “sostenibilidad”:
El Paraíso Terrenal, insostenible de todas, todas. Que el Señor me perdone, pero el Paraíso no se sostenía nada; bastó que el primer hombre se dejara llevar por la primera mujer y ésta por la serpiente para que todo se fuera al traste; de modo que a los cuatro días aquel maravilloso Edén, entre el los ríos Tigris y Eúfrates (actualmente, Iraq con sus malditas guerras), dejado de la mano de Jehová, quedó más o menos como el Menjú: perdido, selvático y hecho polvo.
Egipto, perfectamente sostenible. Los faraones eran dioses y ni dios se atrevía a llevarles la contraria ni a hacerles oposición en su gobierno. El Nilo determinaba su economía y marcaba los periodos de abundancia y de hambruna. No existía el paro, pues el faraón siempre necesitaba mano de obra para hacer sepulcros, templos o pirámides. Tres mil años funcionaron los egipcios de la misma manera; eso es sostenibilidad y lo demás son tonterías.
El Imperio Romano, bastante sostenible. Las legiones conquistaban territorios, apresaban grandes cantidades de esclavos y los ponían a hacer carreteras, puentes, acueductos y ciudades. Romanizaban sus provincias con la lengua, con las obras públicas y con el derecho, aunque no eran muy escrupulosos con los derechos humanos y crucificaban a cualquiera o lo echaban a los leones. Cuando las fronteras se fijaron y los soldados dejaron de hacer esclavos, entre el poco trabajar de los ciudadanos de Roma y las corrupciones palaciegas, el Imperio se tornó insostenible y sucumbió.
La Iglesia Católica, sostenible al cien por ciento. Perfectamente jerarquizada de arriba a abajo; inmovilista, aunque con sutiles cambios de adaptación a los tiempos; y conservadora, sobre todo en el sentido de mantener y preservar un inmenso patrimonio. Tenemos Iglesia para rato.
Y ya, en Cieza también podemos apuntar algunos ejemplos sobre lo que resulta sostenible y lo que es, o ha sido, insostenible.
El Salto de Almadenes, totalmente sostenible. En tiempos de Alfonso XIII construyeron la Presa de la Mulata a la entrada del Cañón, excavaron a pico y barreno un largo túnel en la roca viva de la montaña, echaron por allí dentro el río y a partir de entonces ahí está la central hidroeléctrica, produciendo kilovatios gratis, para enriquecimiento de las compañías eléctricas.
Sin embargo, como ejemplo contrario les apuntaré el de la NEASA. Que a lo mejor muchos de ustedes no lo saben, pero hace bastantes años le fue concedido permiso municipal a esta entidad para que perforase el subsuelo en torno a la Sierra de Ascoy y a la de Benís y extrajera toda el agua para su beneficio. El resultado fue que en sólo unas décadas esquilmó el inmenso acuífero subterráneo que abastecía, entre otros manantiales, el de la Mina municipal del Agua y el de la Fuente del Ojo. Al final los profundos pozos se salinizaron y aquel sistema de regadío de portillo sucumbió. El derroche de los recursos hídricos era totalmente insostenible.
Y finalizo con las canteras de detrás de la Atalaya. Millones de metros cúbicos de piedra y arena fueron extraídos sin ningún plan para paliar la agresión paisajística y medioambiental. Cuando la Administración dijo basta, las empresas se largaron y nada más. Ahora, pasados diez años, las canteras permanecen exactamente igual; no sólo continúan allí las inmensas cicatrices en el monte, sino toda la cochambre que abandonaron los empresarios en su retirada: ruedas de neumáticos, bidones, infraestructuras de obra de los molinos, garitos donde tenían las herramientas, casetas de transformadores, torretas de las líneas de alta tensión, cables de éstas colgando… Fue un ingente negocio privado, pero insostenible.
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Mas yo me planteo dos cuestiones: primero, si es correcta la aplicación de dicho adjetivo para lo que se desea expresar, y segundo, si realmente es equilibrado, perdurable o autosuficiente todo aquello que pretenden calificar de “sostenible”. Es más, me pregunto también qué debemos entender por “sostenible”, pues desde la Revolución industrial acá, cuanto más desarrolladas son las sociedades, más se basan en la agresión a la naturaleza, en el derroche de recursos y en el desequilibrio económico de las personas. No obstante, les invito a echar mano de algunos ejemplos históricos para, de algún modo, comprender mejor el concepto “sostenibilidad”:
El Paraíso Terrenal, insostenible de todas, todas. Que el Señor me perdone, pero el Paraíso no se sostenía nada; bastó que el primer hombre se dejara llevar por la primera mujer y ésta por la serpiente para que todo se fuera al traste; de modo que a los cuatro días aquel maravilloso Edén, entre el los ríos Tigris y Eúfrates (actualmente, Iraq con sus malditas guerras), dejado de la mano de Jehová, quedó más o menos como el Menjú: perdido, selvático y hecho polvo.
Egipto, perfectamente sostenible. Los faraones eran dioses y ni dios se atrevía a llevarles la contraria ni a hacerles oposición en su gobierno. El Nilo determinaba su economía y marcaba los periodos de abundancia y de hambruna. No existía el paro, pues el faraón siempre necesitaba mano de obra para hacer sepulcros, templos o pirámides. Tres mil años funcionaron los egipcios de la misma manera; eso es sostenibilidad y lo demás son tonterías.
El Imperio Romano, bastante sostenible. Las legiones conquistaban territorios, apresaban grandes cantidades de esclavos y los ponían a hacer carreteras, puentes, acueductos y ciudades. Romanizaban sus provincias con la lengua, con las obras públicas y con el derecho, aunque no eran muy escrupulosos con los derechos humanos y crucificaban a cualquiera o lo echaban a los leones. Cuando las fronteras se fijaron y los soldados dejaron de hacer esclavos, entre el poco trabajar de los ciudadanos de Roma y las corrupciones palaciegas, el Imperio se tornó insostenible y sucumbió.
La Iglesia Católica, sostenible al cien por ciento. Perfectamente jerarquizada de arriba a abajo; inmovilista, aunque con sutiles cambios de adaptación a los tiempos; y conservadora, sobre todo en el sentido de mantener y preservar un inmenso patrimonio. Tenemos Iglesia para rato.
Y ya, en Cieza también podemos apuntar algunos ejemplos sobre lo que resulta sostenible y lo que es, o ha sido, insostenible.
El Salto de Almadenes, totalmente sostenible. En tiempos de Alfonso XIII construyeron la Presa de la Mulata a la entrada del Cañón, excavaron a pico y barreno un largo túnel en la roca viva de la montaña, echaron por allí dentro el río y a partir de entonces ahí está la central hidroeléctrica, produciendo kilovatios gratis, para enriquecimiento de las compañías eléctricas.
Sin embargo, como ejemplo contrario les apuntaré el de la NEASA. Que a lo mejor muchos de ustedes no lo saben, pero hace bastantes años le fue concedido permiso municipal a esta entidad para que perforase el subsuelo en torno a la Sierra de Ascoy y a la de Benís y extrajera toda el agua para su beneficio. El resultado fue que en sólo unas décadas esquilmó el inmenso acuífero subterráneo que abastecía, entre otros manantiales, el de la Mina municipal del Agua y el de la Fuente del Ojo. Al final los profundos pozos se salinizaron y aquel sistema de regadío de portillo sucumbió. El derroche de los recursos hídricos era totalmente insostenible.
Y finalizo con las canteras de detrás de la Atalaya. Millones de metros cúbicos de piedra y arena fueron extraídos sin ningún plan para paliar la agresión paisajística y medioambiental. Cuando la Administración dijo basta, las empresas se largaron y nada más. Ahora, pasados diez años, las canteras permanecen exactamente igual; no sólo continúan allí las inmensas cicatrices en el monte, sino toda la cochambre que abandonaron los empresarios en su retirada: ruedas de neumáticos, bidones, infraestructuras de obra de los molinos, garitos donde tenían las herramientas, casetas de transformadores, torretas de las líneas de alta tensión, cables de éstas colgando… Fue un ingente negocio privado, pero insostenible.
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"El pico de la Atalaya" nos ha acompañado durante este año que ahora. Mis mas sinceras felicitaciones y reconocimiento a este blog y a otros muchos que como este se escriben desde Cieza. Mis mejores deseos para el 2010. Gracias Joaquín por estar ahí, siempre cerca.
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