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El errar es humano, y lo que el médico yerra lo cubre la tierra, dice el saber popular. Pero, ¿cómo es posible que en esta España nuestra del siglo XXI, todavía, los trenes que han de circular en las dos direcciones por un mismo tramo de vía estén a merced de una llamada telefónica y de una persona con gorra y banderín? Por cierto, ¿ustedes saben desde cuando data el ferrocarril que va de Albacete a Cartagena? Pues yo se lo voy a decir. Fue inaugurado en el año del Señor de 1865, siendo Isabel II Reina de las Españas por la Gracia de Dios. De modo que fíjense si ha llovido. Pues desde entonces, tal cual; o sea, que ahí está viendo pasar el tiempo. Hombre, eso sí, hemos pasado del chacachá y la carbonilla de las máquinas a vapor a las locomotoras diesel, y hasta en el colmo de la modernidad se han sustituido las traviesas de madera y el raíl discontinuo. Y casi nada más.
Hace muchos años, pongamos así como veinticinco o treinta, de Albacete para arriba ya estaban desdobladas y electrificadas las líneas férreas importantes. De manera que cuando volvías de Madrid, y, una vez pasada la estación de Los Llanos, pensabas: ya estoy llegando al subdesarrollo y al atraso, a los tramos cuyas curvas obligaban al tren a circular a sesenta, a los puentes de chapa y la zona del Pantano del Camarillas, donde el tren tenía que pasar tan despacio que casi era peor que ir andando, y a los rudimentarios túneles de Agramón. Bueno pues ha llegado la era del AVE, y medio país está levantado construyendo trazados de alta velocidad, o de “gran velocidad” (recorridos que sin ser AVE superan los 200 km/hora de media), excepto Murcia, al menos en su entrada norte de la Región. Luego dirán que es una línea deficitaria y que no es rentable invertir en ella, a sabiendas de que la precariedad de un servicio le hace entrar en el círculo vicioso de que cada vez se utilice menos. Porque a ver quién paga tarifas por las nubes por viajar lento.
Pero al margen de estas consideraciones, lo triste de nuestro país es que siempre, siempre, ha de ocurrir una desgracia para que se tomen medidas de prevención y para que salgan a la luz aspectos cuya dejadez llega al punto de poner en peligro vidas humanas. ¿No han visto ustedes la reciente tragedia del avión ese ucraniano con los militares españoles? Y puede que fuera sólo culpa del demonio, pero ahora, a toro pasado, los responsables empiezan a darse cuenta de cómo tienen que desplazarse nuestro militares, que no se sabe si corren más riesgo en las guerras donde van a poner paz o en los viajes de ida y vuelta.
¿Es que es tan difícil, con tantísimos avances de la técnica y de la informática, instalar un sistema automático de bloqueo para que el hombre (o la mujer) de la gorrica y el banderín, que como humanos que son pueden errar en cualquier momento, no puedan nunca dar paso libre a un tren cuando otro corre en dirección contraria por la misma vía?, ¿o es que no puede haber un canal de comunicación permanente entre las estaciones y los trenes en marcha para poder dar un aviso de alarma? Hombre, por Dios: eso de la llamada telefónica (“¡tren va!”) ya se hacía en los apeaderos del Chicharra. Y ojo, accidentes ferroviarios hay en todas partes, hasta en países que nos llevan varias pleitas en la cosa técnica, pero es que el Talgo este que baja a Murcia lleva dos en nada de tiempo y en la misma provincia.
El errar es humano, y lo que el médico yerra lo cubre la tierra, dice el saber popular. Pero, ¿cómo es posible que en esta España nuestra del siglo XXI, todavía, los trenes que han de circular en las dos direcciones por un mismo tramo de vía estén a merced de una llamada telefónica y de una persona con gorra y banderín? Por cierto, ¿ustedes saben desde cuando data el ferrocarril que va de Albacete a Cartagena? Pues yo se lo voy a decir. Fue inaugurado en el año del Señor de 1865, siendo Isabel II Reina de las Españas por la Gracia de Dios. De modo que fíjense si ha llovido. Pues desde entonces, tal cual; o sea, que ahí está viendo pasar el tiempo. Hombre, eso sí, hemos pasado del chacachá y la carbonilla de las máquinas a vapor a las locomotoras diesel, y hasta en el colmo de la modernidad se han sustituido las traviesas de madera y el raíl discontinuo. Y casi nada más.
Hace muchos años, pongamos así como veinticinco o treinta, de Albacete para arriba ya estaban desdobladas y electrificadas las líneas férreas importantes. De manera que cuando volvías de Madrid, y, una vez pasada la estación de Los Llanos, pensabas: ya estoy llegando al subdesarrollo y al atraso, a los tramos cuyas curvas obligaban al tren a circular a sesenta, a los puentes de chapa y la zona del Pantano del Camarillas, donde el tren tenía que pasar tan despacio que casi era peor que ir andando, y a los rudimentarios túneles de Agramón. Bueno pues ha llegado la era del AVE, y medio país está levantado construyendo trazados de alta velocidad, o de “gran velocidad” (recorridos que sin ser AVE superan los 200 km/hora de media), excepto Murcia, al menos en su entrada norte de la Región. Luego dirán que es una línea deficitaria y que no es rentable invertir en ella, a sabiendas de que la precariedad de un servicio le hace entrar en el círculo vicioso de que cada vez se utilice menos. Porque a ver quién paga tarifas por las nubes por viajar lento.
Pero al margen de estas consideraciones, lo triste de nuestro país es que siempre, siempre, ha de ocurrir una desgracia para que se tomen medidas de prevención y para que salgan a la luz aspectos cuya dejadez llega al punto de poner en peligro vidas humanas. ¿No han visto ustedes la reciente tragedia del avión ese ucraniano con los militares españoles? Y puede que fuera sólo culpa del demonio, pero ahora, a toro pasado, los responsables empiezan a darse cuenta de cómo tienen que desplazarse nuestro militares, que no se sabe si corren más riesgo en las guerras donde van a poner paz o en los viajes de ida y vuelta.
¿Es que es tan difícil, con tantísimos avances de la técnica y de la informática, instalar un sistema automático de bloqueo para que el hombre (o la mujer) de la gorrica y el banderín, que como humanos que son pueden errar en cualquier momento, no puedan nunca dar paso libre a un tren cuando otro corre en dirección contraria por la misma vía?, ¿o es que no puede haber un canal de comunicación permanente entre las estaciones y los trenes en marcha para poder dar un aviso de alarma? Hombre, por Dios: eso de la llamada telefónica (“¡tren va!”) ya se hacía en los apeaderos del Chicharra. Y ojo, accidentes ferroviarios hay en todas partes, hasta en países que nos llevan varias pleitas en la cosa técnica, pero es que el Talgo este que baja a Murcia lleva dos en nada de tiempo y en la misma provincia.
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