La presa del pantano de Alfonso III, un lugar pintoresco. |
El pasado 14 de abril, sábado, se cumplieron 81 años de la proclamación de la II República Española en 1931 (un hito en la historia de este país). Hoy en día algunos nostálgicos de aquel malogrado régimen democrático, idealizado con el paso del tiempo, rememoran y festejan la efeméride; aunque a la hora de la verdad, ninguno estos partidarios políticos, que por sus manifestaciones y exhibiciones públicas parecen añorar la vuelta de aquella forma de estado, se atreven a llevar tal propuesta ante las urnas en sus programas electorales. Mejor así, pues la nostalgia y la utopía son aspiraciones del alma, que perderían su atractivo si pasaran del mundo de las ideas a la realidad pura y dura).
A los del Grupo Senderista Los Quintos, como nos tiran las montañas y las caminatas al aire libre, nos parece mejor irnos el día siguiente, domingo, a dar la vuelta al Pantano de Alfonso XIII. Dejamos los coches un poco antes de llegar, frente a la Sierra de la Palera, enhiesta y rocosa como la cresta de una iguana, y tomamos el andarillo en dirección a la casa de la Confederación Hidrográfica, ya en el término municipal de Calasparra (muchos no saben que el Pantano del Quípar, al que siempre hemos considerado nuestro para ir a pescar o a bañarnos, no pertenece a Cieza, sino al vecino pueblo del arroz bomba). Luego seguimos, bajando hasta la presa –un lugar pintoresco–, desde donde se pueden ver los barbos moviéndose entre dos aguas; y atravesamos los túneles hechos a pico y barreno en la roca, cuyos plafones de la luz del techo están llenos de nidos de barro de las golondrinas (un lugar perfecto: por el calorcito que desprenden las reactancias de los fluorescentes y porque abajo en la superficie del agua tienen toda la comida para cebar sus crías).
El Pantano se halla por ahora con un buen nivel de agua, quizá como lo contemplara el Rey aquel 4 de abril de 1925, sábado, cuando vino a Cieza ex profeso para visitar el embalse que lleva su nombre y la Central Hidroeléctrica de Almadenes, construida también en aquellos años por la Real Sociedad de Riegos de Levante con el fin de llevarse electricidad hacia tierras alicantinas y poner allí en marcha estaciones de bombeo de agua para explotación agrícola. Cuenta la crónica del ABC, cuyo director y fundador Torcuato Luca de Tena acompañaba al monarca aquel día, que Don Alfonso llegó en tren, en su vagón real, a la estación de Cieza antes de la ocho de la mañana, donde fue recibido por autoridades civiles y militares (España estaba gobernada entonces por un Directorio Militar bajo la dictadura de Primo de Ribera y la aquiescencia del propio Rey), y que seguidamente se dirigió hacia el Pantano, acompañado de un séquito de peces gordos en más de treinta automóviles. (La carreterilla, que entonces curveaba por todos los barrancos del Ginete, La Torre, La Veredilla o las faldas del Almorchón, era estrecha y con el firme de tierra, y los coches, que había que arrancarlos con manivela, cuando se calentaban en las cuestas arriba tiraban el agua de los radiadores lo mismo que cafeteras).
La mañana del domingo es algo ventosa y al principio un poco fría, aunque luego nos sorprende de vez en cuando un sol racheado que nos obliga a aligerarnos de ropa sobre la marcha. Algunos toman la cabeza a buen paso desde el principio, como liebres; otros hacemos la goma por el gusto de detenernos ante la nobleza del paisaje y echar fotos. A un lado del camino vamos dejando atrás los sembrados, a punto de encanutar las espigas de trigo, y al otro el espejo ajironado de las aguas del embalse. Y como ha llovido no hace mucho y el campo es agradecido, la primavera ha pintado de verdín los bancales y los ha moteado con el rojo de las amapolas, el amarillo de las lechetiernas y el morado de los collejones.
Se puede leer en la crónica del ABC que el Rey, tras un desayuno de campaña en la Casa de los Ingenieros, la cual está hoy en día destrozada sobre un promontorio de la Sierra del Molino, fue invitado a navegar por el pantano en una embarcación a motor de las que entonces llamaban “gasolineras”. Luego, en compañía de técnicos y demás gerifaltes, tomaron el camino hacia la central de los Almadenes, donde el monarca sería obsequiado por el Consejo Directivo de la empresa con un banquete en la sala de máquinas, cuya fotografía serviría de portada de dicho periódico el martes, día 7 de aquel mismo mes.
El Pantano con buen nivel de agua |
Nosotros en un punto del camino torcemos a mano izquierda y nos dirigimos hacia el inmenso bosque de tarales de la cola del pantano, donde buscamos cruzar por un vado el río Quípar, que actualmente baja crecido, alimentando el embalse con sus aguas. Unos improvisamos algo con maderas para poder vadear la corriente, otros más decididos se descalzan y remangan la ropa, no sin incidente de una caída y chapuzón inesperado. Luego, tras almorzar más adelante al repecho de un ribazo, seguimos bordeando el perímetro del pantano por trochas y senderos, ahora con el pico del Almorchón como punto de referencia, hasta cerrar la caminata e improvisar un ágape de urgencia bajo los pinos.
El periódico contó que Don Alfonso, a su regreso de Los Almadenes, fue aclamado fervorosa y multitudinariamente cuando atravesó las calles de Cieza en dirección hacia Alicante. Sin embargo, justo 6 años después, la noche del 14 al 15 de abril de 1931, volvería a pasar por nuestro pueblo a deshoras, fugitivo, y, cual en un viaje de "irás y no volverás", camino de un exilio sin retorno: se había proclamado en España la República feliz y un escuadrón de húsares a caballo apenas podía contener las masas del gentío para evitar el asalto al Palacio Real en Madrid.
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 28/04/2012 en el semanario de papel "El Mirador de Cieza")
No hay comentarios:
Publicar un comentario