Balsas de cocer esparto de «Migaseca», hoy demolidas y desaparecidas |
Al menos no destruyamos los testimonios antropológicos, nuestras señas de identidad del pasado, para que tengamos presente quiénes somos y de dónde venimos. Porque si ahora sobresalimos por ser un pueblo «melocotonero» y quizá en un futuro próximo seamos «golfistas» (de «golf», que es un deporte de pelotas, y de palos)*, no debemos olvidar que Cieza ha sido un pueblo eminentemente espartero hace solo unas décadas. Por entonces la industria de transformación del esparto llegó a desarrollarse aquí más que en ninguna otra parte del mundo. Aquel fue un tiempo en el cual había carreras de hiladores por doquier; por todos sitios se olía a esparto cocido, y se hacía lía en más de un noventa por ciento de los hogares ciezanos.
De dicha época se conservan cada vez menos cosas, y las personas que nos pueden dar referencias de aquella vida tan ligada al esparto van faltando poco a poco. Pero hay ciertos elementos pertenecientes a la industria de la espartería, que por su solidez han llegado hasta el presente: las balsas de cocer el esparto. En ellas se metía dicha materia prima atada en bultos. (Los bultos estaban compuestos por manadas, que había hecho el espartero en el monte, y que se habían secado al sol en las tendidas corriéndoles la maja hacia las colas del esparto y abriendo estas en forma de abanico). Cuando la balsa estaba llena de bultos perfectamente hacinados, se echaba el agua y se colocaban piedras sobre estos para evitar su flotación (recuerden el Principio de Arquímedes); después se dejaban sumergidos durante 30 ó 40 días; al cabo de estos había que sacarlos a la espalda, chorreando agua putrefacta y maloliente (a aquellos trabajadores no les abandonaba nunca el hedor a «agua de esparto», que llevaban incrustado en los poros de la piel), cargar los bultos en carros o camiones y transportarlos de nuevo a las tendidas, donde era preciso soltar las manadas y extender el esparto en capas finas para que éste se secara y blanqueara al sol (luego sería llevado a las fábricas de mazos para ser picado por las picadoras, rastrillado y más tarde hilada su fibra).
Pues en la actualidad, algunas de estas balsas de cocer el esparto han desaparecido, pero las que quedan: unas abandonadas, otras utilizadas para uso agrícola y unas pocas todavía funcionando, merecería la pena catalogarlas y protegerlas de la destrucción y del olvido, aunque no sea más que para conservar nuestra memoria de aquel tiempo que pasó.
De entre las que existen o han existido en Cieza, podemos señalar algunas: (1) Balsa de Amorós, en el Barranco Meco, pk. 3’3 de la Carretera de Mula (en la actualidad todavía funciona); (2) Balsa Redonda, pk. 3’9 de la Carretera de Mula; (3) Balsa del Aguardiente, en la Finca de las Lomas (desaparecida en la actualidad); (4) Balsa de San Pedro, en la Finca de las Lomas, cercana a Las Terreras o canteras de arcilla roja; (5) Balsa de los Marcos, pk. 4’2 de la Carretera de Mula; (6) Balsa del Pino, pk. 5 de la Carretera de Mula, junto a los «Praícos de doña Ángela»; (7) Balsa de Doña Vicenta, cercana al paraje de Perdiguera y carretera del Pantano del Quipar; (8) Balsa de Miñano, en el paraje de La Arboleja, junto a la Vereda de Morcillo; (9) Balsa de Ascoy, desaparecida (era la más grande de todas, con acceso para entrar en ella los camiones). En el paraje de la Fuente del Ojo estaban: (10) Balsa de Martinejo; (11) Balsa del Toledillo; (12) Balsa de los Guiraos; (13) Balsa del Realejo; y (14) Balsa de Federico de Arce (todas desaparecidas excepto la última). (15) Balsas de Migaseca, junto a la Ermita del Santo Cristo; y (16) Balsas de Bolvax, que todavía funcionan.
Además de estas anteriores, había o hay otras balsas de riego, que en algún momento han sido utilizadas también para cocer esparto, como la Balsa de Rovira, en la Cañada de Jaén, y la Balsa de la Herradura, en Las Delicias. Esta última magníficamente construida con bloques de piedra engarzados con grapas metálicas, la cual se llenaba en tiempos extrayendo el agua de la acequia con un «arte» o «rueda catalina» movido este con el impulso de un molino de viento.
©Joaquín Gómez Carrillo
_________ *En la fecha en que publiqué el presente artículo aún estaba empeñado el Consistorio Municipal en la construcción de varios campos de golf, cosa tan descabellada que no pudo jamás llegar a buen puerto.
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