Ante esta moda nacional de arrogarse algunos territorios españoles el título legal de nación; ante este “culico veo, culico deseo” de ciertos gobernantes autonómicos (Cataluña, cómo no; Andalucía, ¡ozú, lerele!, realidad nacional pa que no se diga; Galicia, no va a ser menos; etc., porque esto no va a acabar ahí), lo que toca es consultar tan codiciada palabra en el diccionario de la RAE, que para eso se devanan los sesos “limpiando, fijando y dando esplendor”; y, como no hay lengua más rica en matices y en significados que el español, leemos en su tercera acepción de éste término: “conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común.”
En Cieza tenemos una estupenda tradición común: hacer gachamiga dura cuando llueve.Muy bien, pues en esa definición cabemos todos (como en España, camisa blanca de mi esperanza). Primero: cualesquiera de las comunidades con autogobierno de nuestro país están formadas por conjuntos poblacionales de personas. (Eso no se discute). Segundo, esos conjuntos de personas proceden de un mismo origen: la mezcla de sangre de los diversos pueblos que pasaron por la península a lo largo de la historia. (De acuerdo, pero con alguna excepción de Rh por ahí por el norte). Vale; la excepción confirma la regla. Y tercero, dentro de cualquier comunidad autónoma hablan todos la misma lengua. (Eso está clarísimo). Y también tienen, no una, sino muchas tradiciones comunes. ¡Pues entonces ya está!, verde por fuera y colorao por dentro: nación.
Es más, si me apuran, lo del “mismo idioma” tampoco tiene que ser dogma de fe, pues en la definición antes citada dice: “generalmente”; o sea que Cataluña puede ser nación a pesar de que en el Valle de Arán se hable occitano, o a pesar de que una gran parte de su gente sea castellanohablante y tenga que aprender catalán por narices; o Asturias puede ser nación aunque en algunos núcleos de sus valles la gente se entienda en bable; Y Andalucía no digamos, Andalucía puede ser una nación como la copa de un pino. Y Galicia qué. ¡Bueno...!, que pregunten en Argentina o en Uruguay qué es Galicia: Galicia somos todos; allá a cualquier español, sea de Madrid o de Ricote, le llaman “gallego”.
Y ya puestos, ¿por qué no puede ser Murcia una nación por esa misma regla de tres? (Eso digo yo, ¿por qué no?) Aunque bien mirado, lo que le pega más a Murcia es ser un reino. (¿Un reino...?) Sí, sí, aquí no hay que apocarse. ¿No ven ustedes como legalmente puede haber una nación dentro de otra nación? (Igual que las matruskas rusas, ¿no?). Pos lo mismo; pos igual puede haber también un reino dentro de otro reino.
¿Y Cieza qué, ya que estamos?. Pos en Cieza podemos ser lo que nos dé la gana, ¡oiga! Tenemos tos un mismo origen: “la orilla de la cieca” (esto lo averiguó hace años un amigo mío aficionao a la antropología), aunque muchos, después de haber medrado algo en la vida, niegan tal condición. Hablamos una misma lengua: el murcianico con matices esparteros (aunque la segunda lengua que más se habla en el pueblo actualmente es el árabe, ¡ojo al dato!). Y tenemos una estupenda tradición común: hacer gachamiga dura cuando llueve. ¡Pos ya está; pos no hay más que hablar!: nación como poco. (O república). Ande, calle, calle...
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