INTRODUCCIÓN

______________________________________________________________________________________________________
JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

Buscador por frases o palabras

Buscador por fechas de publicación

Traductor de esta página a más de 50 idiomas

30/7/11

El paisaje de un pueblo

.
El Capitol, el cine que perdimos
En relación con lo que fue el Cine Capitol en el paisaje de Cieza, pueden leer los artículos "Las noches del Capitol", o "El Capitol, una demolición anununciada".

Muchos de ustedes se habrán dado cuenta de cómo va cambiando a lo largo de los años el paisaje urbano de Cieza. Nada ha sido siempre como es hoy, ni lo será mañana; por eso sobre el aspecto real de las cosas actuales se halla entremezclada la imagen del ayer que guardamos en la memoria. Y los viejos todavía atesoran en su cabeza otro paisaje más antiguo, en blanco y negro, que ni siquiera nosotros conocimos. Y esa es una de las maravillas por las que cada persona en sí es un mundo: la suma de todos los recuerdos que en su mente conviven con la realidad.

Un día, hablando con Juan José Avellán, me relataba detalladamente el paisaje que mucho tiempo atrás presentaba la Carretera de las Ramblas: las casas y los lugares que había desde la Máquina Fija, bajo el terraplén de la Ermita, hasta Barratera, pasando por Los Tapones de la Isla y bajando la Cuesta Santalarroz, donde a la izquierda quedaba el Molino –reconvertido luego en fábrica de hielo y al fin abandonado– y a la derecha el Ventorrillo. Paso a paso me fue evocando imágenes, muchas coincidentes y otras cambiadas con el tiempo, del mencionado paraje. ¡Él, (ustedes le conocen, ¿no?) que desde hace bastantes años sólo percibe la esencia pura y verdadera de las cosas, no lo accidental del mundo que nos rodea!

Si ustedes han leído “Cien años de soledad”, recordarán que en los albores de Macondo sucede una especie de epidemia del olvido, y cuando todos sus habitantes comienzan a perder la memoria, José Arcadio Buendía, patriarca fundador de aquel pueblo literario de García Márquez, decide que, para salvarse, hay que escribir carteles con el nombre de las cosas cotidianas y su utilidad. “Vaca –puso en un papelito–, sirve para dar leche y hay que ordeñarla todos los días...”

Pero el tiempo es también una polilla de la memoria, y convendría por tanto dejar escrito lo que fuimos, lo que era Cieza, con sus lugares públicos, sus fábricas, sus comercios, sus cines, sus costumbres o sus tabernas. Sería bueno, ahora que el mundo se ha hecho pequeño con internet, que las nuevas generaciones tuviesen una noción, al menos literaria, de otro paisaje urbano anterior al que hoy se aprecia. Porque pasados los años, ¿cuánta gente se acordará de que la Parada de los taxis estaba situada frente a la fachada principal del Mercado de Abastos, con los hermanos Camacho, Peñataro, el Chapa, Cutillas y otros taxistas? ¿O cuánta gente tendrá por cierto que la Feria no estaba compuesta de tascas como hoy en día, sino de casetas de juguetes que rodeaban la Plaza de España, o que las atracciones se instalaban en el Solar de Doña Adela?

Y hablo de la década de los setenta, hace casi nada, pero que todavía permanecían los rasgos de un paisaje urbano anterior que pronto iba a cambiar: Se levantó la torre esa tan desangelada en la Erica del Hospicio, cerrando definitivamente la ventana que permitía ver la Atalaya desde el centro del pueblo. Por entonces, y en la mismísima noche de San Bartolomé, se disparaba un segundo castillo de fuegos artificiales en la Esquina del Convento. Mucho más emocionante, ¡donde va a parar!, que el del Arenal del río.

Frente de los Valencianos estaba la Central de la Telefónica, donde la Anica fue la última telefonista del pueblo (los teléfonos particulares eran extensiones de tres cifras y para llamar fuera había que pedir conferencia). Luego, automatizadas ya las líneas, se utilizó el local como sala municipal de exposiciones. En el viejo Convento estaba el Asilo de ancianos, que dirigía divinamente la Madre Blanca, y los locales de la OJE, donde el conserje Antonio Carrillo, con su don de palabra de hombre bueno, ponía orden en los turnos del ping-pong.

La Plaza de España aún tenía en el centro la “Tortada” –que no sé por qué la arrancaron siendo como era un signo de identidad–, donde tocaba muchos domingos la Banda municipal (me acuerdo perfectamente de Juan Montiel, escuchando con devoción tocar el oboe a su hijo Juan Carlos, que era entonces pequeñico).

A la espalda del Mercado de Abastos estaba la Lonja, con los Marrajises y los Cebollos; y allí, en la misma Calle Santa María, la Parada de los motocarros. Mientras que el mercadillo semanal de los miércoles se colocaba entre las calles Buen Suceso, Reyes Católicos y Plaza de España.

En la calle de la palmera, frente al huerto de los Anaya, estaba el Café del Gato, arranciado y señorial, donde se echaban las quinielas. Y en la cabecera del Paseo, cuyo aspecto era todavía el de principios de los cuarenta, con sus bancos de piedra, se hallaba la panadería de Cagancho.

El primer bar moderno del pueblo, ¡con aire acondicionado!, fue el Rhin, en la Calle San Sebastián, cercano al viejo y clásico Bar de Isidoro. Luego abrieron el Mogambo (donde ahora están “los Valencianos de abajo del Paseo”), que era el no va más; y el Mindanao, en la actualidad el Tiffanis. Pero cuando salíamos los domingos del cine Capitol y teníamos un poco de gazuza, nos íbamos derechos al Sotanillo, en la calle Hontana, donde tenían las mejores patatas asadas a la llanda que se han hecho jamás en Cieza. Entonces Pepe, muy atento siempre con la clientela, preguntaba:
–¿Qué van a tomar los señores?
–Ponte unas rodajicas de patata con ajo y un butano.
–Les faltan cinco minutos –advertía él, pues siempre las servía en su punto: crujientes por fuera y tiernas por dentro.
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 30/07/2011 en el semanario de papel "El Mirador de Cieza")
.
(Ver artículos anteriores de "El Pico de la Atalaya")
.

2 comentarios:

  1. Joaquín,eres un excelente cronista de la Cieza antigua. Es un lujo poder recordar todos los acontecimientos y lugares que nos narras. No dejes de hacerlo. En cuanto a la parada de los taxis, quizás tú no lo hayas vivido, por ser más joven,pero antes de estar frente al Mercado de Abastos,lo estuvo frente a la puerta principal del Convento, y los coches se arrancaban con manivela; aun recuerdo al "Potra" haciéndolo. Saludos, Joaquín; y sigue regalándonos tus relatos y vivencias.

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias por tu amable comentario. Sí, sabía lo de la parada de taxis en la Esquina del Convento. He visto una foto aérea antigua de Cieza en la que aparecen aparcados los autos (Joaquín el "Médico", el padre de los Rocamboles, y uno de los primeros taxistas de Cieza era mi tio-abuelo).
    Saludos.

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

EL ARTÍCULO RECOMENDADO

LOS DIEZ ARTÍCULOS MÁS LEÍDOS EN LOS ÚLTIMOS TREINTA DÍAS

Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
.
* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
_____________________________________________________

Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"