Como ya hemos entrado en el mes de la feria, estamos ansiosos (es un decir, claro) por conocer el programa de festejos y saber quiénes son los artistas que van a venir este año. Y ver, sobre todo, los cambios de adecentamiento que, esperamos, se produzcan en el pueblo, ¿no? Siempre se ha hecho. Porque la gente, en teniendo una buena feria y el pueblo un poco en revista para esos días, no pide mucho más (el ciezano no es exigente; tú al ciezano le das unas buenas fiestas y ya le tienes agradecido todo el año). De modo que a la gente le gusta que esos días, por lo menos, estén los pasos de peatones pintados como Dios manda, que los banquicos del Paseo tengan sus tablas en condiciones y con una manecica de pintura, que los jardines estén con sus planticas regadas, y, a ser posible, que haya también un tío con una gorra para decirle a los zagalicos pequeños (pues sus papás jamás les orientan en ese sentido, sus padres los ven arrancar las flores, pisar el césped o romper las ramas y no dicen ni mu): “nene, salte del jardín, hijico, que vas a coger el cólera con las mierdas de los perros”, o a los zagalones más grandes, que algunos no tienen educación ni la han mamado: “Oye tú, o vosotros, tened la bondad de no hacer polvo los jardines, ni romper los bancos a mala milk (el o la de la gorrica puede que tenga hecho un máster en Inglaterra, no te fíes de las apariencias), ni tiréis al suelo inmundicias estando la papelera al lado, que os voy a poner una multa por deterioro de bienes públicos que se va a cagar la perra a la pata abajo.”
Pero principalmente, como les decía, estamos preocupados por ver a los cantantes. Al pueblo, al soberano, al que, Dios mediante, se va a retratar saliendo de detrás de la cortina con el sobrecico en la mamo en primavera, lo que le gusta es que vengan muchos cantantes, y nada de chimpuneros, no, sino cantantes famosos, de los de la tele. Y si de paso curiosean un poco la Plaza de España (no se ha limpiado el suelo desde que llovió a cántaros) y ponen los bancos que faltan, que rompieron los cafres hace años, pues miel sobre hojuelas. Y si también se ve a algún policía dándose una vueltecica, porque anda con Dios, que lo de las motos (yo no sé cómo lo hacen en otros sitios, pero las normas, a lo mejor, se pueden llegar a respetar, incluso). Pues eso, que en esos días da gusto y la gente comenta, esto ha cambiado, ya lo creo. Luego vendrá el otoño y el largo invierno y Cieza volverá a ser Cieza, no tenemos otra, qué le vamos a hacer, somos así. Pero en estas fechas tan señaladas, a la vez que vienen los cantantes, que ojalá sean del agrado del respetable, eso es lo principal, oye, nunca está de sobra que se vea un poquico de preocupación por los espacios públicos y el respeto cívico entre nosotros mismos. Me perdonarán, pero es que hay que empezar por decir las cosas.
Pero bueno, lo primero es antes. Así que tengamos buenas fiestas patronales en honor de San Bartolomé (el otro año por feria, me acuerdo que un cura se quejaba amargamente de que no se acordaba del Santo ni Dios, y ni siquiera los de la propia Hermandad acudían a los oficios religiosos de su, perdón, de nuestro Patrón). Pero mire usted, si es que en cuanto llega el tío de la pita y oímos los truenos del castillo de fuegos artificiales que tiran en el Arenal del Puente de Hierro, se nos hacen agua las carnes, compréndalo: no se puede esta repicando y en misa. Aquí, lo que le priva al parroquiano medio es la cerveza, la morcilla, el pollo asado y los cantantes. Y si además de eso podemos ser testigos del pequeño milagro de la mejora de nuestro pueblo (no sólo se le debe atribuir al Santo el sudoroso poder sobre las tormentas), que normalmente se manifiesta en días previos a la feria (hombre, también ocurre al final de cada cuatrienio legislativo, pero esa es otra), bendito sea Dios. En fin, tengamos buen rollo y preparemos nuestro mejor espíritu festivo, pues esta vida es corta como palo de gallinero y lo principal es tener salud y buen humor, ¿no?
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