UNA: Idiosincrasia. Los pueblos, por encima si cabe de razas, de credos religiosos, de ideas políticas y de lenguas, se diferencian también en su idiosincrasia.
La primera vez que fui a Sevilla (a cien kilómetros antes de llegar ya no podía encontrar en el dial de la radio una sola emisora donde no estuvieran poniendo sevillanas), entramos por Santa Justa (la estación del AVE, en uno de cuyos andenes cayó la Reina), seguimos orilla abajo del Guadalquivir: Puentes de La Cartuja, del Alamillo, de la Barqueta, de Isabel II...; Teatro y Plaza de Toros de la Maestranza, Torre del Oro, Parque de María Luisa..., y frente a éste último nos detuvimos: había un edificio precioso que ponía “Información al Turismo”. Me acerqué entonces con la pretensión de pedir un callejero y consejo para iniciar la visita a esa gran ciudad, pero estaba cerrado (sería cosa de las once de la mañana) y, tras una verja con filigranas de forja que cerraba un jardincillo anexo, un fulano dormía la cogorza sobre el césped, junto a una botella vacía de Tío Pepe.
Otra vez que pasamos por Andoain (buscábamos una confitería para comprar dulces), donde los criminales esos de la ETA han asesinado al Jefe de la Policía Local por hacer bien su trabajo, por tener ideas políticas no fundamentalistas, y por creer en valores humanos, como la libertad, la tolerancia, la justicia, el respeto y la paz, tuve la necesidad de preguntar a un guardia municipal por la salida hacia Vitoria. El hombre llevaba la camisa desabotonada a la legionaria (era agosto) y, colgando de una cadena al cuello, se dejaba ver una especie de cruz gamada (no quiero ni mentar lo que me recuerdan las cruces gamadas), que los nacionalistas llaman el “Lauburu”, y dicen que significa la unión de las “cuatro” provincias vascas (pues según ellos, Navarra debe pasar por alto su secular identidad histórica como reino y unirse al País Vasco). Y cuando el policía nos encaminó, dijo, casi como pidiendo disculpas: “sigan ustedes la dirección de Gasteiz, pues “Vitoria” lo tienen borrado los de aquí en todos los indicadores”.
Ahora, los que gobiernan ese municipio son cómplices políticos de los asesinos y les apoyan de forma abierta o están de su parte implícitamente. Pero no son ni más ni menos que los representantes democráticos de Andoain, la lista más votada. El pueblo, y esta es una servidumbre de la democracia, les ha dado su confianza, lo mismo que los alemanes se la daban a Hitler. El pueblo, una vez más, tiene lo que quiere (no diré “lo que se merece”, pues nadie debe cargar la conciencia de nadie con sangre derramada). De modo que ahora, esa mayoría de votantes, si les queda dignidad, puede que se manifieste en contra de lo que, a sabiendas de con quienes se jugaban los cuartos, eligieron en las urnas.
DOS: Incivismo. ¿Cómo es posible que haya gente (hablo de Cieza) que se cargue un frigorífico viejo para llevarlo hasta la orilla del río? ¡Pero qué necios!, ¡qué bárbaros! ¿Cómo piensan que se va a destruir eso? ¿Es que creen que se van a evaporar las cocinas, las lavadoras, los frigos, los colchones y demás porquerías que tiran a los cañares del río? ¿O pensarán que otras personas tienen la obligación de ir recogiendo esta chatarra inmunda, que ellos, delincuentes ecológicos, tiran como si tal cosa? Probablemente no lean esto quienes cometen esas barbaridades, pero por si ustedes corren la voz, recordaré que hay un número de teléfono: el 968 88 26 22, al que se puede llamar y, gratuitamente, les recogen cualquier tipo de electrodoméstico o mueble viejo que quieran desechar (o si no, que llamen al Ayuntamiento). Pero, ¡por Dios!, que no tiren basura, escombro o chatarra al río. A nuestro río.
TRES: Igualdad. Disculpen, pero basta ya de tópicos de que la mujer es menos tal pero más cual y el hombre más tal y cual pero menos de lo otro. No sigamos con ese piñón fijo de las diferencias entre sexos. Las mujeres y los hombres, superada la naturaleza animal de que procedemos, pueden considerarse iguales en todas las virtudes y en todos los defectos. Y las únicas diferencias son aquellas que derivan de la conformación física; las que prácticamente saltan a la vista, vamos; es decir (y permítame la frivolidad, Bartolomé), que la mujer es bella (salvo excepciones) y el hombre no (sin excepciones).
Y CUATRO: Iniquidad. No a las guerras y al armamentismo, por principios. No a las situaciones de bloqueo indefinido, que causan miseria, sufrimiento y muerte en la población, por caridad. No a la permanente humillación del tercer mundo, por justicia. Y no al oportunismo político, por favor.
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