INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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17/9/23

Senderos en la noche

 .

En las paredes de las casas antiguas se pueden encontrar testimonios de otra época, cual dejaron en las cavernas las mujeres y hombres de la prehistoria.

Mi padre me había dicho aquella tarde, a la postura del sol: «coge la cabra, que está salía, y llévala a ca Diego de la Blasa pa que la pille el macho». ¿Qué edad tenía yo entonces? Nueve, diez, añicos…; más no tendría. Por supuesto, y calculando que llegaría aún con luz, me había explicado bien, trazando un mapa en mi cabeza, cómo llegar sin extraviarme a la «Casa de la Blasa», donde habitaba aquel hombre, y cuyo paraje era todavía para mí «terra incognita».

Ahora se está cayendo a cachos, pero ahí, en plena Herrada, en mitad de un paisaje noble por sus cultivos de viñas y almendros, se halla la conocida por todos «Ermitica», en la finca «Los Praicos de Doña Ángela). La casa, grande, con viviendas separadas para los medieros y para los señoritos, con bodega y almazara propias en otro tiempo, observamos que tiene anexado un pequeño templo en la parte del poniente. (Antonio Moxó, descendiente de los antiguos propietarios, me dijo: «…allí tomé yo la primera comunión».) En la lomera alta del tejado, si no lo ha derribado el paso demoledor de los años, posee un pararrayos, cosa singular en las casas de los campos, donde siempre cabían las historias y los recuerdos de desgracias ocurridas por tormentas (en la casa del Malojo, subida a un altozano y expuesta a todos los vientos, una noche cayó una exhalación por la chimenea, apagó la lumbre esparciendo las brasas y las cenizas y mató al gato que dormitaba en el «chupaor» del humo; la familia quedó noqueada por un rato, sin saber qué había pasado, pero viva).

La primera referencia en mi periplo era el «Cabezo Blanco». Este pequeño monte es una singularidad, por el color de su tierra, en medio del vasto paraje. De lejos causa extrañeza su blancura, como si lo hubieran colocado allí adrede, transportándolo desde otro lugar laguenoso, rico en gredas. «La senda cruza por el collaíco del Cabezo Blanco; coge el antiguo “Camino de Cagitán” y tira p’adelante, y no te lo dejes», me había advertido mi padre. Mas como la cabra no ramaleaba, casi que debía llevarla agarrada del collar del que pendía una campanilla de bronce, y, a veces, de una oreja, de la que no llevaba la «matrícula», que como era lechera y abastecía a la familia, estaba controlada por el veterinario, el cual le ponía una etiqueta de plástico y un número de serie con un sacabocaos.

Por el mes de junio los días dan mucho de sí; no obstante, cuando llegué a mi lugar de destino, el Sol ya había caído, rojo incandescente, tras la cara oculta del Armochón. Soledad. Siluetas fantasmagóricas. Silencio. La casa, donde otrora había bullido la vida, estaba cerrada a calicanto y en derredor no se veía un alma. Esperé. Al rato oí un cencerro; después chasquidos guturales de alguien: un pastor, que practicaba el esperanto común entre él y su ganado. (¿Se acuerdan del magistral papel de Fernando Rey en la serie «Don Quijote de la Mancha», dirigida por Manuel Gutiérrez Aragón? ¿Recuerdan al actor, afectado de Parkinson, altivo, caballeroso de libro de caballería, sentencioso con diálogos de Camilo José Cela, de mirada egregia? Si lo imaginan, ya comprenden la imagen que yo percibí del hombre que se acercaba al ejido de la casa al oscurecer, buscando sus animales la querencia del aprisco y el refugio de la tenada.)

En el Cabezo Blanco, años después, yo descubriría un gran yacimiento de fósiles, en su mayoría erizos, los cuales llevaría al Instituto en cantidades generosas y regalaría a profesores y alumnos compañeros. Ya no quedan fósiles allí. No se cansen de ir a buscar; los han «esquilmado», incluso excavando el terreno en diferentes lugares. También del Cabezo Blanco, en su parte oriental, surge una vena de agua a través de una bocamina; manantial que nunca se agota y que llena una balsica, con la que se beneficia un pequeño regadío de higueras y granados. Tras dicho cabezo, y, desde la «Balsa de San Pedro», que ya no existe, sube el antiguo «Camino Viejo de Cajitán», ruta sustituida a finales del siglo XIX por la Carretera de Mula («Carretera de Mazarrón en los mapas de antes»). Mas el histórico camino aún existe, pedregoso, estrecho, descuidado, y no fue sino a través del cual que hice yo mi periplo aquella tarde de la memoria.

Solo allí por voluntad propia, Diego Lucas, hijo de Blasa Gómez, permanecía en el cortijo de sus ancestros, cuidando un pequeño ganado de ovejas y cabras, aparte del averío, que gozaba de la libertad de corrales y casa. El hombre me indicó que dejara la cabra, para su beneficio con el macho, y que volviese a los dos o tres días. El animal era la fuente de provisión de leche en mi casa, pero cuando transcurría un periodo largo, su manantial se iba aminorando y era necesario que volviese a parir. Sus partos eran siempre dobles: dos chotos, a los que mi padre ponía un bocico de esparto por las noches para que no agotaran las ubres (a la mañana, mi madre ordeñaba una parte y la otra, para ellos). De ahí que, notándola en celo, mi padre me enviase con ella a la «Herrada profunda», no lejos de la «Rambla del Cárcabo», que llena hoy en día la presa del mismo nombre.

La vuelta, hasta que pisé terreno conocido, fue un poco a tentarujas. Pues la noche se había cerrado y las sombras emergían como fantasmas en los recodos del camino, en los troncos de los almendros o el ladrido de perros lejanos. La oscuridad había envuelto el «Casón de Zampa», que en sus tiempos fue morada pobre y bodega; ahora, derruido, apenas se adivina el lugar donde estaba el pozo del mosto y la cueva con los toneles, en la cual, sepultados en el polvo, puede ser que aún se encuentren algún aro enrobinado o alguna duela, pasto de la carcoma. Hubo varios viñadores y vinateros en el paraje de la Herrada. Tenían por allí sus relenquillos plantados de vides, que cultivaban con esmero; hacían luego su vino para consumo propio y ponían a la venta el exiguo excedente.

Diego Lucas, al saber quién era yo, me dispensó su mejor trato (mi familia profesaba una amistad leal, de las de antes, con la suya). Me hizo pasar al interior de la casa, donde improvisaba una cama de hierro, en medio de la estancia, para descansar sus huesos. Al hombre, alto y delgado, tiempo atrás se ve que le había dado «un aire», y tenía un rictus en su boca. Sacudió las gallinas que se habían posado para dormir en el cabezal de la cama y, con las mejores palabras, me despidió. Recordé que él, siendo niño quizá, o dios sabe cuándo, había hecho y firmado un dibujo en la pared de la bodega del Madroñal.

©Joaquín Gómez Carrillo 

 

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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"