Luz verde para la “república de Cieza”. Por fin estamos aquí otra vez después de un pequeño mutis. Y no es que este servidor de ustedes se haya echado a la bartola tras publicar hace unas semanas, en su artículo “Tiempos de Guerra”, aquellos terribles versos de León Felipe, no, qué va, sino que el director de este semanario, con el buen criterio de dar salida a otras publicaciones (hemos de caber todos, ¿no?), me pidió amablemente que me abstuviese de escribirles durante un mes. “No me escribas en un mes, que ando mal de espacio”, me dijo el hombre. Eran días de importantes acontecimientos y en los que se agolpaba la información, yo lo comprendo, días de cañonazos en Oriente Medio y de rataplanes y túnicos por estos pagos, días en que Jesús, una vez más, iba a entrar en burra a Jerusalén y en que las tropas angloamericanas penetraban con sus tanques y su infernal maquinaria bélica en Bagdad. De modo que a uno, aunque le prescriban las frases en el tintero, le parece prudente guardar un turno de palabra.
Pero ahora, cuando ha pasado ya el turbión de la maldita guerra y sólo queda en Iraq una ocupación del ejército invasor, que ojalá no dure demasiado, ahora hay que ir recogiendo las pancartas y los eslóganes antibélicos, que ojalá, por innecesarios, se apolillen de no usarlos en cien años (aunque mira si habrá guerras en otros lugares del Mundo), y hay que ir guardando las banderas tricolores, que ojalá no ondeen si no es con el derecho democrático que dieran unas urnas (un derecho mayor si cabe que el obtenido el 12 de abril de 1931, en cuyas elecciones municipales, legalmente y en cómputo general de votos, por paradojas de la Historia, ganaron los partidos monárquicos), y hay que ir retirando los insultos, que ojalá no se hubieran proferido, pues esas cosas suelen tener efecto bumerán, y hay que ir desmontando las calumnias, pues se coge antes a un calumniador que a un cojo (¿o es a un mentiroso?, bueno qué más da), y hay que ir de vez en cuándo leyendo en los libros para tener una noción clara de nuestro pasado reciente, y hay que ir reflexionando sobre cómo, en lo venidero y llegado el caso, atacar a un adversario político sin socavar los cimientos de la propia casa de todos (a no ser que se esté por romper la baraja).
En fin, que ahora, entrado ya el mes de mayo, que es cuando aprieta la calor y cuando empiezan los melocotones en esta afortunada tierra de este afortunado país, vemos cómo aumentan los extranjeros, sobre todo los africanos, que buscan la vida entre nosotros, que gozan de nuestra libertad y de nuestro respeto, y medran en lo económico y utilizan nuestros servicios, y cotizan en nuestras arcas públicas. Ahora es un gran momento de valorar lo que hemos conseguido en estos últimos veintitantos años, pues hay muchos jóvenes que no tienen la noción clara de que esto no ha sido siempre así, de que aquí mucha, mucha, gente ha pasado las de Caín durante décadas. Es momento, sin lugar a dudas, de reafirmar lo nuestro, sin miedo a los fantasmas pero sin tentarlos.
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