.
De Cieza, la floración |
Parece ser que tiene llegar un desastre (en este caso económico) para que se empiecen a poner en orden ciertas cosas. Me refiero al asunto de los altos precios que tienen, no de ahora, sino de hace bastantes años acá, los medicamentos y al hecho de que en éstos últimos días los dirigentes políticos han caído de la burra y van a poner en marcha algunas tibias medidas para evitar el derroche. ¡Hombre, ya era hora de que se pusieran a pensar, que para eso cobran!
Miren, una de las sangrías mayores que tiene la Seguridad Social en nuestro país es el pago de la factura de las medicinas. Eso es algo que cualquiera se podía dar cuenta; cualquiera, menos los responsables de controlar, organizar y optimizar los recursos públicos, por lo visto.
El primer problema es el alto precio que tienen los fármacos, pues los laboratorios fabricantes ponen cada vez más alto el listón de sus beneficios comerciales y sólo se mueven por puro lucro; prueba de ello es que existiendo fórmulas medicinales para ciertas enfermedades endémicas que azotan países pobres en el mundo, cuyas patentes de fabricación mantienen en su poder las casas comerciales, no las quieren fabricar, pues piensan que “¡para qué!, si son sociedades sin recursos económicos y sin sistema de cobertura social..., son enfermos pobres a los que no les pueden sacar los cuartos...”
La segunda causa del gasto disparatado es el derroche en el uso y el abuso de los medicamentos. ¿Por dónde viene el mal? ¿Cuáles son las causas? Varias a mi juicio. Aunque a ustedes y a mí no nos pagan por pensar, pero es que hay cosas de cajón. Vamos a ver, ¿Si un tratamiento, prescrito por el doctor, va a ser de diez días a dos pastillicas diarias, ¿por qué me receta un envase de cuarenta unidades, un decir? ¿Si una medicina suele tener la mayoría de las veces un efecto secundario que obliga volver a los dos días al médico para que te cambie el tratamiento porque te ha dao una cagueta (cosa muy corriente con ciertos antibióticos), por qué manda el facultativo de buenas a primeras envases de veinte o treinta unidades, para luego tener que tirarlos casi enteros?
Luego, otra cosa: ya saben ustedes que existen los llamados “medicamentos genéricos”, que al parecer tienen fórmulas cuya patente ha prescrito o se ha amortizado, siendo el costo de fabricación de éstos considerablemente menor; bueno, pues les pongo un ejemplo: el paracetamol y el ibuprofeno son dos fármacos que se venden con “marca genérica” desde hace años, es decir, que ustedes van a la botica y dicen: “dam’usté una cajica de paracetamol pa’l dolor de cabeza que me entra al oír hablar a los políticos por la tele”. Bueno pues aún hay galenos a piñón fijo que siguen recetando el mismo compuesto pero con marca comercial “no genérica”. ¿Por qué?, dirán ustedes. ¡Ah!, ahí no quiero hurgar demasiado, pero no es infrecuente que ciertas casas comerciales, no ya de medicamentos, sino de cualesquiera otros productos de consumo, suelan ofrecer “regalicos”, como viajes, noches de hotel, aparatejos..., en fin, engañufas para aumentar sus ventas (y no quiero decir que entre los que venden y los que prescriben medicamentos no rijan unas estrictas reglas de seriedad y honestidad, pero en sus manos está nuestra salud y buena parte de nuestro inmenso gasto social).
Ahora dicen que van a informar en la farmacia al sufrido paciente de cuánto vale un peine; no me parece mal, pues yo mismo me he asustado cuando he “sacado” alguna vez medicamentos para mis personas mayores sin llevar la receta roja: ¿pueden creerse que cuatro cajuchas de nada valgan cuarenta mil pesetas? Luego, es una pena el ver en algunas casas armarios repletos de medicamentos a medio usar o pasados de fecha.
Pero hay otra cosa que a mí me parece injusta: el hacer tabla rasa y dar medicamentos gratis a todos los pensionistas. Esperen, esperen; los medicamentos deberían ser gratis, no sólo para la mayoría de los pensionistas, sino para otros colectivos sociales, como los parados sin prestaciones. Pero a lo que voy es a algo muy sencillo y ustedes lo van a comprender en seguida. Miren a su alrededor y piensen en los pensionistas que ustedes conocen. ¿Verdad que hay algunos, que no sólo cobran pensiones máximas, sino que además poseen empresas o fincas arrendadas, o las dos cosas a la vez, y obtienen al mes importantes ingresos, a veces millonarios? Yo sí conozco unos cuantos aquí en Cieza. ¿Ustedes creen que los currantes como muchos de ustedes o como yo debemos proporcionarles a estas personas las medicinas gratis con nuestras cotizaciones...? ¡Afortunados ellos, que han llegado a la edad dorada con más perras que los toreros!
Y finalizo ya con una paradoja de nuestra Seguridad Social, o de nuestra España quijotesca, que da lo mismo: A un amigo mío, operado de cáncer de mandíbula, no le “entra en el seguro” la reconstrucción necesaria para poder hablar y medio comer. Sin embargo, ayer mismo oí a un político comentando la tragedia bárbara de la ablación genital a las niñas en África y su promesa de que a todas las mujeres inmigrantes que lo deseen se les hará gratis la reconstrucción del clítoris. Entiéndanme bien, lo primero lo digo con tristeza, lo segundo con el mayor de los respetos.
©Joaquín Gómez Carrillo
(Artículo publicado en el semanario de papel "El Mirador de Cieza")
No hay comentarios:
Publicar un comentario