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El Capricho, Comillas (Cantabria) |
Qué les iba a decir, Alemania y Francia –históricamente, el perro y el gato– se llevan ahora mejor que nunca. La teutona Ángela Dorothea, por parte del Sacro Imperio Germánico, y el gabachico Nicolás, por parte del Imperio Napoleónico, están ahora a partir un piñón, pues de facto ejercen de soberanos sobre la soberanía perdida del resto de países de la Unión Europea, entre los cuales está nuestra España difusa, que ya no sabemos dónde empieza ni dónde acaba, y, aunque sí sabemos de dónde viene, tampoco sabemos a dónde va.
Como ustedes deben de estar enterados a estas alturas, por el mucho ruido de los medios y por lo cansaburras que son los voceros de los partidos arrimando siempre el ascua a su sardina, nuestros emperadores europeos, a toque de cornetín de órdenes (“¡tararí-tararí!”), nos han mandado reformar la Constitución, y, como nos tienen cogidos por donde más nos duele: por la cartera –pues con estos políticos gastones, manirrotos y pésimos gestores de lo público que nos ha dao dios, con una banca avariciosa que se había dedicado a financiar la especulación a saco pensando que el ladrillo se iba a revalorizar hasta el infinito y con un vasto organigrama político-administrativo de sueldazos por hacer poco o nada, que esto tendrá que reventar por alguna parte (por la más débil, supongo)–, pues todos firmes y a reformar la Carta Magna española ipso facto.
Ahora ya está. Como saben, a falta de algún trámite que es pan comido, ya hemos puesto en la Constitución –pues somos muy bien mandados–, que en lo sucesivo (eso sí, dentro de no sé cuántos muchos años, sin prisas) no nos entramparemos más que Tarzán, no nos echaremos a la boca aquello que no podamos masticar y no andaremos vendiendo deuda pública como churros ni pidiendo dinero sin ton ni son a la banca alemana, pues ya se sabe: contra el vicio de pedir, la virtud de no dar.
(Me acuerdo, hace muchos años, que cuando llegaba la Feria, aquí en el pueblo, las madres que estaba haciendo lía las pobres para que no faltara en sus casas el pedacico de pan, les daban a sus hijos por la tarde un durico, y les decían: “¡Toma, nene, luego me traes las vueltas!” Aquello sí que era pura economía, y no la de Solves: sólo te gastabas dos pesetas en los futbolines del Solar de Doña Adela, otras dos en un chambi y dos reales de agujero en una bolsa de pipas de la Casetica de Cartón, que el hombre las vendía más baratas porque las tostaba él mismo; de modo que aún volvías a casa a la noche con superávit en el bolsillo. “¡Así me gusta!, decía tu madre, ahorrativo”).
Claro, que ahora se levantan voces agoreras anunciando las consecuencias tan chungas que se nos pueden venir encima con ese tope “constitucional” de endeudamiento. Éstas dicen, más o menos, que entraremos en “retrogreso” social (aunque yo creo que ya estamos “retrogresando” en muchas cosas), que aumentará el “estado del malestar” que ya empezamos a sentir y que tendremos que ponernos a trabajar en lo que salga, codo con codo con los inmigrantes. Sin embargo, parece ser que las inmensas prebendas económicas de que goza la clase política y las oligarquías de los partidos y sindicatos (suculentos sueldos, cuantiosas subvenciones y demás chanchasmarranchas), en general no corren peligro; ¡menos mal!, que si no, ¡más leña a los funcionarios y a los pensionistas! con tal de no apearse los altos cargos del Audi (oficial).
No obstante, si quieren que les diga lo que pienso, es que esta reforma “merkeliana”, por la que nuestro Presidente, casi “a la fuga”, obtendrá una palmadita cariñosa en el hombro (“¡buen chico!”, o como se diga en alemán), sólo va a servir para marear la perdiz, y si no, miren el pollo que han montado los nacionalistas, que ya, con el melón sobre la mesa, querían rajar y tirar de autodeterminación y armar la de dios. Yo creo que este cambio del articulo 135 va a quedar ahí como un adorno rimbombante más de nuestra Ley de Leyes, lo mismo que figuran otros preceptos constitucionales que después de treinta y pico de años de vigencia no se cumplen, ni se cumplirán, como el de que “los españoles son iguales ante la ley...”, el de que “todos los españoles tienen derecho al trabajo...”, o el de que “todos los españoles tienen derecho a una vivienda digna...”, etc. (La Constitución de Cádiz de 1812, la tan elogiada “Pepa”, también ponía que una de las principales obligaciones de todos los españoles era el “ser justos y benéficos”. Bonito, ¿verdad? Qué cosas...)
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 10/09/2011 en el semanario de papel "El Mirador de Cieza")
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(Ver artículos anteriores de "El Pico de la Atalaya")
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