¿Qué para qué quieren los terroristas de la ETA 300 pistolas? Anda, mira éste, qué caídas tiene, pues para ponerlas encima de la mesa cuando se reúnan con los emisarios o con los negociadores o con los mandados del Gobierno gobernante y les presenten su lista de exigencias. Nada como tener poder de negociación en cualquier trato, negocio o cambalache.
Me acuerdo, al respecto, de mi profesor de Gestión y Administración de Empresas, en la Escuela de Graduados Sociales de la Universidad de Murcia (ahora la carrera se llama Relaciones Laborales y, como supongo que ustedes saben, está en Espinardo; entonces estaba en el Campus de la Merced, cuyos edificios poseen el encanto acogedor de las universidades viejas). El hombre nos explicaba qué es el poder negociador con ejemplos muy claros: si uno va al Carreful (por aquel tiempo, el Pryca) a comprar una camiseta (un suponer), el poder de fijar precio y condiciones reside en el vendedor, o sea, lentejas para uno. Pero, ¡amigo!, si vas al Carreful (bueno, quien dice el Carreful, dice el Cortinglés o cualquier otra tienda de estas) a comprar 10.000 camisetas, la cosa cambia; ¡joel, si cambia!; inmediatamente llaman al jefe de sección o al jefe de planta o al jefe de los jefes y te hacen pasar a un despacho. Y entonces tú puedes regatear y plantear condiciones de pago, pues el poder negociador ha cambiado de tercio y tú tienes la sartén cogida por el mango.
De manera que no es lo mismo acudir a una negociación, o a unas conversaciones, o a un trato, o como demonios se le quiera llamar a eso de que los poderes públicos fijen acuerdos de cualquier índole con una banda de delincuentes, llevando una triste parabellum que 300 pistolas. (“Parabellum” viene del latín; los romanos decían: “si vis pacem, para bellum”, “si quieres paz, prepara la guerra”). Y eso es lo que están haciendo estos genares: como ahora pretenden salir de las cárceles, hacerse escritores, políticos o héroes del pueblo, cuando se han hartado de delinquir y de sembrar la tragedia en la sociedad española, pues se rearman y se preparan por si les da la idea de continuar con el terror.
Y en el chalaneo de las partes se puede inclinar la balanza con el peso del plomo. No es igual que el representante de los asesinos, con capucha negra y anagrama de la víbora y el hacha homicida, cuando se siente frente al mandado del gobierno gobernante, ponga sobre la mesa, o debajo de la mesa, una pistola que trescientas. La cosa es distinta, oiga; y en el chalaneo de las partes se puede inclinar la balanza con el peso del plomo. Sí que pesa infinitamente más la memoria de las víctimas; claro que sí, y las razones de por qué perdieron su vida o quedaron marcadas para siempre, a lo largo de más de 30 años sin ceder al chantaje terrorista, pero la memoria duele y pesa sobre todo en la conciencia, y la conciencia, como la honradez, la honestidad o la vergüenza, son cosas que a veces se pierden.
El camino ya se está allanando y han comenzado las rebajas. Aunque se diga por ahí, con toda solemnidad y a boca llena, que se cumplirá la ley, pero hechos son amores y no razones. De momento los jueces y fiscales han empezado a cogérsela con papel de fumar. Las fianzas se abaratan; las condenas por asesinatos masivos se revisan a la baja; los que están fuera de la ley se erigen en paladines de la democracia, mientras mantienen en pie de vandalismo callejero a toda ese hez social; y si alguien en sano juicio objeta sobre una posible dejación de derechos colectivos con tal de amansar la fiera, se le tacha de estar contra la paz. Mas toda paz tiene siempre un componente subjetivo, y éstos, los que quieren salirse a toda costa con la suya y pretenden ahora meter al estado de derecho los dos pies por un calzón, durante años no han dejado en paz ni a los muertos; y no es metáfora.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario