¿Es misión de los actuales gobiernos democráticos el velar por una moral correcta de la ciudadanía? ¿Tienen éstos la obligación de hacer concordar sus normas escritas con los principios morales, en nuestro caso de raíces judeocristianas?
Se habla sin embargo de que el legislador, lo que debe tener en cuenta más bien es la realidad social del momento; pero ¡ojo!, ¿quiere esto decir que en el país de Alí Babá estaría bien legalizar el latrocinio? Solamente en algunas sociedades atrasadas, donde todavía existen los llamados “gobiernos de dios”, se promulgan las leyes, ¡y se hacen cumplir severamente!, bajo una estricta moral religiosa; y ya se imaginan ustedes que me estoy refiriendo a las peores tinieblas del Islam; por tanto, de tales “gobiernos de dios”, líbrenos Ídem.
Ahora bien, centrándonos más, ¿alguien puede esperar que, tanto la actual ley del aborto, como cualquier otro texto venidero sobre esta materia, se deban ajustar a una determinada moral? ¿Por qué iban a situarse los responsables políticos a contrapelo del sector social que más se agita, en aras de la correcta moralidad individual de las personas? Aunque en un país como el nuestro, el hecho de que cien mil futuras madres al año decidan “deshacerse” (más o menos legalmente) del futuro hijo que llevan dentro, algo de fracaso social comporta, no nos engañemos. Por tanto, moralidad aparte, ¿no debería ser este asunto objeto de una reflexión seria y de eficaces políticas preventivas?; pues todos hemos sido fetos y, según pintan bastos, resulta ser hoy en día la fase vital del ser humano en la que más peligro corre éste de ser agredido por un facultativo con ánimo de lucro.
Entonces, ¿es posible que el individuo pueda realizar actos amparados por las normas vigentes, pero tachados de inmorales, cuando no de atroces, por una gran parte de la sociedad? Y lo que es más confuso, ¿si algunas leyes, por mera oportunidad política, permiten lo inmoral, y por otra parte se huye de adoptar principios religiosos de comportamiento individual, dónde encontraremos la raya laica entre el bien y el mal?
Hombre, no es difícil responderse uno mismo a estas preguntas, pues incluso desde una moral atea, toda persona con uso de razón tiene la conciencia universal de que causar un daño es intrínsecamente malo. Provocar sufrimiento, físico o psíquico a alguien, o causar la muerte de un ser humano es moralmente reprobable, aunque sea legal. Y el pensar que el fin (librarse de una maternidad en principio no deseada) pudiera justificar los medios (matar el feto de su propio hijo) es adentrarse por una senda peligrosa.
Por otra parte, ya se empiezan a oír en foros públicos afirmaciones como la de que el aborto debe ser un derecho de la mujer. Mas, ¡cuidado!, porque un derecho siempre es algo que nos ha de reportar un bien, pero sin causar un mal (derecho al trabajo, pero bajo el principio de la buena fe; derecho a la educación, pero sin agredir a los docentes; derecho a la libertad, pero respetando la del prójimo; derecho a la información, pero sin violar la intimidad de las personas; derecho a la vida, pero sin perjudicar en lo posible la de otro ser humano…)
Miren lo que les voy a decir: existe un poder social no escrito que algunos políticos suelen ejercer a menudo: el de utilizar en otro sentido las palabras, lo cual implica que se cambien los conceptos, y con ello que se trastoquen las ideas, y de esta forma que se mueva sutilmente la línea de lo inmoral.
No obstante y por el camino que llevan las cosas, ¿creen ustedes que el legislador, con oportunismo político o sin él, podría establecer como “un derecho” el que toda futura madre, en determinadas circunstancias o plazos, pueda hacer que le maten el feto del hijo que ha engendrado? Pues hasta ahora, en España, lo que existe es una “despenalización del delito” en tres supuestos; nada más. ¿De acuerdo?
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