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Para ser sincero, llevaba en la cabeza escribir esta semana sobre el volcán ese que está en el culo del mundo y que con una simple fumata ha puesto de relieve la vulnerabilidad de toda la navegación aérea en Europa, provocando pérdidas millonarias a las compañías y dejando tiradas a miles y miles de personas en los aeropuertos. Ya ven, qué frágiles son las bases en que asentamos nuestra economía y nuestros medios de transporte. ¡Por un simple volcán que ha lanzado un pedo de humo y ceniza…!
Pero no, al final he cambiado de idea; y se me ha ocurrido mentarles algunas cosas de la aburrida actualidad.
Yo no sé a ustedes, pero a mí, últimamente, me aburre sobremanera el tema de Garzón, el hombre que se creyó el John Wayne de la justicia, que le gusta la política más que a un tonto un palote, que ha querido desbaratar la transición de Suárez y el “aquí cabemos todos o no cabe ni Dios” destapando a estas alturas la caja de Pandora de la España de los dos bandos, y abriendo una causa general sólo por la mitad de los crímenes ocurridos en la etapa más fratricida de nuestra historia. Por lo que muchas personas, dejándose llevar por ese espíritu cismático que caracteriza a los españoles, o a todos los seres humanos quizá, van y aplauden y jalean la presunta trasgresión de la ley por parte de este juez y ponen en tela de juicio la actuación, nada menos que de los magistrados del Tribunal Supremo, la cúspide de la organización jurídica del Estado.
Me aburren hasta lo indecible los políticos mangantes que, aprovechándose de los cargos públicos que ostentan y de la buena fe de las personas que les han votado y de todos los que pagamos hasta por respirar, trincan pasta a calzón quitao y se enfangan hasta las cencerretas en su propia corrupción. Ya saben ustedes que me refiero a todos, sin distinciones de partidos. Todos me aburren por igual. ¡Qué aburrimiento!
Y no se imaginan ustedes hasta qué punto me aburren los manidos discursos de si el velo sí o si el velo no en los colegios. Ahora, de una cosa estoy seguro, en el caso del instituto ese de Madrid, la chica no es la víctima. Aunque más quisiera el padre y las organizaciones musulmanas, y mucha gente partidaria de dar caña a la Iglesia Católica y ser en cambio muy, pero que muy, tolerante con los seguidores de Mahoma…; más quisieran ellos, digo, que la chica se convirtiera en víctima, para que encima todos nos sintiéramos culpables. Pero no. De eso nada. La chica no es más que el exponente de una sociedad teocrática, la los países árabes, cuyos integrantes, cuando vienen a España, pues todo el mundo tenemos derecho a progresar en la vida, se cercioran perfectamente de sus derechos y los exigen, ¡cosa que hacen muy bien!, pero en cambio son tozudamente reacios a integrarse en nuestras costumbres y normas cívicas.
Lo de la chica esa, como ya ha ocurrido otras veces, no se trata de un caso de racismo ni de xenofobia ni de antislamismo; no, qué va; lo único que pasa es que en esta sociedad nuestra, aun siendo cien veces más tolerante que la suya (me refiero a los países con 622 años de atraso en el calendario), tenemos unas normas que cumplir. Ya saben, un centro educativo puede articular un reglamento interno donde no se permita a los alumnos el uso de gorras, pañoletas, velos, tricornios, capuchones de fraile o sombreros de picaor. ¿No ha salido el Ministro y ha dicho que prevalece el derecho a la educación? Pues ya está, nena: por encima de “tu derecho” a exhibir signos de tus creencias está tu derecho a educarte. Así que te quitas el pañuelico pa entrar a clase y después te lo pones al salir.
Y hablando finalmente de cosas aburridas, algunos ciezanos nostálgicos del malogrado régimen republicano de los años treinta han tomado la monita de subir a la Atalaya todos los catorces de abril y poner la bandera tricolor en el Pico. Hombre, digo yo, las cosas, o se hacen bien o no se hacen; ya que estos muchachos se pegan la pasá, ¿por qué no la ponen en lo más alto? Quince metros de altura tiene la torreta y ellos van y les da caguilandia y ponen la enseña pegá al suelo, que casi no se ve… ¡Hasta arriba del to me he subío yo, con un viento que se cagaba la perra, pa cambiar las antenas de la UHF! (A Pascualón el electricista pongo por testigo).
Vamos a ver, lo que deben de hacer estos partidos con ideología republicana, que de vez en cuando agitan banderas aconstitucionales, es muy sencillo: en las próximas elecciones, presentarse con una candidatura inequívoca, con un programa explícito para un cambio de régimen: “punto uno: derrocar al Rey; punto dos: proclamar la República; punto tres: convocar Cortes constituyentes y hacer una nueva constitución, etc.” A ver los votos que sacan...
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Varica de San José silvestre |
Pero no, al final he cambiado de idea; y se me ha ocurrido mentarles algunas cosas de la aburrida actualidad.
Yo no sé a ustedes, pero a mí, últimamente, me aburre sobremanera el tema de Garzón, el hombre que se creyó el John Wayne de la justicia, que le gusta la política más que a un tonto un palote, que ha querido desbaratar la transición de Suárez y el “aquí cabemos todos o no cabe ni Dios” destapando a estas alturas la caja de Pandora de la España de los dos bandos, y abriendo una causa general sólo por la mitad de los crímenes ocurridos en la etapa más fratricida de nuestra historia. Por lo que muchas personas, dejándose llevar por ese espíritu cismático que caracteriza a los españoles, o a todos los seres humanos quizá, van y aplauden y jalean la presunta trasgresión de la ley por parte de este juez y ponen en tela de juicio la actuación, nada menos que de los magistrados del Tribunal Supremo, la cúspide de la organización jurídica del Estado.
Me aburren hasta lo indecible los políticos mangantes que, aprovechándose de los cargos públicos que ostentan y de la buena fe de las personas que les han votado y de todos los que pagamos hasta por respirar, trincan pasta a calzón quitao y se enfangan hasta las cencerretas en su propia corrupción. Ya saben ustedes que me refiero a todos, sin distinciones de partidos. Todos me aburren por igual. ¡Qué aburrimiento!
Y no se imaginan ustedes hasta qué punto me aburren los manidos discursos de si el velo sí o si el velo no en los colegios. Ahora, de una cosa estoy seguro, en el caso del instituto ese de Madrid, la chica no es la víctima. Aunque más quisiera el padre y las organizaciones musulmanas, y mucha gente partidaria de dar caña a la Iglesia Católica y ser en cambio muy, pero que muy, tolerante con los seguidores de Mahoma…; más quisieran ellos, digo, que la chica se convirtiera en víctima, para que encima todos nos sintiéramos culpables. Pero no. De eso nada. La chica no es más que el exponente de una sociedad teocrática, la los países árabes, cuyos integrantes, cuando vienen a España, pues todo el mundo tenemos derecho a progresar en la vida, se cercioran perfectamente de sus derechos y los exigen, ¡cosa que hacen muy bien!, pero en cambio son tozudamente reacios a integrarse en nuestras costumbres y normas cívicas.
Lo de la chica esa, como ya ha ocurrido otras veces, no se trata de un caso de racismo ni de xenofobia ni de antislamismo; no, qué va; lo único que pasa es que en esta sociedad nuestra, aun siendo cien veces más tolerante que la suya (me refiero a los países con 622 años de atraso en el calendario), tenemos unas normas que cumplir. Ya saben, un centro educativo puede articular un reglamento interno donde no se permita a los alumnos el uso de gorras, pañoletas, velos, tricornios, capuchones de fraile o sombreros de picaor. ¿No ha salido el Ministro y ha dicho que prevalece el derecho a la educación? Pues ya está, nena: por encima de “tu derecho” a exhibir signos de tus creencias está tu derecho a educarte. Así que te quitas el pañuelico pa entrar a clase y después te lo pones al salir.
Y hablando finalmente de cosas aburridas, algunos ciezanos nostálgicos del malogrado régimen republicano de los años treinta han tomado la monita de subir a la Atalaya todos los catorces de abril y poner la bandera tricolor en el Pico. Hombre, digo yo, las cosas, o se hacen bien o no se hacen; ya que estos muchachos se pegan la pasá, ¿por qué no la ponen en lo más alto? Quince metros de altura tiene la torreta y ellos van y les da caguilandia y ponen la enseña pegá al suelo, que casi no se ve… ¡Hasta arriba del to me he subío yo, con un viento que se cagaba la perra, pa cambiar las antenas de la UHF! (A Pascualón el electricista pongo por testigo).
Vamos a ver, lo que deben de hacer estos partidos con ideología republicana, que de vez en cuando agitan banderas aconstitucionales, es muy sencillo: en las próximas elecciones, presentarse con una candidatura inequívoca, con un programa explícito para un cambio de régimen: “punto uno: derrocar al Rey; punto dos: proclamar la República; punto tres: convocar Cortes constituyentes y hacer una nueva constitución, etc.” A ver los votos que sacan...
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