INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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15/3/03

El casón de la María



Donde vivía la María la G. era mitad casa mitad casón (ustedes saben a lo que me refiero, pues hasta hace poco un buen número de personas de Cieza habitaba en los Casones). Dios sabe cuántos años antes habían excavado en los estratos duros de la Solana un pequeño túnel, cuya altura apenas sobrepasaba a la de un hombre bajo, con un ensanchamiento al final que comunicaba al exterior por una chimenea en el techo, y con una especie de cuarto hondo, según se entraba a la izquierda, que era destinado para dormitorio. Luego, con el tiempo, fueron añadiéndole a la cueva, en la parte externa, una construcción tosca de calicanto y de desechos recogidos en las escombreras, donde la María la G., vieja y sola cuando la conocimos, solía hacer la vida durante el día.
Se tenía que llegar a la vivienda por una senda estrecha, mal trazada y llena de pedruscos, que subía zigzagueando por entre el paleral del terraplén hasta dar en la puerta, la cual era de cristales y tan endeble que peligraba ante cualquier soplo del viento. No lejos quedaban otros casones y otros medio “casa-casones”, poblados por otras personas que compartían idénticas miserias. Además, por aquel entonces ya había llegado la luz eléctrica, y, clavadas en el terreno de sobre las cuevas, se veían algunas antenas de televisión (de aquellas enormes de VHF que cogían la señal de Aitana) como si fueran raros arbustos metálicos deshojados por el viento.
La María la G., en la pieza externa que habían edificado de manera pobre y en la que aparecían, unidos al “pegotazo”, losas y ladrillos de todas clases y colores, poseía un antiguo televisor Invicta de blanco y negro que sólo sintonizaba una cadena de televisión: la Primera, y que se lo habían dado porque tenía tan agotado el tubo de rayos catódicos que daba las imágenes con tono “panza de burra”; tenía un frigorífico Westinghouse que helaba a medias y con la puerta atrancada por una silla, regalo de las monjas (a ellas se los daban algunas personas que cambiaban de electrodoméstico y no sabían qué hacer con el viejo), y una cocinilla de gas butano, de esas de dos fuegos, sobre un cajón de madera.
La casa-casón tenía dos cosas buenas: el panorama que se divisaba desde allí y la diferencia de clima de sus estancias, a elegir entre la parte subterránea de la cueva: cálida en invierno y fresquita en verano, y la estancia, hecha con “palicos y cañicas”, de la parte de afuera: ventilada, soleada, y desde dónde se obtenía una vista sobre casi todos los tejados y edificios altos del pueblo, un paisaje de huerta y de bancales con el río curveando entre cañares y alamedas, y, a lo lejos, un horizonte amplio de cerros y montañas azulados por la distancia.
Sin agua corriente (la imprescindible para lo mínimo la cogían todos de extranjis de una cañería de riego cercana), la M.G. tenía, no obstante, a unos quince o veinte metros de la puerta, en un rebaje del terreno, un cobertizo de chapas oxidadas de bidón que escondía una hedionda letrina y una especie de pila de lavar, recogida sin duda de algún vertedero. Huelga decir que la higiene corporal, tal como la concebimos en la actualidad, para ella y demás habitantes del lugar, era nula.
Por otra parte, se notaba, al entrar en aquella humilde morada, la presencia de un pasado familiar, no sólo en la persona misma de la propia María (¡más honrada que el pan!, decían de ella quienes la conocieron), que tenía secos los lacrimales de sus ojos y la boca hecha al silencio y la resignación, sino en algunas fotografías que había por allí encima, en las cuales aparecían unos hijos medio payos que abandonaron un día el lugar de su infancia y que andaban sin rumbo por esos mundos de Dios, pero que la pobre mujer (“¿verdad que es guapa mi hija?”) nos mostraba con el orgullo natural de una madre.
Con el tiempo, cuando hicieron un macroedificio-gueto de viviendas para marginados a la orilla del pueblo, la María la G., como otras muchas personas de la Solana, se instaló en un cuchitril de aquellos y, tras enseñárnoslo un día orgullosa, nos pidió que le colgáramos en la pared principal de la salita la foto desvaída de sus hijos medio payos.

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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"