INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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21/3/20

Panorama nacional

 .
Pico de la Atalaya tras los árboles
Miren lo que les digo, por una vez seamos sensatos y con sentido común. Estamos donde estamos y partimos de lo que tenemos, y desde esta desgraciada situación es desde donde debemos afrontar la lucha para salir lo antes posible y con los menores daños de esta crisis. ¡Claro que si tuviésemos más y mejores recursos, técnicos y humanos, en nuestro sistema sanitario, estaría ocurriendo una menor mortalidad por la maldita pandemia del «coronavirus»! ¡Claro que si nuestros gobernantes hubieran reaccionado antes y adelantado sus decisiones, porque todo esto se veía venir (lo teníamos a güevo para «escarmentar en cabeza ajena» con el ejemplo de Italia), no habríamos llegado a este panorama nacional que tenemos ahora! ¡Y claro que si tuviésemos más dinero a nivel de país, como Suiza o Alemania, otro gallo nos cantaría! ¡Claro! ¡Y claro también que si fuésemos tan disciplinados y laboriosos como los chinos, esto lo habríamos gestionado de forma más eficaz desde el primer momento! Es cierto todo eso, pero lo que tenemos es lo que hay, y es con lo que contamos; no le demos más vueltas. Ah, y me parece un ejemplo de ruindad el que algunos fulanos (sobre todo de los extremos, que se tocan), en plena crisis sanitaria de la nación, sigan tirando chilindrinas políticas para «dañar» a los contrarios, y estén utilizando la angustia de la población para arrimar el ascua a su mísera sardina. ¡Con su pan se lo coman esos politicuchos!

Nosotros ahora, a cumplir a rajatabla las medidas y los consejos de las autoridades sanitarias, y lo establecido en el real decreto del Gobierno. No nos queda otra para frenar el contagio del virus. El «estado de alarma», en vigor desde la noche del sábado, día 14 del corriente més, es una de las medidas legales previstas en la Constitución para afrontar calamidades graves que afecten a la población, y esta del «covid-19», o como demonios se llame en clave laboratorio a este bicho maligno, es lo suficientemente preocupante como para declararlo. En el estado de alarma, según la propia Constitución, no se suspende ningún derecho fundamental, pero el Gobierno sí puede limitar estos mediante decreto acordado en consejo de ministros. Por ejemplo, el derecho a la educación se limita por el tiempo necesario, el derecho de reunión se limita a determinado número de personas, el derecho al libre tránsito se limita para ciertas actividades, etc. De modo que algunos de nuestros derechos constitucionales se encuentran limitados por el bien de la ciudadanía, para ver si, a falta de medicación o vacunas, porque todo dios científico está trabajando en los laboratorios y no hay todavía remedio (y quien divulgue lo contrario en las redes sociales miente), podemos entre todos parar el contagio, hacer que las curvas ascendentes de los afectados y de los fallecidos se inclinen hacia abajo en unos días y empecemos a respirar más tranquilos.

Pero a la publicación del presente artículo, habrá transcurrido apenas una semana, y el número de afectados seguirá subiendo, y mucho; y continuará ascendiendo hasta por lo menos pasados los quince días del inicio de las medidas de confinamiento impuestas; no pensemos que esto va a ser rápido, pues además, cuanto más afectados hay, mayores son las probabilidades de contagio, es como un círculo vicioso; y por otra parte, los casos que aparecen hoy son los que se contagiaron hace 14 días. (Esto es como mirar a las estrellas en la noche: la luz que vemos ahora brillar en el firmamento es la que se produjo hace un puñado de años). De modo que preparémonos para estar un mes en casa, como mínimo, y lo que te rondaré morena. Y para colmo de imprevisión, no hay ni mascarillas y tenemos que agradecer la caridad, la solidaridad y la gentileza de los chinos. ¡Qué país!

No obstante, tenemos suerte, porque el abastecimiento de productos básico de consumo está garantizado. No hay que acaparar productos, como de forma vergonzosa ha hecho alguna gente imbécil, dejando peladas las estanterías, produciendo el consiguiente perjuicio a otros consumidores sensatos. No hay que llenar hasta arriba la despensa. No va a faltar de nada, ¡ni para comer ni para limpiarse el culo! Tengo un súper junto a mi edificio y veo que no paran de llegar los camiones de la logística. ¡El mundo no se va a acabar!, y no hay que comprar con avaricia.

En relación con las tiendas y supermercados, quiero romper una lanza por las heroínas y héroes que resisten toda una jornada detrás de un mostrador, una caja o pasillo arriba, pasillo abajo, reponiendo productos en los estantes. Nombro a quienes me sirven el pan de cada día: Maricarmen, Jose, Ana o Miriam; a Cristina y Félix de mi carnicería y charcutería de la esquina; y a las dependientas y dependientes de mi súper habitual, donde acudo a comprar lo que diariamente necesito, María José, Toñi, Leo, Carmen, Isa, Sonia, Ana, Mª Encarna…, Daniel, Juan, Jose, Eduardo…, y otros que se me olvidan. A todos ellos los encuentro siempre al pie del cañón, cumpliendo su trabajo, sin duda no exento de riesgo de contagio en estos días; bregando con mucha gente que no cumple las normas de distancia personal, que no tiene la paciencia de mantenerse en la cola de forma respetuosa o que arrambla con cantidades ingentes de productos como si fueran a bombardear. A ellos les agradezco su labor, pues aparte del personal sanitario, que estará ahí cuando lo necesitemos, otros colectivos se merecen también nuestro aplauso, como es el de las dependientas y dependientes de las tiendas de alimentación y supermercados. ¡Va por ellos!
©Joaquín Gómez Carrillo

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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"