INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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14/5/11

Viñadores y vinateros

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Bodega de tinajas, en ruinas por el abandono y la desidia
Dicen que fue Noé, quien un día posdiluviano pensó: «exprimiré la uva de mis cepas y dejaré que el mosto fermente durante un periodo de tiempo, y luego beberé de este caldo delicioso a ver qué ocurre...» Y ya saben ustedes lo que le pasó a aquel hombre de Dios: que se cogió una cogorza como un piano, perdió el pudor, que es lo que les pasa a los borrachos, y se puso a dormir la mona en una situación tan indecente, que sus hijos, preocupados, tuvieron que acercase de espaldas y cubrirlo. Después de aquello, la humanidad no ha parado de pimplar. Los griegos, sabios y hedonistas, adoraban el tinto bajo la deidad de Dionisos; mientras que los romanos eligieron al dios Baco para ponerse como piojos bebiendo en sus «bacanales».

Hay quien dice que la historia del género humano puede dividirse por razón de su alimentación en tres culturas principales: la del trigo, la del arroz y la del maíz. Pero, ¿y la del vino...? Sabemos que todos los pueblos han elaborado sus mejunjes alcohólicos, sin embargo, nada tan antiguo y tan arraigado a nuestra cultura occidental como el vino. Recuerden que el propio Jesús de Nazaret, llegaría a convertir el agua en vino, y, en el postrer momento de su existencia como hombre en este mundo, proclamó sobre el fruto de la vid y el trabajo del hombre: «¡...Esto es mi sangre!», por eso el vino está presente en el cáliz de la misa.

Hoy en día, la industria vitivinícola ha evolucionado mucho; incluso una parcela de la ciencia se halla dedicada a la enología (el estudio del vino). De modo que son las grandes bodegas las que producen los más importantes y famosos caldos, con la excepción de algunos pequeños cosecheros que aún prefieren mantener su elaboración artesanal. Pero esto, por regla general, antes no era así. Sino que existían multitud de viñadores que al mismo tiempo tenían su bodeguilla y elaboraban su vino, cuyo excedente del consumo familiar vendían para resarcimiento del trabajo.

Miren, cuando salgo al campo, me gusta ir fijándome en los vestigios humanos de otro tiempo. Pues en las ruinas de las casas o en los restos de cualquier medio de producción se pueden descifrar las maneras de vivir que tenían nuestros antepasados. Y en lo referente a la elaboración de vino, existen en diversos parajes de Cieza muchas construcciones ruinosas que atestiguan esta profusa cultura vitivinícola. Las gentes de los campos, que trabajaban duro de sol a sol, subsistían la mayor parte del año con una alimentación básica: harina, patatas, aceite, productos del cerdo y vino (hablo de la primera mitad del siglo pasado); el vino no faltaba, ya en la mesa del hogar, ya en las comidas de fiambre en el campo.

En el paraje de La Herrada, si nos acercamos con cautela a los restos de alguna casucha hundida o a medio caerse por el paso del tiempo y el abandono de sus propietarios, podremos observar las señales de estas mini industrias. Siempre es lo mismo: el lagar o pisadero de la uva, los vestigios de una pequeña prensa, un pozo donde iba a parar el mosto y un cuarto donde reposaban los toneles.

Una de estas moradas se halla junto al Camino Viejo de Cajitán, cerca de la finca de los «Praicos de Doña Ángela» y de la «Casa de la Ermitica». Según los viejos, le llamaban «el Casón de Zampa». En realidad es mitad casa y mitad casón, o sea que el espacio dedicado a la bodega está excavado bajo tierra. Afuera, a duras penas se mantienen en pie los muros de lo que fue la vivienda del viñador, hechos a base de piedras boleras y yeso mezclado con tierra: la cocina de la lumbre, el dormitorio, la cuadra para la bestia, la pajera y poco más. Adentro, en donde la temperatura es tibia en invierno y fresca en verano, era el lugar de producción y almacenamiento del vino.

Entré despacio, con los ojos bien abiertos y con la mente dispuesta a descubrir las huellas de alguien que allí vivió, trabajó, tuvo ilusiones y a lo mejor hasta fue feliz (que no nos quepa duda), hace ya muchos años. En el suelo, y frente a un ventanuco por donde introducían la uva en capazos de pleita o en banastas de mimbre, se reconoce perfectamente el lagar, en el cual pisaban los racimones con esparteñas; junto a éste se halla todavía el pozo, con restos de los tablones que lo cubrían, y, a la derecha, en otro túnel oscuro, donde permanecen los apoyos de obra de los toneles dispuestos en hilera, pude observar todavía algún aro oxidado o alguna duela carcomada de estos. Había detalles por todas partes que desvelaban secretos: entre ellos, las rayas en la pared con las que el viñador-vinatero llevaba la cuenta de las arrobas de vino de su cosecha, o los apuntes a lápiz de alguna venta pendiente de cobro; incluso alguna firma por el gusto de perpetuar la presencia humana de alguien.

Otra bodega, única por su singularidad en los campos ciezanos, la cual sus dueños han dejado arruinarse del todo, es la que había en la «Casa de Los Prados». Entre muros caídos a causa de la desidia, puertas arrancadas por los maleantes y el propio techo de la bodega levantado brutalmente por los «robatinajas», me asomé y quedé maravillado: Allí el vino, además de en toneles de madera, cuyos soportes se pueden ver, lo conservaban en al menos una decena de grandes tinajas de barro. ¡Qué lástima, pensé, que tan importantes testimonios antropológicos de cómo se vivía antes en Cieza se destruyan y se pierdan hasta no quedar nada...!
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 14/05/ 2011 en el semanario de papel "El Mirador de Cieza")
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(Ver artículos anteriores de "El Pico de la Atalaya")
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1 comentario:

  1. No se preocupe, Blogger anda loco últimamente. Reciba un cordial saludos. Que corra la palabra.

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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"