En un parque de Suances |
Bueno, ya ha pasado el mes de agosto,
durante el cual parece que todo se ralentiza o se detiene, y henos aquí de
nuevo dispuestos a continuar con la rueda de las estaciones del año, que en
definitiva no es otra que la de la vida. Por mi parte me alegro de que
reanudemos esta comunicación literaria entre ustedes y yo, este intercambio de
ideas puro y silencioso, este acto íntimo de pensamiento a pensamiento y, a
veces, hasta de corazón a corazón. De modo que aquí estoy de nuevo, en un
rinconcito de mi biblioteca, pensando y tecleando signos en la pantalla del
ordenador, y ustedes ahora mismo (la magia de la escritura es detener el tiempo,
pues cuando leemos por primera vez un libro estamos viajando al instante mismo
en que fue escrito) también están ahí mirando e interpretando esos mismos
signos, quizá con los labios sellados, pero recibiendo en vena de su intelecto
mis pobres ideas y mis torpes expresiones.
La comunicación inteligente entre los seres humanos,
sin lugar a dudas, es una de las cosas que nos hace personas. Pero también en
el plano social –la sociedad en que crecemos, nos educamos y vivimos es la que
realmente nos convierte en hombres y mujeres con determinados valores– hay
otras muchas cosas que nos ayudan a sentirnos mejores ciudadanos y mejores
personas, como son las reglas, las actitudes, los modos de vida o el entorno
físico en que habitamos.
Miren, el otro día, como la calor aquí en Cieza
agobiaba, he estado por el norte: ahí mismo, sin salir de España, no vayan a creer
que me he ido muy lejos, pues hoy en día con las buenas comunicaciones que hay,
en unas horas te pones con el coche a la orilla del Cantábrico (Ahora hay una
magnífica autovía que va de Palencia a Torrelavega, por la que es una emoción
atravesar mediante túneles y viaductos la Cordillera Cantábrica
y descender desde la Meseta
hasta el nivel del mar).
Allí he visitado lugares realmente agradables, no sólo
por su paisaje, que es bellísimo, sino también por la ciudadanía de su gente.
(El diccionario de la Real Academia
de la Lengua define
“ciudadanía” como el “comportamiento
propio de un buen ciudadano”). Pues la buena educación y las actitudes respetuosas,
sobre todo, son las que hacen que a uno le dé gusto vivir en su pueblo (hablo
en general). De modo que si todos nos comportamos con miramiento y con
ciudadanía, no sólo exigiendo nuestros derechos, sino cumpliendo además
nuestros deberes, podemos alcanzar una sociedad más respetuosa y un entorno más
agradable para vivir. Eso nos hace personas, y está en nosotros mismos.
A lo mejor algunos de ustedes piensan
que fantaseo, pero hay pueblos limpios (yo los he visto) donde el pavimento de
los espacios públicos no está lleno de chorretes ni de manchas negras de los
chicles arrojados; pueblos donde, aunque nos pueda parecer mentira, hay
papeleras por todas las calles, que las personas (¡pásmense!) utilizan como
cosa normal; pueblos en que la gente no tira nada al suelo ni va escupiendo las
cáscaras de las pipas por doquier; pueblos que poseen parques y jardines
bonitos y bien cuidados, que los ciudadanos respetan y no pisan ni ensucian ni
rompen; pueblos en que quienes tienen perros observan unas estrictas normas
cívicas de sentido común y no los llevan sueltos, ni los dejan que meen por las
esquinas o los quicios de los portales, ni que entren a los parques, plazas o
paseos, ni que caguen por los jardines ni mucho menos por las aceras; hay
pueblos que tienen las entradas embellecidas, pues la primera impresión que se puede
tener de una persona o de un lugar es su imagen externa; hay pueblos en los que
sus gobernantes se han preocupado de embellecer sus cascos antiguos y mantener
su patrimonio histórico y artístico, y en los que han puesto carteles (que eso
no cuesta tanto) para inculcar y recordar pautas de buen comportamiento a los
viandantes; pueblos, en definitiva, en los que debe dar gusto vivir. Yo lo
pienso así cuando voy por ahí (que tampoco hay que desplazarse muchos
kilómetros, oiga; incluso dentro de la Región de Murcia existen).
Hay pueblos (yo no sé si les ha pasado eso a ustedes
alguna vez cuando han viajado) que al verlos, al pasear por sus calles, al
contemplar sus monumentos y al observar la educación de su gente, he dicho:
“¡mecagüendiez!, en este pueblo debe dar gusto vivir...” ¿Será porque eso nos hace
más personas, que en esencia es lo que importa...?
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 06/09/2011 en el semanario de papel "El Mirador de Cieza")
(Publicado el 06/09/2011 en el semanario de papel "El Mirador de Cieza")
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(Ver artículos anteriores de "El Pico de la Atalaya")
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