INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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16/7/11

El río y las acequias

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Río Segura, Castillo y Atalaya
Cuando llega el tiempo del estío y aprietan las calores despiadadas, como están haciendo estos días, es ley el que apetezca a uno darse un chapuzón donde sea.

Ahora, quien más y quien menos tienen la oportunidad de bañarse en una piscina, ya sea pública o privada. Pero hace bastantes años, incluso antes de que existiera el “Poli”, que fue construido con mucha visión de futuro en tiempos del alcalde Lucas Navarro, y desde entonces viene prestando un magnífico servicio a los ciezanos; antes, digo, aparte de algunas balsas de riego, que los medieros limpiaban a conciencia por estas fechas con el fin de que se bañaran a gusto los señoritos, sólo existían para remojarse la gente el río y las acequias.

De modo que el ir a bañarse al río siempre ha sido algo tradicional en nuestro pueblo; bien es verdad que el Segura pasa por aquí con todo su caudal y considerablemente limpio. ¡Qué suerte tenemos! Incluso antes del invento de las depuradoras, cuando de Cieza para abajo comenzaba a contaminarse, hasta nuestro término municipal llegaba puro y limpio; tanto era así, que el agua podía tomarse directamente del río para beber (muchas personas lo hacían. Mi abuelo Joaquín, que cultivaba un huerto en el Fatego como si fuera un pedacico del Edén, cuando necesitaba calmar su sed, bajaba hasta la orilla del río por una sendica que había en mitad del cañar y llenaba la cántara de barro hundiéndola con la mano en los remolinos).

Entonces había algunas zonas de baño de gran afluencia de público, como el “Arenal del Puente de Hierro”, que hace años era más grande, pues gran parte de aquel terreno de la orilla del río (había también una zona de sesteo para los ganados que se arrimaran a abrevar bajo el Puente: lo que ahora es el Jardín de los botelloneros), con el tiempo ha sido “comido” por las fincas privadas, hasta la construcción del camino asfaltado. El Arenal, me acuerdo, en los días tórridos de julio y agosto, se convertía en una verdadera playa fluvial, visitada por muchos bañistas; tanto era así, que hasta el chambilero bajaba con su carrito del helado (¿se acuerdan ustedes de aquellos carritos de madera que iban por la calle vendiendo, “cortes”, granizado y polos de limón, de chocolate, de café, de fresa, de vainilla...?) y se quedaba el hombre sentado en un sillar de piedra, bajo la sombra de los eucaliptos del Puente, con el fin de abastecer la clientela.

Río arriba estaban “Las Estacas”, donde siendo zagales había que demostrar que ya se sabía nadar cruzándolas. No era demasiado ancho por allí el curso del agua, pero llevaba bastante corriente y se tenía que bracear fuerte para atravesar el río lo más perpendicular posible.

Luego, ascendiendo algo más, se encontraba “El Álamo”, en el lado de la Isla, y hasta aquella playa, también muy concurrida por gente de todas las edades, se entraba a través del puente del Cauce, junto al Bar Rana. (Allí, en el mismo Cauce, pleno de agua mansa y limpia, también había un excelente baño que muchos aprovechaban. ¡Lástima que se haya dejado desaparecer aquella vía fluvial tan bonita e histórica, que hoy serviría de recorrido turístico en barca!)

Y ya, el lugar más estupendo para nadar a placer en verano era “La Presa”. Ahora, con tanto “retocar” la zona, ésta no es ya ni rastro de lo que era. Pues entonces la antigua obra, a base de estacas de madera y piedra, que servía para represar el río y desviar gran parte de su caudal hacia el canal del Cauce, estaba en perfectas condiciones y las aguas formaban un gran remanso entre frondosos cañaverales. (A la presa, con una de las riadas de principios de los ochenta, se le abrió un boquete, y, como nadie hizo caso, se fue luego deshaciendo poco apoco hasta que el río perdió por completo su embalse, y el canal que entonces rodeaba la Isla y cuya fuerza hidráulica primitiva sirvió para mover el Molino del Lavero y una pequeña fábrica de electricidad llamada “Santo Cristo”, quedó inutilizado, fangoso y lleno de maleza, hasta que las fincas de cultivo lo tomaron en su mayor parte, haciéndolo bancal de nuevo).

Una manera peculiar de gozar la aventura refrescante del río era ascender por los senderos de la orilla con una recámara de tractor y dejarse llevar después, a placer, por la corriente. Aunque también había otros puntos más desplazados y no menos interesantes para el baño, como el “Río Muerto”, la “Presa de la Hoya de García” o el mismísimo “Borbotón”.

Además estaban las acequias, cuando discurrían a cielo abierto, con los quijeros de tierra, poblados de árboles y demás vegetación. Muchas personas de los campos se bañaban en ellas, sobre todo en los entradores que había para lavar la ropa o abrevar los animales; especialmente en los lugares donde se ponían “rafas” para regar y el embalse del agua había ensanchado el canal de tierra. Al menos, en la acequia de la Andelma, cuyo tramo final se conserva intacto, por ahora, queda una “rafa” en el paraje del Argaz, en la cual, bajo la bóveda lujuriosa de la vegetación, es una verdadera delicia el baño.
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 17/07/2011 en el semanario de papel "El Mirador de Cieza")
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(Ver artículos anteriores de "El Pico de la Atalaya")
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Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"