No me parece mal; ya que en algunos campos de Cieza están arrancando las arboleas de frutales por falta de agua pa regar (o porque hay melocotones pa echarle de comer a los marranos y luego los pagan a na), pues que planten paneles solares, que los kilovatios tienen menos plagas y no hay que clarearlos ni recolectarlos con la calor, ni tienen pelos que le pican a uno por todo el cuerpo.
Lo que me ha llamado la atención es la palabra “huerto”, porque hasta ahora se les decía “centrales”: central hidroeléctrica, central térmica, central nuclear; incluso central solar, aunque ésta última funciona lo mismo que la térmica o la nuclear, sólo que el vapor de agua que mueve las turbinas es originado por el calor del sol a base de espejos cóncavos orientados a un foco –como una lupa, vamos–. Luego, además de otras formas de obtención de energía, como por ejemplo del mar, de la biomasa, etc., están las centrales eólicas o “campos eólicos” (ahí mismo, en la Sierra de Ascoy tienen ustedes una, ¿por qué no suben un día y la ven?), y las “centrales fotovoltaicas”, que son una maravilla como el sol que alumbra.
Las centrales fotovoltaicas son una maravilla como el sol que alumbra. Pero esto no se ha inventado ayer. Sin ir más lejos, en la isla de Tabarca, en Santa Pola, hace años que funciona una pequeña central fotovoltaica que proporciona la energía eléctrica al poblado de Nueva Tabarca (no sé si saben que el Rey Carlos III lo mandó construir, amurallado y con tres puertas que llevan los nombres de los tres arcángeles, para acoger una población cristiana procedente de otra isla africana llamada Tabarca, conquistada por los sarracenos).
En Cieza hay tradición en obtener energía eléctrica. Pues además de la central hidroeléctrica del Menjú, cuyos edificios, finca y jardines, vergel en otra época, y propiedad todavía de la familia Payá, han sido devastados y abandonados a la más completa desidia, estaba también la pequeña fábrica de electricidad “Santo Cristo”, junto al molino de harinas del Lavero, en el Camino del Molino (ahora, sin embargo, la hermosa presa del río, construida con piedras y estacas de madera, en cuyo remanso íbamos a bañarnos placenteramente, se ha destruido, y el lecho del Cauce o canal que alimentaba dicha central ha sido en gran parte tomado por las fincas lindantes, por lo que ya ni siquiera la Isla es una isla). Luego, a principio de los años veinte del siglo pasado, entró en funcionamiento la impresionante central de Almadenes (el día en que Alfonso XIII inauguró el pantano del Quipar, organizaron un banquete para el monarca y su séquito en la mismísima sala de máquinas de ésta).
Y ahora, por ahí por la Carrichosa, exponente hace años de la mejor y más moderna explotación agrícola ciezana, han instalado una magnífica central fotovoltaica, aunque la llaman, no sé si los políticos en su obstinada inclinación por acuñar términos, un “huerto solar” (a lo mejor porque suena como más ecológico). Catorce mil y pico de paneles fotovoltaicos que poseen la magia de producir corriente eléctrica simplemente con la luz; y de luz del sol, y no de agua, ¡qué lástima!, es de lo que andamos sobrados por estos andurriales.
Mas tengo que decirles también, ya para terminar, que hace alrededor de veinte años, una empresa ciezana fue pionera en esto de convertir fotones en vatios. Cuando nadie sabía por aquí con qué se comía una célula fotoeléctrica de silicio (este elemento se saca de la arena, con que fíjense ustedes si es un material humilde e inagotable), esta empresa comenzó a instalar paneles solares por las casas de los campos de Cieza, de Abarán y de Ricote, llevando la luz eléctrica a los hogares de muchas personas. Este empresario innovador (¿no se acuerdan de la tienda de electrodomésticos de la Plaza de España, donde ahora venden chucherías pa los críos?) era José A. Ortuño Marco, con quien un servidor trabajó durante años. (¿Sabré yo lo que digo...?)
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