Nada va a mitigar el dolor de unos padres que pierden a su hijo, nada va a aliviar la pena de esos familiares a quienes les han apuñalado el alma injustamente. Nada es posible hacer para devolver la vida a una persona que le ha sido arrebatada en la flor de la juventud. Nada. Pero cómo afrontamos los ciezanos esta acción criminal, esta desgracia, este pesar por un hijo, por un hermano, por un vecino. Con sensatez. Los ciezanos somos gente sensata que tenemos clara la situación, que sabemos reconocer que un delito lo comete un delincuente, o dos, o los que sean, pero jamás, jamás, una acción delictiva es extensible a un pueblo, a una nación o a una raza porque se haya cometido en el seno de ellos. Ni todos los alemanes, por serlo, fueron culpables del nazismo, ni todos los judíos, por pertenecer a esa religión, crucificaron a Cristo. Los ciezanos no vamos a caer en esas simplezas. Aquí, en Cieza, llevamos ya tiempo conviviendo con otras razas, con otras culturas, con personas de diferentes nacionalidades, con africanos, con europeos (no sólo de la Unión), con asiáticos y con americanos, a los cuales, estos últimos, debemos tanto históricamente. Y hasta ahora hemos sabido respetarnos y reconocer las peculiaridades culturales de todos. No en vano vivimos en un país libre y en un estado de derecho, y no en vano hemos forjado una democracia como sistema de gobierno y de convivencia entre todos.
Los ciezanos no vamos a tolerar kalesborrokas racistas o xenófobas. Sería lo último. No vamos a caer en la trampa de unos cuantos desalmados que han empezado a envenenar el ambiente y a sembrar la idea de la discriminación. No vamos a seguirles el juego a estos gamberros que manchan las piedras de la iglesia. No vamos a darles la más mínima razón. Por ese camino, no, por favor (el nazismo empezó inculcando a la población de que los judíos eran culpables de algo; y comenzó así: con pintadas, con comentarios seminocentes que corrían de boca en boca, y acabó en el más atroz de los exterminios). No, los ciezanos no estamos dispuestos a reconocer los argumentos de la intolerancia. Aquí, al delincuente se le juzga, y si es culpable se le condena y paga su crimen ante la sociedad. Pero la inocencia se presume para todas las personas, ¡para todas!
Alguien decía o dice que los ecuatorianos son pacíficos. Otros comentan ahora que no lo son, que tienen estos o aquellos vicios. No nos engañemos, los ecuatorianos son como nosotros los españoles, ni mejores ni peores, ¡como nosotros! ¿No fue uno de aquí, de nuestro pueblo, capaz de cometer el crimen de los toreros? Y qué, ¿todos los ciezanos somos por eso culpables? ¿se nos ha de echar en cara cuando salgamos fuera? ¡Hombre, por Dios!
Esperemos que dentro de poco todo esto sea agua pasada y prevalezca el respeto al prójimo, aunque para quien ha sufrido en sus carnes la acción criminal, yo lo entiendo, jamás le consolará el olvido.
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