(Artículos de opinión)
¿Qué me dicen ustedes de la campaña esa que están haciendo en los autobuses de algunas ciudades acerca de si existe o no existe Dios? Algunos manifiestan que es interesante el que se abra ese tipo de debate; otros en cambio se escandalizan por el atrevimiento del ateismo organizado...
¿Qué me dicen ustedes de la campaña esa que están haciendo en los autobuses de algunas ciudades acerca de si existe o no existe Dios? Algunos manifiestan que es interesante el que se abra ese tipo de debate; otros en cambio se escandalizan por el atrevimiento del ateismo organizado...
A ver, el interés por convencer al prójimo de que hay Ser Supremo lo entiendo, ya que ésta es, y ha sido siempre, la esencia de la mayoría de las religiones a lo largo de la historia. Mas ¿qué interés pueden tener los ateos en quitar la dulce venda de la fe de los ojos a la gente? Si a ellos, ni fu ni fa. ¿O es que el ateísmo puede llegar a vivirse como una religión, con avidez por engrosar “fieles” en sus filas? Aunque a lo mejor, quién sabe, si llegará el día en que los ateos vayan de puerta en puerta, como los Testigos de Jehová, predicando la buena nueva de que no hay Dios.
Por otra parte la frase que exhiben, afirmando que “si Dios no existe, ya se puede disfrutar de la vida”, no es muy afortunada, y nada creíble si se tienen dos dedos de frente. O sea, ¿que si existe Dios, no se puede disfrutar de la vida? ¡Venga ya…! Bien podían haber puesto cosas más coherentes, como: “Posiblemente Dios no exista, sé solidario con quienes necesitan tu ayuda”, o “Posiblemente Dios no exista, vive la vida en armonía y amor hacia tus semejantes”, o quizá: “Posiblemente Dios no exista, proclama la paz y la honradez entre los pueblos”.
Porque lo que es gozar de la vida, ya lo hacen los creyentes, ¡y de qué manera! A no ser que este nuevo ateísmo se refiera a otro disfrute, al margen de códigos morales, como alcoholismo, droga, sexo, derroche, insolidaridad, egoísmo, desacato a las normas sociales, pelotazo y al capazo que sólo se vive una vez, etc. Pero no; yo creo más bien que estas personas que han diseñado el eslogan no se han enterado bien de que la fe mueve montañas y, talibanismos aparte, el creer en Alguien superior hoy en día, más que un lastre, da alas a la persona. Estos no se han dado cuenta, por ejemplo, que cada vez que el Papa visita un país, se concentra un millón de jóvenes pasándoselo bien, disfrutando de la vida; pero qué casualidad que en esas concentraciones no hace falta la policía para resolver altercados de robos, peleas o desordenes públicos; ni la uvi-móvil para atender comas etílicos o puñaladas traperas; y, además estas personas, felices como unas pascuas con su fe, creen tener el más allá de su parte, que tampoco es moco de pavo en estos tiempos de crisis.
Sin embargo, no está mal el suscitar semejantes debates para que la gente se detenga y piense un poco. Que a veces transcurre el tiempo y la vida sin darnos cuenta del sentido, o del sinsentido, de nuestra existencia. Y si algo o alguien nos hace reflexionar, loado sea el Señor.
No obstante, y como ilustración sobre este asunto, me viene a la cabeza un cuentecillo de Kalil Gibrand, en el que se relata cómo una vez se pusieron a debatir dos hombres sabios, precisamente sobre el tema que nos ocupa. Uno era creyente, de una fe acrisolada; el otro profesaba un ateísmo concienzudo. Dice el autor que durante muchas horas, estos sabios se expusieron mutuamente sus argumentos contrarios sobre la existencia o no de una Divinidad celestial. Ambos eran perfectos oradores y con igual poder de convencimiento. Pero ocurrió que, cansados de hablar y sin sacar nada en claro, tuvieron que marcharse cada cual a su casa a dormir. Y asegura este escritor libanés que esa noche, el sabio que había llevado siempre a Dios dentro de su corazón, quemó sus libros sagrados; mientras que el otro sabio, ateo convencido toda su vida, abrazó la fe.
Sin embargo, en relación con las pancartas de los autobuses, yo les voy a hacer una confidencia: probablemente los unos y los otros tengan razón. Pues el Dios de la fe (de cualquier religión), basta con creer en Él para que exista, y basta con no creer para que no se hagan los milagros. Pero al margen de estas discusiones bizantinas, ahí fuera hay Algo, ténganlo presente. Sólo necesitan echar un vistazo a lo que nos rodea, desde el átomo hasta las galaxias, desde el giro matemático de los astros hasta la hélice del ADN de la vida. ¿Ustedes saben lo que es un reloj suizo? Un reloj suizo no puede ser jamás fruto de la casualidad. Nadie es tan necio para creer que entre billones de combinaciones de azar de la materia, una puede originar un reloj suizo. ¿A que no? Pues el universo es infinitamente más perfecto que un reloj suizo.
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