Convento tras su remodelación |
Este es un artículo que tenía ganas de escribirlo hace ya algún tiempo; es más, el no hacerlo antes se convertía para mí en una deuda insatisfecha. Por eso deseo aprovechar esta oportunidad, cuando la Escuela de Adultos ha cumplido los 25 años de existencia en Cieza, y aportar un grano de arena desde el punto de vista literario en favor de esta institución que tanto provecho ha dado, y sigue dando, a los ciezanos y a muchos otros que viven en este pueblo.
Les cuento. A finales de este pasado mes de mayo se celebró en el Auditorio Víctor Villegas de Murcia el 25º aniversario de la implantación de la Educación de Adultos en nuestra Región. En dicho acto se entregaron distinciones a diversos alumnos destacados a lo largo del citado periodo y se realizó la presentación de un libro, en cuyo contenido, además de hacerse un repaso histórico sobre la educación de adultos a nivel nacional y de darse una visión alentadora de futuro para esta peculiar enseñanza en el ámbito provincial de Murcia, se recogen multitud de fragmentos literarios de muchos de los alumnos que hemos sido en los diversos centros de la provincia. A través de tales textos, plenos de agradecimiento, como no podía ser de otra manera, se puede comprender el bien que es la educación para la persona y el valor que tiene cuando la reciben hombres y mujeres que por la causa que fuere no tuvieron acceso a ella en su niñez o juventud. Leyéndolos despacio se da uno cuenta de que la educación es el bien más preciado que alguien puede recibir de otra persona. Sin educación no hay auténtica trasmisión de valores y conocimientos, ni buena convivencia entre la gente, ni futuro fiable. ¡Ay de aquella sociedad cuyos políticos no hagan de la educación la piedra angular de su gobierno! ¡Ay de aquellos pueblos a los que se les recorte el beneficio de la cultura para regalarlos con fiestas de ruido y borrachera!
Mas como ustedes comprenderán, de lo que les quiero hablar con cierto detalle es de la Escuela de Adultos de Cieza, cuyo nombre es “Centro Comarcal de Educación de Adultos Vega Alta”, y aglutina a los municipios de Abarán, Blanca, Ojós, Ricote, Ulea, Villanueva del río Segura y Archena, los cuales dependen de éste desde el punto de vista administrativo y pedagógico.
En la actualidad, dicho Centro tiene su sede en un moderno edificio del Instituto de Enseñanza Secundaria Diego Tortosa, aunque a lo largo del tiempo la Escuela ha estado ubicada en diferentes lugares de Cieza: Primero compartiría unas aulas en el entonces Instituto de Bachillerato (hablamos del curso 1984-85); luego sería trasladada al Centro Cultural, tras ser reconvertida la vieja Fábrica de Géneros de Punto; después pasaría a la Esquina del Convento, donde ocuparía parte del vetusto edificio franciscano, ya que había quedado vacío del que fuera Asilo de ancianos (¿se acuerdan de la Madre Blanca?) y la Maternidad. Luego, años más tarde, regresaría al Instituto (ya denominado “Diego Tortosa”), aunque por causa de importantes obras en éste, la Escuela de Adultos hubo de desplazarse una vez más al local del antiguo Museo Arqueológico, en la calle Cadenas, donde en tiempos estuvo el Colegio Isabel la Católica.
Yo tuve la suerte de pertenecer como alumno al Centro de Educación de Adultos en una singular etapa histórica: cuando sus aulas, repletas de personas ávidas por aprender, ocupaban los espacios del viejo convento franciscano (hoy Biblioteca Municipal), allá por el curso 1991-92. Durante varios meses, plagados de recuerdos inolvidables para todos, un grupo de alumnos cuyo fin no era otro que el de superar la barrera del acceso a la universidad, compartíamos casi a diario la maravillosa experiencia de aprender, de la mano siempre de excelentes profesionales de la enseñanza.
No recuerdo la plantilla completa del profesorado, que era numerosa, pues mucha era la demanda educacional. (Allí, en diferentes días de la semana y horario, desde los más jóvenes, que acudían por la noche a “sacarse” el graduado escolar, hasta personas ancianas, que sólo pretendían enriquecer conocimientos en el otoño de su vida o escapar del analfabetismo, la Escuela de Adultos siempre estaba en plena y rica ebullición). De entre los docentes de entonces, puedo citar a María José Martínez, Juana Moreno, Juani Gómez, Ana Buitrago o mi amigo Antonio Piñera, el actual Director del Centro. Aunque por el tiempo de que les hablo dirigía la Escuela Pepe Morote, para los amigos que fuimos del Instituto y la Parroquia de San Juan Bosco, “Pepe el Vincent”, apodo que le hacía honor por su afición a la pintura y por su admiración hacia la obra del genial Van Gohg.
Pepe y Antonio fueron nuestros profesores de los que entonces estudiamos la “Prueba de acceso” a la universidad, la que casi todos superamos con éxito. Ellos, profesionalmente, dieron lo mejor de sí mismos, y muchos de nosotros recibimos con aprovechamiento el beneficio de su esfuerzo. Uno siempre debe parte de lo que es a quien le enseña; es por lo que a ambos, como a todos los profesores que he tenido, desde mi maestra rural Doña Maricarmen Lucas, hasta los catedráticos que me dieron clase en la Universidad de Murcia, debo permanente gratitud.
(Pinchando aquí pueden ustedes leer un relato más extenso sobre mi visión y experiencia en dicho Centro educativo, allá por el año 1992).
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(Pinchando aquí pueden ustedes leer un relato más extenso sobre mi visión y experiencia en dicho Centro educativo, allá por el año 1992).
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 09/07/2011 en el semanario de papel "El Mirador de Cieza")
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(Ver artículos anteriores de "El Pico de la Atalaya").
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