Solidaridad y apoyo a todas las víctimas del terrorismo |
Como hoy es el día de mi cumpleaños, me he levantado esta mañana tempranico y me he ido a coger almendras al campo. ¡Qué paz, allí junto al Almorchón!; solo se oía una perdiz cantando a lo lejos y unos ciclistas que subían pedaleando y hablando de sus cosas. Luego, he vuelto a casa antes de que calentaran demasiado los soles, me he duchado, he puesto la lavadora, me he hecho un té moruno, he puesto en el ordenador el Réquiem de Mozart y me he sentado a reflexionar sobre los terribles sucesos de ayer por la tarde en Barcelona.
La reflexión la fundamento en las siguientes afirmaciones:
Primera: Las víctimas son inocentes.
Segunda: Los terroristas son los culpables.
Tercera: Las acciones criminales del terrorismo no pueden tener nunca justificación ni comprensión por nuestra parte.
Cuarta: Ante enemigos tan atroces, las sociedades tienen que mantenerse unidas, sin permitir el más mínimo resquicio por donde ellos puedan introducir la cuña de su maldad.
Y quinta: El terrorismo no podrá mover nunca los cimientos de una sociedad libre que respeta las libertades y los derechos humanos.
Las víctimas de terrorismo, en general, y, en este caso, del absurdo terrorismo fundamentalista islámico, son personas inocentes que pasean por la calle, que realizan sus quehaceres o que disfrutan del ocio en paz. Las víctimas no son beligerantes contra ninguna causa, sino ciudadanos (niños incluidos) en el disfrute de su libertad, en los espacios públicos de ciudades respetuosas, pertenecientes a un país, el nuestro, cuya sociedad es alegre, amable, acogedora y de respeto con las personas (con todas, incluso con las que traen adheridas sus costumbres retrógradas y, lejos de buscar una integración, solo persiguen obtener todos los beneficios sociales que nuestras leyes les permiten). De modo que en aras de esta convicción de inocencia para con las víctimas, hemos de volcar todo nuestro apoyo y solidaridad hacia ellas, por los medios personales que tengamos a nuestro alcance.
Sobre los verdugos terroristas recae siempre toda la culpabilidad. Ellos, inducidos quizá por creencias religiosas extremas y malignas, deciden hacer el mal y cometer los crímenes. Nadie más que ellos puede soportar la más mínima culpa de los atentados. A nadie más que a ellos se puede hacer responsable de sus execrables actos. No podemos extender su culpa en lo más mínimo a otras personas de su misma raza, nacionalidad o religión. Sus crímenes, programados en sus diabólicos planes de “occidentalofobia” por el simple hecho de sentirse “brazos ejecutores” de un dios demente que aborrece la libertad de los hombres y de las mujeres, son del todo culpa de su cobarde actitud. Únicamente sobre ellos caiga nuestra maldición personal y el peso social de la justicia y de nuestras leyes.
Que nadie justifique o comprenda en lo más mínimo toda acción terrorista. Que nadie vuelva a utilizar jamás en nuestro país el horror de los atentados para réditos políticos. Hay tantos lugares en el mundo donde la gente muere a causa de la violencia; hay tantas guerras producidas y mantenidas por oscuros intereses; hay tantos países cuyos bandos contendientes no son ninguno el bueno; y hay tantos mandatarios de terceros países que toman parte por alguno de ellos, aunque no sea ninguno el bueno. Pero eso jamás ha de ser justificación, ni siquiera motivo de comprensión, para que unos criminales decidan quitar la vida a simples viandantes en una sociedad en paz, muy lejos de los escenarios bélicos. Que nadie busque a estos crímenes una explicación o un porqué, salvo la evidente conducta asesina de los malhechores que los han perpetrado.
Ante estos hachazos del terrorismo, lo que es absolutamente necesario es la unión de todos los seres de bien, de todos los grupos políticos, de todas las administraciones públicas, de todos los gobiernos (central, autonómicos o municipales) y de todas las sociedades. Si nos dividen co su maligna occidentalofobia, ellos ganan. Si nos mantenemos firmemente unidos, ellos no podrán con nuestro muro solidario de derechos y libertades. Hoy toda España es Cataluña, todas las ciudades españolas son Barcelona o Cambrils y todos los españoles somos esas víctimas que han sido alcanzadas por la fanática occidentalofobia de los asesinos terroristas.
©Joaquín Gómez Carrillo
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