Cuentan los libros sagrados de la antigüedad que el hijo pródigo exigió un día sus derechos al padre y se marchó lejos de allí, donde cayó en una conducta desordenada e ilícita según la moral de la casa paterna.
Los hijos p. llevan mucho tiempo negando su país, que es España; llevan años dilapidando sus derechos constitucionales por los juzgados, donde se permiten hacer alarde de su comportamiento chulesco; y han pasado demasiado tiempo caminando fuera de la ley en su cínica postura de justificar la violencia terrorista allá en el norte. Pero, miren ustedes por dónde, a los hijos p. del nacionalismo intransigente quizá les interese ahora volver la vista al estado de derecho.
Añade la parábola evangélica que el hijo pródigo, cuando hubo despilfarrado su herencia y se vio abocado a la más absoluta miseria, se arrepintió profundamente de sus pecados, y, con humillación y propósito de enmienda, retornó a la casa de su padre pidiéndole perdón.
Hace años que los hijos p. se hallan encenagados en su propia miseria moral y en sus mentiras cínicas; hace años que, alejados de la senda honrada del respeto a los derechos de las personas, se dedican a minar la paz social del pueblo y a sembrar cizaña en la juventud vasca. De manera que durante un largo periodo, los hijos p. han malgastado el valioso caudal de libertades constitucionales que recibieron en sostener una burla, una infamia, un fundamentalismo ciego y opresor, precisamente contra el estado de derecho que les garantiza su propia seguridad jurídica como ciudadanos españoles que son. A pesar de todo, movidos por la nueva actitud de “la banda de la víbora y el hacha homicida”, puede estar próximo el día en que los hijos p. den indicios de querer “regresar” al camino de la ley.
Se dice en las Escrituras, que cuando volvió el hijo pródigo a la casa familiar hubo mucha alegría y se celebró un gran banquete en su honor, pues aquel hijo, según su padre, “estaba perdido y había sido hallado, estaba muerto y había resucitado” (no hay mención, por parte del evangelista, acerca de la presunta rehabilitación o reeducación del muchacho, aunque ya se sabe que la “cabra tira al monte”).
Pero los hijos p. de Batasuna no han dado jamás muestras de arrepentimiento de sus acciones delictivas; no han pedido nunca perdón por el dolor causado a las víctimas de la banda asesina; ni han proclamado que en adelante vayan a reconocer y respetar la Ley. Sin embargo, ante la posibilidad de que estos raros hijos pródigos retornen a la casa democrática constitucional, se barrunta el regocijo político, el echar campanas al vuelo, el “suavizar” sentencias judiciales, y el perdón prematuro. Mas cuidado con la generosidad mal entendida, pues el estado de derecho y la igualdad de todos los españoles ante la ley pueden ser vulnerados por exceso o por defecto.
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