En el leguaje vulgar ciezano se llamaba “antojeras” al atalaje propio de la bestia de tiro del carro que, colocado en su cabeza, reducía el campo de visión del animal para que sólo pudiese percibir aquello que estaba delante. Las antojeras, o dicho de una forma más académica: las anteojeras, servían al carretero para mejor conducir los asnos o acémilas de la reata en la dirección deseada, sin que estos, en su esfuerzo bruto, se dieran cuenta de todo aquello que ocurría tanto a su izquierda como a su derecha.
Por cierto, ¿con quién dirán ustedes que estuve hablando el otro día? Con el Parralo. El Parralo y el Chusco fueron los dos últimos carreteros de Cieza. Cuando las calles del pueblo aún no estaban tan plagadas de coches como ahora, que casi no se puede circular, ni mucho menos encontrar dónde aparcar, los carreteros ofrecían su medio de transporte para llevar materiales de construcción y otras mercancías de un lugar a otro. Normalmente iban de pie sobre la rabera de su carro, sujetando con la mano las bridas o ramaleras de la bestia de varas, la cual, en su trotecillo alegre, no dejaba de repicar los cascabeles de sus arreos.
Y hablando de “antojeras”, las ideologías cerradas y los credos integristas, de alguna manera impiden ver con sentido común más allá de nuestras narices. Les cuento: el otro día regresábamos de la Esquina del Convento, de la manifestación esa en contra de la nueva “ley del aborto”, pues a veces no queda más remedio que decir “no en mi nombre”; ya que ciertos gobernantes, argumentando la supuesta aquiescencia que les otorga el voto cuatrienal, son capaces de avocar una sociedad a la iniquidad de la guerra o a la inmoralidad de matar “en plazo”, como si no tuviera la menor importancia, fetos humanos; es más, tomando a las personas libres como tontas de remate, pretenden vendernos cual un "derecho" liberador para la mujer la potestad de decidir sobre la vida o la muerte de su propio hijo cuando lo lleva en sus entrañas, echando sobre su conciencia el oprobio de una mala acción. Y aun siendo tales actos contrarios al derecho natural, pues cualquier individuo mínimamente socializado posee una noción básica sobre el bien y el mal, hay personas que se dejan seducir y conducir fácilmente a través de las consignas ideológicas (no olviden que los votantes del nazismo hitleriano empezaron dejándose convencer de que “no estaba mal” eliminar de la sociedad a los idiotas o subnormales profundos).
De modo que, como les decía, el otro domingo, en nuestra pacífica retirada bajo la llovizna pertinaz, me topo con una persona enfrascada mentalmente en la posición contraria. Yo sé que a ella, como a mí mis padres, los suyos le enseñarían a discernir entre lo que está bien y lo que está mal (fuera de los discursos de izquierdas o derechas o de creencias religiosas o posiciones ateas). Pero las antojeras de la ideología, de cualquier ideología, son capaces de polarizar las ideas y el juicio personal en un solo sentido: en el que marca el líder de turno según su conveniencia. La persona entonces, en pleno Paseo, optó por defender su posición ideológica con un buen ataque: “¡Estoy a favor de la ley porque las que se acuestan con los curas sí pueden abortar!” (Bueno, en lugar de “se acuestan” dijo otra palabra más soez). Como comprenderán, no merece comentario alguno: la frase ya lleva su calificativo intrínseco. Pero estoy seguro de que si esta misma noche, lo mismo que Pablo de Tarso cayera del caballo cuando iba camino de Damasco persiguiendo a los cristianos, a su líder ideológico se le apareciera el Arcángel San Gabriel y le hiciera caer de la burra, ella, en veinticuatro horas, también cambiaría su criterio acerca del execrable matarile legal de seres humanos en gestación. .
Me gusta tu comentario .Estoy completamente de acuerdo.¿Quien dijo que abortar a futuros hijos de sacerdotes no sea un crimen? Pero con razonamientos de esta índole no podemos .¡Que cerrazon!
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