Ante la mendicidad callejera se me rebela el alma, ¿a ustedes no les pasa? Cómo es posible –me pregunto– que haya mendigos aquí y ahora. En otro tiempo, vale. Pero hoy en día, con las vacas gordas de la bonanza económica de este país (es lo que se publica a bombo y platillo), con la de presupuestos y de personal dedicado al tema social, y con la de centros y programas de reinserción y ayuda, que haya niños, o mujeres, u hombres (me da igual), pidiendo por las calles todavía, es para preocuparse (que se lo digo).
A veces la pobreza (la extrema, me refiero) es como una enfermedad, y como tal hay que tratarla. No digo cómo, Dios me libre (doctores tiene la Iglesia); pero tengo claro que en lo primero que se constituye o define España en el artículo número uno de la Constitución es “...en un estado social y democrático de derecho”. Pues bien, si ser un ‘estado social’ no significa atender y, en la medida de lo posible, procurar que se cubran las necesidades básicas de todos, que venga Dios y lo vea. Ojo, y no quiero decir con esto que la administración tenga que mantener a ciertos individuos o familias definitivamente a la sopa boba, no: aquí hay que trabajar y ganarse cada uno sus habichuelas. Pero, por Dios, la mendicidad (y más la infantil) hay que atajarla. Y no tengo duda que se puede hacer. ¿O es que la autoridad, cuando ve a un niño sucio y pidiendo por los bares o las puertas de los templos, no puede, inmediatamente, ver qué necesidades tiene, qué padres tiene (y por qué lo envían a mendigar), dónde malvive, a qué escuela va o debe de ir, etc.
La gente es generosa y caritativa, y, a veces con sentido religioso o no, suele dar bastantes limosnas (de hecho hay profesionales de la mendicidad que se sacan una pasta; sobre todo los itinerantes, esos que van de lugar en lugar con sus furgones y sus mujeres astrosas y sus criaturas sucias y desiertas de cariño). Yo también he visto a los marroquíes, o magrebíes, rascarse el bolsillo para dar de lo poco (y eso tiene un gran mérito). Pero en ellos, debido a que vienen de países donde las coberturas sociales brillan por su ausencia, es bastante lógico que vean la necesidad de las dádivas. Mas aquí, la subsistencia a través de la limosna, no tiene sentido, no debería existir. ¿Saben lo que es el cuarto mundo? Pues eso: la pobreza extrema en el seno de la riqueza opulenta. El cuarto mundo es ese grupo de población que ni siquiera recibe una ínfima parte de lo que derrochan sus mismos conciudadanos, sus propios vecinos. El cuarto mundo, en definitiva, es aquel que engloba a los inadaptados, los marginados y los derrotados de las sociedades ricas y modernas ¿Creen que eso es difícil de solucionar? ¿Cuántos mendigos piensan que puede haber aquí, en Cieza? (es un ejemplo, pues la verdad es que no hay muchos, de modo que más a mi favor) ¿Sería una quiebra para las arcas públicas sacarlos del hoyo de la pobreza?
Es buena la generosidad, la solidaridad y la caridad personales con quienes necesitan ayuda, y es muy loable también que cualquiera se quite el pan de la boca para dárselo al prójimo (me acuerdo ahora que una vez, en la Plaza de Bib-Rambla –DALE LIMOSNA MUJER, QUE NO HAY EN LA VIDA NADA COMO LA PENA DE SER CIEGO EN GRANADA, reza, de otro tiempo, en una placa–, iba a tomar chocolate con churros, y, adiós churros: los gitanillos acudían como moscas a las mesas: “dame uno”, decían los pobrecicos, con la humildad de los vencidos). De modo que no estoy en contra de que la gente sea desprendida y dé, cristianamente, al necesitado. Lo que me rompe los esquemas es que, codo con codo a nosotros, todavía haya necesitados.Existe el tercer mundo (lo vemos todas las noches en la tele, a la hora de cenar), donde reina el hambre y la miseria, fruto, obviamente, de la injusticia social, y en la medida que podamos hemos de volcarnos para remediarlo (onegés, programas de ayuda, campañas en favor de los pobres, apadrinamientos, etc.). Pero que aquí haya niños, en tu propia ciudad, en tu propio barrio si cabe, que tengan que sobrevivir merced a la limosna callejera, yo pienso que no es de ley. ¿No creen?
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