(Artículos de opinión)
El castellano no corre ningún peligro porque lo prohíban en Cataluña. ¡No, señor! La lengua castellana es hoy en día uno de los idiomas más perfectos, bellos y con mejor porvenir en un buen número de países. No pierdan de vista que hace quinientos años nuestra humilde lengua romance de San Millán de la Cogolla fue llevada a América por los descubridores. El castellano, idioma nacido en un pequeño reino de la península Ibérica, fue injertado con éxito en los pueblos del Nuevo Mundo y donado como un valor cultural más. (También fue llevado el catalán y el vascuence y el gallego, en boca de las personas que se trasladaban al continente americano en busca de una nueva vida, pero sólo el español del reino hegemónico de Castilla y de la inmensa clase religiosa desplazada para catequizar a las diferentes tribus y culturas, fue la lengua ascendida al rango de común).
Es cierto que de América llegaron los galeones cargados de oro, plata y piedras preciosas, riquezas que se esfumaron, por cierto, en guerras y en bancarrotas de las malas políticas de estado. Pero es más cierto que allí se quedó algo imperecedero, vivo y mil veces más útil que el oro: el español, como lengua de la América hermana (que hoy más que nunca sigue empezando en los Pirineos) y de nuestra maltrecha España (que quizás todavía acabe en la Tierra del Fuego). Ahora, de aquellos países nacidos de Hispanoamérica (palabra tabú en boca de nuestros políticos y pronunciada con orgullo, en cambio, por los americanos), incluso de los que no pertenecieron al gran imperio donde no se ponía nunca el sol, crece cada día más fortalecida la lengua de Cervantes y de García Márquez.
De manera que porque unos gobiernos autónomos, culturalmente miserables, quieran desmantelar el bilingüismo en regiones tan cultas y prósperas como Cataluña, Galicia o País Vasco, para volver al bíblico babel de a cada tribu un solo pensamiento y una sola lengua que les diferencie y les incomunique de las taifas vecinas, no corre ningún peligro la lengua española. O porque estos caciques autónomos pretendan utilizar la lengua como arma arrojadiza (¡miserable ideología la que persigue depurar al pueblo en aquello que más le humaniza y le engrandece: en el don de la palabra y del conocimiento de las lenguas!), no va a sufrir menoscabo nuestro idioma universal. Y porque estos gobernantes de pensamiento cutre, viciados por su nacionalismo estrecho y pueblerino, tengan como proyecto cegar en un ojo la cultura de su gente (no sé si para su torpe beneficio partidista), desde luego que no va a hacer mucha mella en una lengua hablada por casi quinientos millones de personas.
Lo que sí es seguro que peligran con esas políticas de corte fascistoide son la educación, la cultura y las oportunidades sociales de las nuevas generaciones de chicas y chicos catalo-vasco-gallegos, a los que paulatinamente les van mutilando el derecho de poder pensar en el idioma común de todos. Es verdad que, si son aplicados y buenos estudiantes, cuando sean mayores a lo mejor sabrán expresarse en castellano, y hasta en inglés, pero sin la soltura y la riqueza de ser perfectamente bilingües como sus padres. Y también es cierto que, peor o mejor, estos chavales aprenderán a escribir en la lengua española, como en inglés quizás, pero a lo mejor con pobreza de expresión y faltas de ortografía, como yo las he visto con vergüenza ajena en algunos museos de la Cataluña profunda, cuya tercera o cuarta opción idiomática de un texto explicativo era el castellano.
En el lenguaje generoso y grandilocuente de las instituciones del estado siempre se ha dicho de las diferentes lenguas españolas que son una riqueza y un patrimonio a conservar por todos. ¡Qué bien! No dudo que el catalán, por poner un caso, sea patrimonio cultural de España, y no me parece mal que sea objeto de protección en su ámbito para que la gente pueda hablarlo y escribirlo como lengua propia que lo es desde hace siglos (fíjense que cuando el cura y el barbero le queman la biblioteca a Don Quijote de la Mancha, libran del fuego, por su calidad y su valía, sólo dos libros: uno de ellos el “Tirant lo blanch”, escrito en catalán). Pero también estoy convencido de que para Cataluña, el español o castellano, si sus gobernantes tuvieran dos dedos de frente, debería ser considerado riquísimo patrimonio de los catalanes, con el cual seguirían haciéndose más universales.
No obstante, me sumo al manifiesto en defensa del castellano, porque en realidad lo que éste defiende no es otra cosa que la libertad de todos los españoles a expresarse en cualquier lengua de España, en cualquier parte del territorio nacional.
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