Dicen que cuantos más años va cumpliendo uno, más rápido pasa el tiempo; ¡y qué verdad que es! No es lo mismo tener el futuro vital por delante que el pasado de lo vivido por detrás. El pasado parece que empuja, que comprime la vida y hace que ésta pase más rápida.
Pero bueno, el asunto es que la rueda natural del año para los ciezanos está marcada por tres hitos o fechas importantes: la Navidad, la Semana Santa y la Feria. Y, claro está, cuantas más primaveras se van cumpliendo, mejor se comprende esa frase tan repetida de nuestros mayores: “ya está aquí otra vez la Feria, o la Navidad, o la Semana Santa”. ¡Y venga correr los años!
Pero de las tres fiestas señaladas, cada cual con su ambiente propio y su marcado carácter estacional (invierno primavera y verano), la Feria es la que más ha cambiado con el transcurrir del tiempo. Sí que tiene un trasfondo religioso (en honor de San Bartolomé) que se rige más por la tradición y la solemnidad, aunque tampoco está exento de cambios e innovaciones, como por ejemplo la moderna costumbre del Pregón en presencia de la efigie del Santo Patrón. Pero es en la parte lúdico-festiva donde, si uno echa la vista atrás, encuentra las grandes diferencias de cómo era antes la Feria y cómo se organiza ahora.
Sin remontarnos mucho, el “recinto ferial”, y desde que se trasladó de la Esquina del Convento, siempre ha estado en la Plaza de España. Sin embargo son los “carruseles” los que han cambiado varias veces de sitio: primero estaban en el Solar de Doña Adela, luego en la Avenida de Italia, después en la Avenida de Abarán, más tarde en los solarones que hay junto a la Avenida de Federico García Lorca y en los últimos años en otro solarón junto al Camino de Murcia, saliendo del pueblo por la plaza de toros; también los instalaron, al menos un año que yo recuerde, en el viejo campo de fútbol, entonces de “la Avenida del Caudillo”. Aunque a decir verdad, los carruseles no variaban mucho en cuanto a su composición: la noria, el tren de la bruja, los coches de chocar, el tiovivo, las barcas, los rulos y pare usted de contar; de vez en cuando alguna novedad, como cuando traían los autómatas, o los cristobicas, o los espejos mágicos, el laberinto…; y en años más recientes: la casa del miedo, el dragón, el pulpo y alguna cosilla más, pero nada del otro jueves.
Lo que sí ha cambiado como de la noche al día es propia feria en sí, la que se coloca alrededor de la Plaza de España. Antes no había tascas como ahora, que lo ocupan todo con su pestazo a fritanga y la gente se disputa las mesas como si no hubiese comido nunca. Antes, la feria era eminentemente “juguetera” y orientada al público infantil; las casetas de madera, repletas de juguetes, rodeaban la plaza, y, a la feria entonces se iba a ojear, a elegir según los posibles de cada cual, y a “feriarse”. A los zagales pequeños: escopetas de aquellas que disparaban un corcho atado con un bramante, revólveres que explotaban mixtos de crujido, carritos de madera con caballos de cartón, triciclos, balones, pitos, etc.; mientras que para las zagalicas, muñecas de cartón piedra, juegos de cocina, pelotas de trapo atadas con una goma, bastidores de bordar y muchas más cosas. Para los chitos grandes había navajas, carteras, mecheros, colgantes, correas, etc. Y hasta para los adultos existía también una oferta de objetos apetecibles. Mas todo, año tras año, iba cambiando y adaptándose a los nuevos inventos y a las modas.
Otro tema que ha variado mucho de hace un tiempo acá es el de los cantantes. Antes no actuaban de gratis (para el público) en la Plaza de España, allí a lo sumo tocaba la Banda Municipal en la “Tortada”. Los cantantes empezaron a traerlos al Gran Vía, y luego al Gato Azul, hasta que con motivo de una actuación del canario José Vélez (se tergiversaron mal las cosas), el público montó en cólera y destruyó completamente la sala de fiestas; allí no quedó piedra sobre piedra; la gente, que abarrotaba el local hasta la bandera, se cebó de tal forma que de las sillas de madera de tijera, sólo quedaron astillas como mondadientes.
Luego, con la democracia, vino la remodelación del Parque y la construcción del Auditorio Gabriel Celaya, el festival de teatro, las actuaciones populares para todos los gustos en plena Plaza de España, los pollos asados, el buen yantar y todo lo que ustedes ya saben.
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