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Cieza, mi patria chica |
Pone el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española que patriotismo es “amor a la patria”, así de sencillo. ¿Y qué es la patria para éstos sesudos académicos? La patria la definen como: “Tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos.”
Y ahora, la pregunta del millón: ¿Somos patriotas los españoles? Yo no lo sé. ¿Ustedes qué dicen? A lo mejor lo somos a nuestra manera: sin proclamarlo, sin exteriorizarlo, sin hacer alarde de ello. Un francés, donde quiera que se halle, está presumiendo de su condición gabacha, y no sólo un francés de origen, sino que hasta un español afranchutado se siente más orgulloso de aquel país que del suyo de sangre. Y no digamos ya un alemán, un italiano, un inglés o un norteamericano de USA. Miren, yo admiro a los hispanoamericanos cuando hablan de España como de “la madre patria”, mientras que nosotros, que pertenecemos a una nación con tanta o más trayectoria histórica que el país galo, con mucha más que Alemania e Italia juntas, y desde luego con varias pleitas más en historia que los Estados Unidos de América, en modo alguno poseemos ese arraigado sentimiento de españolidad y de estima por nuestra patria (se acabaron aquellos emigrantes que, con los ojos llenos de lágrimas, escuchaban todas las noches en Radio Paris a Juanito Valderrama o a la Niña de la Puebla).
Aquí ahora parece que esta nación, España, hubiera nacido hace treinta y cinco años, con la transición de Suárez. Y no es así. Somos lo que somos y venimos de donde venimos. La dictadura del general Franco, continuación de una guerra perdida, no fue más que una pequeña etapa, una anécdota, un paréntesis en más de quinientos años de historia nacional.
Pero yo creo que el error está en la propia definición de patriotismo. De hecho, yo de pequeñico ya no lo entendía bien en aquellos libros escolares con las fotos de Franco y José Antonio. ¿Cómo se puede amar a la patria, así a secas?, me preguntaba. Sin embargo el lema de los cuarteles, “Todo por la patria”, es más comprensible, tiene su explicación romántica, pues la gente a veces es capaz de darlo todo por una causa: por un ideal, por amor a alguien, a su familia, a su pueblo, etc. (el mejor paradigma de romanticismo bélico fue el de las Brigadas Internacionales, que vinieron durante la Guerra Civil a luchar y morir en tierra extraña por una libertad que ni siquiera los propios españoles supieron defenderla con la suficiente unión y valentía, pues cada cual tiraba para una parte, sin verdadero patriotismo).
Yo creo que lo principal es sentirse uno ligado al país por vínculos afectivos, pues los vínculos jurídicos ya te los marca el carné de identidad, y los históricos están en los libros. ¿Pero cómo se siente afectividad de corazón por una piel de toro? Ahí está la madre del cordero. Aquí, quitados los sentimiento nacionalistas de algunas comunidades autónomas, la gente se identifica y posee vínculos afectivos mayormente con un equipo de fútbol, por eso sufre y se alegra cada fin de semana, por eso tiene amor y predilección por unos colores y lo proclama exhibiendo una bandera o una bufanda. Lo que los franceses, llenos de orgullo, hacen todos los catorces de julio con su bandera nacional, aquí, los españolicos hacemos cuando juega nuestro equipo; incluso somos capaces de sacar la bandera de España al balcón si la que juega es la Selección Nacional, llamada eufemísticamente “La Roja” para no molestar al nacionalismo intransigente, mas pocas veces por un sentimiento patrio de ciudadanía española.
Por eso cuando en España es fiesta nacional, “la gente se queda en su casa igual”. Si se trata de la Hispanidad, el 12 de octubre, que los políticos le han ido quitando importancia para que no protesten los nacionalistas, al final sólo va a misa y tira cohetes la Guardia Civil, en honor de su patrona. Y con la fiesta de la Constitución, el 6 de diciembre, a excepción de algún acto institucional en Madrid para salir del paso, la fiesta nacional queda totalmente descafeinada y hasta algunas empresas con trabajadores subsaharianos (al parecer no hay albañiles españoles parados para contratar, que por ahí también se nota la falta de patriotismo) trabajan de extranjis.
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¿Y los políticos? ¿Ustedes creen que la clase política española, en general, es patriota, o piensan que su “amor”, normalmente, no excede los límites ideológicos de cada partido? ¡Partidotas, más que patriotas!
Así que por todo lo antedicho ustedes pensarán que yo pienso que aquí existe poco patriotismo en este país. Pero esto es lo que hay. Y no he querido entrar en cuestiones históricas de “antiamor” a la patria que están en los libros, ni tampoco deseo valorar el efecto que la falta de patriotismo puede acarrear llegado un momento crítico para España. Piensen ustedes, por ejemplo, en una posible “marcha verde” (las mujeres y los niños delante) que se le ocurra al moro lanzar sobre Ceuta y Melilla, mientras nuestros gobernantes, exentos de un sentimiento patriótico de corazón, se hallen con los pantalones por las corvas (ya ocurrió con la provincia española del Sahara, ¿recuerdan?)
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Una pregunta por favor ¿Usted fue de la Sierpe y el laud?
ResponderEliminarSí.
ResponderEliminarSe lo decía porque no lo pone en su curriculum y creo que es más un merito que un desmerito.
ResponderEliminarGracias
Tiene usted razón, Sr/Sra..., el haber pertenecido en una época pasada a un colectivo literario de la solera de "La Sierpe y el Laúd", indudablemente es un mérito (nunca un demérito); y sí pongo en mi currículum las publicaciones que he realizado a través de dicho grupo de literatura, por el que sigo teniendo gran simpatía, a la vez que buena amistad con sus miembros.
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