El Muro y el Pico de la Atalaya |
¡Ojo!, cuando oigan a algún gobernante, de los de primera fila, jurar por sus muertos más frescos (eso diría el cartagenero Arturo Pérez Reverte) que ¡jamás! tomarán medidas que resulten gravosas para los ciudadanos corrientes, ya saben: submileuristas al borde de perder el empleo, parados sin esperanza de encontrar trabajo, funcionarios mileuristas cada vez más “recortados” o pensionistas que a duras penas y con privaciones llegan a fin de mes; cuando oigan ustedes, repito, a alguno de éstos, con Audi oficial y chófer, prometer públicamente que de ¡ninguna manera! van a consentir que se rebajen los derechos sociales de la ciudadanía, échense a temblar.
Les vengo a decir esto porque últimamente no paran de poner en tela de juicio lo insostenible de la Sanidad en nuestro país. Y es verdad, que a esto tendrán que darle una solución algún día, que es imposible mantener una atención médica, de excelente calidad como es la española, para toda la población, para todo el mundo, para cualquier extranjero que se deje caer por aquí, para quien quiera que pase por la puerta y lo necesite; o sea, como el buen samaritano, pero en forma de costosísimo Sistema de Sanitario público: las urgencias llenas, las consultas abarrotadas, los hospitales hasta la bandera, los quirófanos a pleno rendimiento, los medicamentos gratis para una legión de pensionistas, aunque algunos de ellos tengan buenos ingresos... Y todo eso mientras que más de la quinta parte de la población activa española no puede trabajar legalmente ni, por tanto, cotizar a la Seguridad Social.
Y entonces van algunos políticos, que viven en un mundo aparte, sin que les afecte personalmente la maldita crisis, pues ellos son sus propios jefes y se ponen el sueldo que mejor les cuadra y se apañan, mediante leyes que hacen ellos mismos, las mejores prestaciones para cuando al día de mañana, por hache o por be, tengan que dejar el cargo; y van, decía yo, y se sacan de la chistera una palabreja: el “copago”, y la sueltan por los medios como un globo sonda, para ver qué pasa. Si la cosa pinta mal, entonces niegan la mayor y dicen que nunca pasó por su cabeza adoptar semejante medida, ¡qué barbaridad! Pero sí. La idea de hacernos pagar (“aún más”) por ir al médico, no les quepa duda que está hoy en la cabeza de algunos políticos de los de arriba, ¡vaya si está!
¿Y qué diablos es el copago?, ¿cómo se va a comer eso, si finalmente hemos de sufrirlo? (A esa pregunta nos podrán responder muy pronto los italianos; y, claro, “cuando las barbas de tu vecino veas rapar, pon las tuyas a remojar”). El copago significaría que cada vez que tengamos la necesidad de acudir al médico de familia, tendríamos que apoquinar un poquico (lo de “poquico” lo insinúan ellos para ver si cuela), y cuando vayamos a un especialista, aflojar la cartera un poco más (unos 25 eurazos, parece ser que les van a clavar a los italianos). Y si se trata de un ingreso hospitalario o de una operación quirúrgica o de las dos cosas, pues lógicamente habría que “copagar” bastante más.
Como ya les adelantaba al principio, nuestro Sistema de Salud, por pura lógica, necesita ciertas reformas. La sociedad actual ha cambiado, y, claro, “pescao gordo y que pese poco, no existe”. Mayor población que atender, mejor atención sanitaria y con mejores medios, intervenciones más costosas (hace poco me comentaba una persona que trabaja en el Hospital Virgen de la Arrixaca: “Aquí llega un rumano y necesita un trasplante de corazón, y no se mira si ha cotizao, si lleva más o menos tiempo en nuestro país, ni nada: Se le hace el trasplante, que cuesta millones, y punto”), equipos de personas más preparadas, mejores y más modernos aparatos, y menos cotizantes a la Seguridad Social, pues ya me contarán ustedes: la cosa no cuadra de ninguna manera.
Ahora, ¿es la solución al problema el que la inmensa cantidad de personas mayores, que son quienes más visitan al doctor, por desgracia y porque es ley de vida, tengan que pagar por ello? ¿Es la solución al problema el que a los millones de desempleados de nuestro país se les grave su maltrecha economía con el pago de la atención médica cuando lo necesiten, ellos o los familiares a su cargo? ¿O es la solución al problema el que aquellos que todavía podemos dar gracias porque tenemos un trabajo, cuando necesariamente hagamos uso del sistema de salud, que sostenemos con nuestras cotizaciones que nos descuentan de la nómina todos los meses, tengamos que pagar aún más?
Hombre, el asunto es complejo, pero hay otras muchas cosas sobre las que reflexionar antes de obligar al puñetero copago a la gente corriente. Por ejemplo: ¿Ustedes saben cuántas UVIs móviles y cuántos equipos de profesionales de la sanidad, echando horas extras a porrillo, y cuántas atenciones en urgencias e intervenciones de quirófano, se realizan durante una semana de Sanfermines en Pamplona? Es por citar sólo un caso que se puede multiplicar a lo largo de la geografía nacional. Pero, ¡cuidado!, yo no digo que no se atienda a los borrachos y a los corneados, sean españoles, guiris o de cualquier procedencia. Sí, que se les atienda a todos perfectamente. Pero que después se les pase la correspondiente factura. ¿O es que va a ser igual un albañil que se cae del andamio que un fulano que corre por gusto delante de los morlacos...?
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©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 23/07/2011 en el semanario de papel "El Mirador de Cieza")
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(Ver artículos anteriores de "El Pico de la Atalaya").
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