¿Dónde vas Cieza? ¿A dónde caminan las sociedades que no se tienen estima a sí mismas, que no se protegen y se cuidan a sí mismas, que no se preocupan por sí mismas y que no están dispuestas, llegado el caso, a defenderse a sí mismas?
No es suficiente el que sólo se preocupe cada cual de lo suyo, pues hay una serie de intereses comunes que corresponde a todos salvaguardarlos; en ello nos va el futuro; no sólo a los ciezanos de derecho, sino a todas las personas que, llegadas de otros países y continentes, desean establecerse aquí, trabajar aquí, prosperar aquí y hasta echar raíces aquí en nuestro pueblo, y hacerse ciudadanos con los mismos derechos y obligaciones que nosotros (muchos suramericanos que vemos por la calle, ya son españoles y ciezanos a todos los efectos legales; y eso es bueno, si están dispuestos a respetar, enriquecer y compartir nuestra forma de vida).
Esto viene a cuento de que una serie de individuos, no importa la filiación, raza o procedencia, se están cebando cada vez más en hacer daño a nuestra sociedad. Unos cuantos inciviles, que se dedican a romper, molestar, ensuciar y violentar la deseable convivencia en paz y progreso de todos los ciezanos. Y no podemos echar toda responsabilidad sobre los poderes públicos. No puede haber un policía detrás de cada persona. No puede estar una autoridad en cada lugar y en cada momento en que se produce la infracción de las normas. Ni tampoco es conveniente el menoscabo de las libertades generales para evitar conductas delictivas.
¿Qué a qué me refiero? Pues a todo; desde las cosas con poca importancia hasta las más graves: todo va en el paquete del gamberrismo y la mala educación. Desde los críos de corta edad que en presencia de sus padres arrancan flores y estropean los jardines públicos, hasta los zanguangos que pintarrajean fachadas y maltratan y rompen bienes privados y públicos; pasando por los que destrozan el mobiliario urbano, los que ensucian la vía pública con sus desechos, los que se creen con derecho a que sus perros caguen y meen por la calle, los que dejan los vehículos donde no deben en perjuicio de los demás viandantes y en especial de los discapacitados, los que atruenan con sus motos por el gusto de molestar, los que desprecian el medio ambiente y estropean y degradan nuestros espacios naturales con basuras, los que superan límites de velocidad en el casco urbano, los que vulneran el derecho al descanso de los vecinos, los que se benefician del alcoholismo de los menores y los que rompen árboles.
¿Saben lo que nos cuestan los bienes públicos y su mantenimiento? Echen un cálculo. ¿Saben lo que cuesta un simple árbol puesto en el sitio y cuidado por un equipo de jardineros? Pues una pasta, que sale de los bolsillos de todos; para que venga un tipo incalificable y lo rompa simplemente por hacer daño. ¿Han visto esa acera de árboles, plantados con esmero, que llega desde el pueblo hasta el Polideportivo, esa acera por la que ahora en verano tantas personas van y vienen a las Piscinas? Pues los han roto a mala fe. Algunos desgraciados, que jamás llegarán a nada en la vida, han ido uno por uno quebrándolos. Y así muchas cosas más. ¿Tenemos que soportar impasibles estas gamberradas y estos abusos?
Algunos se preguntarán: ¿y qué vamos a hacer la gente corriente? No sé. Reflexionar sobre ello ya es hacer algo.
¿A dónde camina una sociedad con cada vez más norteafricanos incontrolados, que andan por ahí a la pillada y metiéndose por las buenas en cualquier casa que vean cerrada por los alrededores del pueblo y por los campos? Si se trata de gente necesitada, que se les atienda como Dios manda; si están aquí legalmente, que se beneficien de sus derechos; si desconocen que la propiedad privada es un derecho constitucional nuestro, que se les haga saber; y si algunos desprecian nuestra cultura y nuestras costumbres y quieren imponer aquí las suyas, advertirles del error. Y si están ilegales, ¿para qué se hacen las leyes entonces?
Pero sobre todo, allí donde veamos producirse el quebranto de la norma, tomemos conciencia de ello; y si es necesario, pongámoslo cuanto antes en conocimiento de las autoridades competentes. Pues a veces la dejadez es contagiosa.
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