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Piedra tatuada de líquenes en la Atalaya |
Este que les escribo podría parecer un artículo de divulgación científica, y a lo mejor hasta lo es en cierta medida, pero ciencia a la pata la llana; ya lo verán ustedes. Explicaciones de un sabio patatero.
Miren, estamos tan acostumbrados a rodearnos de aparatejos que muchas veces no nos paramos a pensar en su funcionamiento; están ahí simplemente haciéndonos la vida más fácil, así que los enchufamos a la pared, apretamos el botón y a otra cosa mariposa. Les diré que algunos electrodomésticos tienen un principio de funcionamiento de lo más sencillo, como el frigo, que en realidad está basado en el mecanismo del botijo (lo único que hace es “robar” el calor del interior y soltarlo afuera, lo mismico que los botijos de barro, que al evaporar en verano el agua que resudan, quitan calor al agua del interior; hasta ahí llegamos todos, ¿vale?) Pero, ay, el microondas es otra historia y puede parecer hasta mágico, un invento del demonio; nada que ver con los hornos convencionales, que se calientan con una resistencia eléctrica y todo el interior se pone a doscientos grados en un periquete, y, a la que te descuidas y rozas con la mano metiendo o sacando la bandeja del asado, te pegas un quemazo de no te menees. Pero no, el microondas no se calienta por dentro y si metes un plato sin nada, por mucho tiempo que lo tengas funcionando, el plato está más frío que el corazón de Judas. Este tipo de horno solo calienta los alimentos o los líquidos. Misterioso, ¿no?
Pues miren, no lo es tanto. Y además su funcionamiento está basado en el mecanismo de la fricción, del roce, el mismo que ya realizaban los hombres primitivos para encender fuego frotando dos palitos. Solo que el microondas actúa principalmente con el agua. Calienta todo aquello que lleve agua, que es casi todo (nosotros somos agua en un 80%). Por eso antes les voy a hablar del líquido elemento.
El agua pura (no la que sale del grifo, que dios sabrá lo que le echan) es un compuesto químico formado únicamente por oxígeno e hidrógeno. De forma que cada molécula de agua consta de un oxígeno y dos hidrógenos. Sencillo, ¿verdad? Imaginen una cerda con dos tetas en las que están mamando dos cochinillos, cada uno enganchado a un pezón. La marrana sería el átomo de oxígeno y los marranicos los dos átomos de hidrógeno; pero con la particularidad de que estos no se sueltan (como algunos políticos, que sólo dejan la teta del cargo in extremis a golpe de imputación judicial.
Por otra parte también les tengo que hablar de los imanes; cosa que todo el mundo sabe lo que es un imán: que tiene dos polos y que es capaz de orientarse dentro de un campo magnético (la Tierra, sin ir más lejos, es un gigantesco campo magnético, por eso la agujita de una brújula, que es un pequeño imán, se orienta siempre alineándose entre el polo Norte y el polo Sur de la Tierra. ¿Vale?)
Así que ya sabemos qué es el agua y sabemos lo que les pasa a los imanes. Pero aún no les he dicho lo más importante: que la molécula de agua es bipolar, o sea que la marrana con sus dos marranicos mamando en sus tetas se comporta como un imán, y es capaz de orientarse también en un campo magnético como la agujica de la brújula. Y ahí entran los científicos sesudos y empiezan a darle vueltas al coco, y llegan a la conclusión de que si crean un campo magnético artificial capaz de invertir sus polos de forma instantánea (o sea, que el norte pase a ser el sur y que el sur, el norte, y viceversa, rápidamente), las moléculas de agua que se encuentren en el interior de ese campo magnético también cambiarán su orientación moviéndose rápidamente, dándose la vuelta, girándose (¡marrana con los marranicos p’arriba, marrana con los marranicos p’abajo…! ¿Me siguen?)
Entonces, como estos fulanos de los laboratorios no paran de idear, pues pasico a pasico fueron y crearon el “magnetrón”, que es un invento diabólico y peligroso capaz, no sólo de producir un campo magnético de mil demonios encerrado en una carcasa metálica, sino hacer que ese campo magnético cambie de polaridad con una rapidez pasmosa, no diez ni cien ni mil veces por segundo, sino más de dos millones de veces por segundo. ¡Una bestialidad! Por lo que las moléculas de agua en su interior giran, cabeza arriba y cabeza abajo, millones de veces en un segundo. Imaginen: la cochina con las tetas y los cochinillos p’arriba, después p’abajo, después p’arriba, después p’abajo, etc. Y claro eso, ¡que por nadie pase!, tiene que producir calentamiento por necesidad. Porque no estamos hablando de una sola molécula, bailando al son que le toca el jodío magnetrón del microondas, sino que se trata de muchísimas a la vez. ¿Cuántas? Pues una cantidad enorme. Imagínense los granos de arena que puede tener una playa de La Manga, pues quizá haya un número mayor de moléculas en un vasico de agua. Y todas moviéndose p’lante y p’atrás millones de veces por segundo. ¡Qué calor tiene que dar eso, por dios!
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado en el semanario de papel "EL MIRADOR DE CIEZA"
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