INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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27/10/12

La maragatería

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Mari, mi esposa, enero de 2011.
Era aquel el primer viaje que hacíamos a Galicia en compañía de nuestras hijas. Al inicio de los noventa creo recordar que sería, porque la menor de las tres, Victoria Elena, que había nacido en el año que pasó el cometa Halley, dormiría de forma holgada en el ábside de la tienda de campaña.

Fue a mitad de agosto, cuando más aprieta la calor en este pueblo, que te pasas las noches dando vueltas en la cama sin pegar ojo, cuando decidimos marcharnos. ¡A las cinco de la mañana!, con un cielo raso estrellado y las chicas soñolientas perdidas, pero llenas de emoción por partir. Esa noche, entre Mari y yo, habíamos dejado el R-19 cargado en la cochera, sólo a falta de las bolsas de mano. Ella era una mujer muy dispuesta y organizaba y resolvía los preparativos de manera eficaz. Todo cabía, todo tenía su sitio en el maletero del coche, salvo los sacos de dormir de las muchachas, que los llevarían en los asientos para apoyarse y dormir.

Durante los viajes siempre nos turnábamos al volante, así que el primer relevo aquel día lo hice yo, hasta Honrubia. Entonces la autovía se cogía en Albacete; desde allí para abajo solo estaba la N-301. En Honrubia, como Mari se había llevado un termo con leche caliente y vasos de tupperware, nos tomamos el desayuno con madalenicas de la Alcayna viendo amanecer el día en el horizonte manchego. Luego, siempre que hemos ido a Madrid o hacia el norte, siempre hemos entrado a esta localidad de Cuenca para tomar algo en los bares que hay muy bien surtidos de productos típicos de la tierra. Pues Honrubia era unos de esos pueblos de carretera que se había desarrollado junto a la N-III de Valencia, pero que ya con las autovías, los viajes se “deshumanizan” y los pueblos se quedan aislados y solos.

Después se puso a conducir Mari, mientras nuestras hijas seguían acurrucadas en los asientos de atrás y yo miraba de vez en cuando el mapa de las carreteras (entonces no había navegadores, ni falta que hacían). De modo que le tocó a ella pasar Madrid. A veces se quejaba: “No sé que pasa, pero siempre me toca cruzar Madrid...”

En realidad no había que cruzar la capital de España, aunque aún no existía el lío de las M-40, M-45 y M-50, ni el túnel de la M-30. Simplemente se llegaba hasta ésta última, se atravesaba sobre un puente, se rodeaban un par de manzanas del casco urbano por asunto de obras, que en Madrid siempre las hay, y se cogía dicha M-30 en dirección Oeste siguiendo el curso del Manzanares; luego se pasaba bajo las gradas del estadio Vicente Calderón y se continuaba, dejando a mano izquierda la Casa de Campo y la derecha los jardines del Palacio Real, hasta enlazar con la A-6 de La Coruña en Puerta de Hierro, y ya, carretera y manta.

El coche era nuevo y Mari conducía muy bien, por lo que devoraba kilómetros sin cesar y, a veces, había que fijarse en la aguja del velocímetro para que no subiera por encima de lo aconsejable. Más tarde empezamos a ver formaciones graníticas en el paisaje y columbramos allá a lo lejos la Cruz de los Caídos, ¡inmensa!, sobre el Cerro de la Nava. Años antes habíamos estado Mari y yo en El Valle, con nuestros amigos de Palma de Mallorca, Maricarmen y Pepe (era en invierno y había incluso nieve), y subimos por un sendero con cientos de escaleras de granito hasta la base cuadrangular de la cruz, donde están esculpidos en proporciones gigantes los cuatro evangelistas (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) con sus cuatro figuras que los simbolizan: el hombre, el león, el toro y el águila.

 Poco antes de llegar al túnel del Guadarrama, de tres mil y pico metros de longitud, paramos en un área de servicio de la autopista a tomar un tentempié y cambiar de conductor. Era un lugar grande y concurrido, en el cual procuramos dejar el coche de tal forma que no lo perdiéramos de vista, pues iba hasta los topes de equipaje.

Pasado el medio día alcanzamos ya Astorga, en la provincia de León, donde comimos y nos relajamos durante un par de horas, visitando la muralla romana, la Catedral e incluso el Palacio Episcopal, de Gaudí, que parece haber salido de un cuento de hadas, y donde fue obispo de la diócesis de Astorga el ciezano Jesús Mérida Pérez. Sin embargo, nada más llegar nos metimos a una pizzería (lo primero es antes), llena de gente a esa hora, y encargamos cinco raciones de pizza y cinco bebidas. En seguida volvió el camarero con el pedido; yo había entrado al aseo y al salir me encuentro el panorama: Mari y nuestras hijas no daban crédito a sus ojos: sobre la mesa había dejado el chico las bebidas y una bandejita con cinco triangulitos de pizza que tenía dos bocados cada uno. Así que me fui hasta la barra abriéndome paso entre la multitud para dar mi queja. Entonces el muchacho me explicó que nuestras raciones, generosas, se estaban acabando de hacer, que lo otro era costumbre ofrecer para ir abriendo boca.

Luego, antes de proseguir la ruta, compramos unas mantecadas y dos figurillas muy graciosas que a Mari le habían chocado mucho: un maragato y una maragata, pues la señora de la tienda nos explicó que estábamos en la “capital de la maragatería”, donde antaño se practicaba esta actividad o arriería, transportando el pescado desde Galicia hasta Madrid, y donde aún existe una lengua propia: el maragato
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 27/10/2012 en el semanario de papel "EL MIRADOR DE CIEZA")

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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"