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La Madre, de Juan Solano |
Durante años esto se ha echado de menos en Cieza, que ha estado exenta en sus calles y plazas de estas creaciones. Muy a pesar nuestro, este ha sido un pueblo sin excesivo celo por cuidar su patrimonio histórico-artístico. Aquí en Cieza, a lo largo del tiempo y por diversos motivos, se han ido destruyendo tanto obras arquitectónicas singulares como alguna que otra escultura.
Los referentes anteriores sobre estatuas han sido tan escasos como malogrados. Se perdió “La Rumba”, aquella alegoría con cuerpo de mujer del monumento a los caídos, que al principio fue colocada en la “punta de abajo” del Paseo y luego llevada a la Placeta de San Pedro, cuya cruz, del escultor José Planes, fue arrancada años más tarde y rota de manera poco honrosa cuando ya no hacían al caso tales actitudes. Y se perdieron, por supuesto, los bustos de Franco y de José Antonio, que estaban en la glorieta de la Esquina del Convento y en la Plaza Mayor, respectivamente. Únicamente, a salvo del estigma político de los tiempos, quedó la alegoría dedicada a Don Antonio Pérez Gómez, que dio nombre popular a la “Placeta del Santo” (Plaza de San Bartolomé) durante los años que allí estuvo; luego fue trasladada a la placeta que hoy en día lleva el nombre del famoso bibliófilo, frente al atrio de San Pedro de la iglesia mayor.
Cuando remodelaron El Parque, según el torpe gusto de los tiempos modernos (lástima de jardines, de árboles, de fuente, convertidos en angosturas inservibles de cemento), colocaron otro grupo escultórico, también del querido artista local Juan Solano, que representaba a un admirado Félix Rodríguez de la Fuente en compañía de sus amados animales. Pero otros animales menos civilizados –bípedos para más señas–, se empeñaron una vez más en imponer su terca barbarie, y nos privaron de la belleza que el escultor supo sacar con sus manos de la humildad de la piedra.
Ahora “La Madre”, obra del ya fallecido maestro Solano, quien poseía la inequívoca sencillez de las grandes personas, se encamina con paso decidido a acompañarnos a los ciezanos en los tiempos venideros. Ojalá esta hermosa escultura, representando a una mujer y dos niños en actitud andante, se convierta en algo tan nuestro como lo es el propio Paseo, al que parece querer entrar ella con la firmeza perenne del bronce.
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