Tarde de zapping la del lunes pasado, ¿no creen? Que conste que este servidor de ustedes no es de los que acaparan el mando a distancia, símbolo doméstico de poder hoy día: con él puedes hacer aparecer en pantalla, o desaparecer de ella, a cualesquiera personas o personajes con solo mover la falange (¿eh?) de un dedo (¡ah!). Puedes bajarle la voz o hacerle callar al más flamenco, empalidecer al más pintado o sacarle los colores al más frescales. Con el telemando puedes dejar mudo a Arzallus, por ejemplo, que no es moco de pavo, y ver sólo sus gestos histriónicos y sus venenosos movimientos de ese ósculo que tiene en la cara, o borrar del todo a Otegui, cuyas cínicas mentiras constituyen el mayor de los opios para un pueblo (o parte de él) que camina por la senda de error. Puedes eliminar de la existencia (sólo existe lo que aparece en la televisión: las guerras, las miserias y los muertos que no tienen “papel” en los noticiarios a la hora de cenar, no están en este mundo) programas basura, gente parásita de la telebasura, profesionales del bla, bla, bla, embaucadores, buscavidas, chupa cámaras y otros telerrostros non gratos en tu sala de estar y en tu tiempo libre hogareño. Aun así que zappeen otros (tengo por norma), con la excepción, como les contaba al principio, del lunes pasado por la tarde. Y no me negarán que la ocasión merecía apropiarse, cual los niños supervivientes de la novela El Señor de las Moscas lo hacían con la “caracola”, de ese aparatito mágico que anda siempre sobre el sillón o la mesa.
El asunto era que en la Una ponían lo de la carrera esa francesa de bicicletas, el Tur, que se dice castellanizando (¿no se admite fútbol en lugar de football?) y en la Otra, el debate parlamentario de cómo va la cosa en este país llamado España. Y les prometo que no sabía a quién atender, si al tío de la camiseta amarilla que pedaleaba como un descosido o al otro señor alto (¿por qué muchos altos se cargan de hombros?, una observación particular) y trajeado que aseguraba ver las cosas bastante chungas. De modo que conforme se iban desarrollando ambos eventos se ponían a cual más interesante, y un servidor de ustedes no paraba de apretar las teclas: el 1, el 2, el 1, el 2, y cada vez, como es natural, se iba enterando menos (no se puede querer a dos mujeres a la vez, dice la canción). Hubo un instante que, para colmo de nerviosismo, no sé como se quedó enganchado el sonido de la Una con la imagen de la Otra y entonces (era muy gracioso) se veía al hombre alto y cargado de hombros en la tribuna de habladores con el brazo subiendo y bajando, seguramente enumerando los desastres de la gestión del otro más bajito con bigote, y de fondo la voz de Manolo Sainz: “¡dale!, ¡dale!, ¡dale!, ¡venga!, ¡venga!, ¡venga!, ¡que tú puedes!, ¡venga!, ¡dale!”, alentando al favorito de su equipo, y Perico Delgado: “... tiene estilo, va redondo, centrado, es un líder con autoridad, sólo pierde seis segundos...” Inmediatamente quien les escribe cambió de cadena y se produjo el efecto contrario: primer plano de un culotte amarillo, marcando cadencia y ritmo de pedaleo por detrás (por delante no digamos), con la voz trabucada del señor de la tribuna: “... va a trancas y barrancas, con estilo centralista y autoritario, y ha perdido dos años...” Al final he de confesar que no me enteré de cómo quedó la etapa contra reloj, en cuanto al Debate del estado de la Nación, cuando pasaron a la tanda de penaltis y al cuerpo a cuerpo dialéctico me tuve que marchar y mandarlos a todos al limbo con la punta del índice. Bicicletas aparte, los de la cosa pública estuvieron como una piña en lo del Perejil, que de eso si me pude enterar. La isla no vale ni para que paste la cabra de la Legión, pero oiga así no (quo vadis Mohamed?). Al moro lo que es del moro (palabra derivada del latín maurus, de Mauritania, y por extensión habitante del norte de África) y a Ceuta lo que es de España. Luego, en una negociación civilizada, que se sienten ambos gobiernos y acuerden lo más conveniente en materia de peñascos, peñones, islas e islotes diseminados por la costa de Marruecos y que no tienen ya mucho sentido seguir perteneciendo a España. La defensa de Ceuta y Melilla se puede garantizar sin necesidad de estos flecos históricos, que no son más que reminiscencias de un protectorado de infausta memoria. Pero mientras tanto, la bandera infiel, que vuelva a los cuarteles del Mojamé, y aquí paz y para ellos la Gloria del Profeta.
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