Flor del madroño del Madroñal. |
Pues resulta que el otro día por la tarde estaba terminando de leer un libro, y en esto que me doy cuenta y había entrado ya la primavera; así, de sopetón. Porque ahora ya saben ustedes que no es como antes, que las estaciones comenzaban siempre el veintiuno del correspondiente mes, como enseñaban en la escuela los maestros; ahora en cambio se adelantan o se atrasan según no sé qué cálculos matemáticos en el giro de la Tierra. No obstante, y a pesar del invierno atípico que hemos llevado con tanta lluvia, que casi salen helechos en la umbría de la Atalaya, desde que a finales de febrero comenzamos a ver abrir las flores de los millones árboles frutales de nuestros campos, ya nos barruntábamos que el tiempo de la primavera era inminente.
Encabezando la procesión. |
Por cierto, qué me dicen ustedes del asunto ese del pregón, que al parecer se lo habían censurado al pregonero por “improcedente”, porque el hombre pretendía hacer una semblanza del marco social actual en que se desarrollan estas fiestas religiosas, ¿o no es la Semana Santa una celebración esencialmente religiosa de la Iglesia Católica? (Respecto al tema de la censura, yo vi una vez un texto pasado por esta ranciedad de los tiempos de Franco, y el censor, dueño y señor de decidir lo que estaba bien y lo que estaba mal, había realizado unos burdos tachones con tinta negra sobre las palabras o renglones escritos con la Olivetti).
Yo no sé lo que habría hecho en su lugar (ni lo sabré nunca), pero este muchacho ha salvado su dignidad al marcharse con la música a otra parte. Si los señores de la Jotahachepé quieren un pregón políticamente correcto y folclóricamente adecuado, lo mejor es que, en adelante, convoquen un concurso y determinen explícitamente en las bases lo que el texto debe contener y lo que no debe contener, y así no cabe el equívoco y el tachón. Y el tener que recurrir a última hora a un pregonero “de oficio”.
En fin, esto no es más que peccata minuta en el devenir de un pueblo llamado Cieza, mera anécdota que contar con el paso del tiempo, experiencia que da la vida a un joven, seguramente creyente católico, que se había ilusionado porque iba a ser el Pregonero de la Semana Santa de su pueblo.
El soldado le da hiel y vinagre. |
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