Como hoy, sábado 24 de mayo, es oficialmente día para reflexionar, me gustaría llamar la atención sobre este ejercicio de la razón, tan olvidado a veces por causa de los ajetreos de la vida. Y “reflexionando” sobre ello, no encuentro nada más elocuente que un cuentecillo de Kalil Gibran titulado “Los dos Sabios”.
Creo que ya les mencioné algo sobre este escritor libanés, cuyos libros más conocidos son “El Poeta” y “El Loco”, en los cuales se limita a publicar una serie de poemas y cuentos cortos, algunos de sólo unas líneas, cargados de una rica filosofía árabe, aunque su autor desciende de una familia de cristianos maronitas. Es obra literaria, la de Kalil Gibran, para leer unos minutos y reflexionar unas horas. Son, estas cortas y sencillas narraciones (como aquella que les mencioné, ¿recuerdan?, del rey, cuyo pueblo bebió de un agua contaminada por unos malhechores y enloqueció, y, como el monarca se había librado de la maldad, todos decían: el rey se ha vuelto loco, hasta que le dieron a beber para que, según ellos, recobrase la “cordura”) verdaderos compendios de sabiduría, que tras su agradable y breve lectura dejan un poso hondo en el pensamiento.
En “Los dos Sabios” se cuenta que éstos eran dos eruditos y adversarios acérrimos a causa de que uno era creyente y el otro no. Uno fundamentaba sus conocimientos en la Sabiduría de Dios y el otro en la Razón de los hombres. Esta es una dicotomía fundamental en el pensamiento humano. Son dos posturas principales y primarias de ver la vida. Son, aunque complementarias como la mano derecha y la mano izquierda, dos ejes del desarrollo de las culturas y las sociedades a lo largo de la Historia, y, muy a pesar nuestro, dos trincheras desde las que han luchado las personas y los pueblos.
Bien, pues estos dos “Sabios” del cuento, que solían hablar mal el uno del otro en los foros públicos (¿no les resulta a ustedes sospechosamente familiar esa manera de “defender” las ideas propias a base de atacar las del contrario?), dice su autor que se enfrentaron un día en un larguísimo “debate” ante sus “seguidores” (los del uno y los del otro, pues imperaba la dualidad, como ocurre la mayoría de las veces, en el sentir del pueblo), y que durante horas proclamaron el discurso de su credo a la vez que, mutuamente, se lanzaban tremendas soflamas para denostar y echar por tierra las ideas del otro (una especie de “quítate tú que me ponga yo” al uso más tradicional).
Y relata Kalil Gibran que, tras aquella apoteosis de oratoria en la plaza del pueblo, ambos sabios se retiraron (seguramente a reflexionar, como es lógico). Y cuenta que ocurrió entonces algo sorprendente, pues mientras que aquel que defendía posturas antirreligiosas se convirtió a la fe, el otro, que basaba en Dios el saber de los hombres, quemó sus libros sagrados y abrazó el ateísmo.
El cuento acaba así, pero es seguro que muchos de sus discípulos de ambos, tras una reflexión serena, llegarían, pienso yo, a conclusiones parecidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario